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El formalismo del mensaje del Rey

zbrindiss.JPGLo del día siguiente al mensaje de Navidad del Rey es cada año un dejá vu. Sabemos que el texto está pesado y medido por muchos expertos, que el Gobierno de turno da su toque y que es una relación de generalidades sobre lo que ha acontecido durante el año. Eso sí, es todo un arte de los constructores del discurso, decir a medias, hacer frases ambiguas que se supone quieren decir esto o lo otro. Entre otras muchas cosas, este año se ha referido al final de ETA, al paro, a la crisis y dicen que habló del tema Urdangarín cuando se refirió a conductas irregulares y la igualdad de la justicia para todos. Bueno; también podría estar refieriéndose a Camps, a los EREs de Andalucía o al pobre que robó una gallina.
Pero es una tradición, y los partidos entran en valoraciones sobre lo que ha dicho. Y yo me pregunto: ¿qué otra cosa podría decir sobre los temas propuestos? La decoración, la fotos enmarcadas en los muebles que lo rodean y otros detalles son interpretados como elementos del mensaje. Y yo creo que debiera decir lo que quiera, y si no puede porque la Constitución no lo deja, pues a olvidarse de códigos de juguete. En realidad, ya que somos tan entusiastas de los formalismos, el Rey podría salir en televisión con una copa de vino en la mano (turnándose Rioja, Priorato, Valdepeñas, Rivera del Duero, Tacoronte-Acentejo, Cariñera, Ribeiro …), desear Feliz Navidad y a otra cosa.

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La lotería

zbombo_sorteo_loteria[1].jpgLos supersticiosos se aferran a cualquier clavo ardiendo para pronosticar la lotería. Luego sale lo que sale. Es irracional. La gente quiere comprar décimos de una determinada administración de Madrid porque da muchos premios, o de esa otra de Lleida que se ha hecho de oro. Y es un simple cálculo matemático, si vendes mucho las probabilidades de que caiga un premio en esa administración son mayores que si vendes menos. Pero luego hay que acertar el número. Es curioso que casi siempre una parte del gran premio caiga en Madrid o alrededores, y eso se explica porque parece ser que en esta provincia se reparten series de casi todos los números, y, claro, en alguno toca, aunque sea una serie. Hay quien se apunta al 5 porque es la terminación que más ha salido y cree en las tendencias; otros por el contrario compran el 2 porque es la que menos ha sido premiada con el Gordo y piensan que las extracciones tienden a igualar todos lo números (otra tendencia). Teorías y teorías. He oído de todo: aparte de las razones para jugar el 2 o el 5, las hay para todos los números: el 1 porque es 2011, el 4 porque es la suma de 2011, y así se ajustan a número de hijos, a la fecha de nacimiento, al día que se enamoró (mezclar amor y juego, doble peligro). Eso sí, casi nadie quiere el 6, y recuerdo que, hace un par de años, uno de los premios grandes (no el Gordo) acabó en 6, y la televisión entrevistó a una mujer que saltaba de alegría delante de la adminsitración de loterías con el décimo en la mano, mientra decía: «Me ha tocado en el 6, el número del diablo, me voy corriendo a dar las gracias a Jesús de Madinaceli». El dinero hace a la gente cambiar de bando. Al final es puro azar y yo les deseo que les sea propicio.

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Carrero y la teoría de la conspiración

Hace hoy treinta y ocho años, el Almirante Carrero Blanco murió en un atentado que ha dado lugar a muchas especulaciones y no pocas teorías conspirativas dignas de una novela de John Le Carré. Carrero acababa de ser nombrado por Franco Presidente del Gobierno, un cargo intermedio que nunca existió hasta que el dictador tal vez quiso poner como segundo de a bordo a alguien de su entera confianza, vaya usted a saber con qué propósito. Siempre se ha sabido que Carrero estuvo a la sombra de Franco y que, según algunos, su fundamentalismo intimidaba al propio Caudillo, hasta el punto de que se decía que Carrero era más franquista que Franco.
zcarrero3[1].jpgLo cierto es que, conociendo a posteriori los detalles de la preparación y realización del atentado y las inexplicables (por tibias) reacciones del aparato del Gobierno, hay que plantearse muchas preguntas, porque no es verosímil que las maniobras de los ejecutores en las semanas anteriores al hecho pasaran desapercibidas por un entramado policial represivo tan sofisticado como el que es habitual en todas las dictaduras. Unos decían entonces que aquel atentado fue un mazazo para Franco, otros aseguran que, al conocer la noticia, dijo: «No hay mal que por bien no venga», y se interpreta esta frase como que se había quitado una piedra en el camino de la futura Transición, lo que pone a Franco en la idea de que el franquismo acabaría cuando él desapareciera y por lo tanto sabía que España se convertiría en una monarquía parlamentaria. Esto es mucho especular, y resulta difícil meterse en la cabeza de un personaje como Franco, que nunca dio la menor muestra de interés por nada que no fuese a mayor gloria suya. Pero sin duda, aquel 20 de diciembre influyó en el futuro, lo que no sabemos es cuánto hubo de casualidad y cuánto de planificación. Tal vez nuestros nietos lleguen a saber la verdad, como con el asesinato de Kennedy. Mientras tanto, sigue habiendo material para novelas y películas de ambiente conspirativo.