La felicidad
La búsqueda de la felicidad es una constante en la vida del ser humano. Nadie sabe qué es y racionalmente entiende que otra persona debería ser feliz por sus condiciones y su situación, pero cada uno se siente infeliz o al menos no plenamente satisfecho. Muchos han intentado definirla, y a veces de forma contradictoria, pues mientras los chinos dicen que felicidad es hacer lo que se desea y desear lo que se hace, Jean-Paul Sartre afirmaba que no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace. O sea, un trabalenguas. Y luego están los que se dedican predicar la felicidad es interior, y por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Hay definiciones de la felicidad para todos los gustos, desde los que dicen que no es un sentimiento sino una decisión hasta los que aseguran que es un estado pasajero de locura. Quienes van de buenas personas se apuntan a que hay más felicidad en dar que en recibir (pura hipocresía) y luego está el que dice: «La felicidad me persigue, pero yo soy más rápido». Y es que hay quien relaciona la felicidad con la ignorancia, y se confiesa infeliz para no parecer tonto. De todos estos, el que se lleva la palma es Sigmund Freud cuando afirma: «Existen dos maneras de ser feliz, una es hacerse el idiota y la otra serlo». Lo que sí está claro es que en buena parte somos responsable de nuestra felicidad, porque como dicen el provebio hindú, cuando el sabio señala La Luna, el tonto se fija en el dedo. Bueno, y a lo mejor así es feliz.
En el uso cotidiano de la lengua es necesario combatir ferozmente la ideología machista. Ejemplos hay cientos en muchos ámbitos del lenguaje en los que se vulnera la dignidad de la mujer; uno de ellos es el del humor grueso, en el que la suegra suele aparecer como una bruja (nunca hay suegros malos) y la esposa del borracho del chiste (que es siempre un golfo integral y se le aplaude) como una fiera apostada detrás de la puerta con el palo de la escoba, demás de una tonta a la que fácilmente se puede engañar. Y así en muchos ámbitos, por lo que el uso de la lengua nunca debe discriminar, y en eso hay que ser beligerantes.