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Hoy es el último día

sFoto0290.jpgHoy es el último día de una época. Cuando acaben este noche las elecciones andaluzas, sea cual sea el resultado, la revolución conservadora se quitará definitivamente la careta y empezará a talar el bosque. Parece que ni se han enterado de que hay convocada una huelga general, y tampoco creo que vayan a mover un cero en los presupuestos que anuncian para el día 30. Mañana empieza un tiempo nuevo en el que se trata de desmantelar el estado de Bienestar. Aprovechan una crisis provocada para hacer una auténtica reconversión. Se puede decir más alto pero no más claro. ¿Vamos a seguir tragando el miedo que fabrican?

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Ciencia y conciencia

Si tratamos de muertos y aparecidos, entidades de otras dimensiones o capacidades adivinatorias entramos más en una novela de Stephen King que en asuntos que podamos racionalizar. Sin embargo, cuando se habla de determinados temas, y aunque parezca a primera vista que embocamos la senda del esoterismo, lo secreto, para internarnos en lo irracional, no siempre es así. Pensemos que las culturas primitivas pensaban que un volcán era un castigo de los dioses porque ignoraban su naturaleza, y luego hemos visto que, aunque puede ser un fenómeno muy destructivo, es un mecanismo geológico explicable desde la ciencia.zpapacviencia.JPG Por eso no hay que echar en saco roto algunas investigaciones casi siempre denostadas por los académicos, que tratan de explicar desde la ciencia situaciones irregulares o extraordinarias, como por ejemplo el aumento de determinadas enfermedades ocasionadas por distintos fenómenos físicos y químicos, como las corrientes electromagnéticas o las emanaciones de gas radón en las fallas tectónicas. Hace unos días me he tropezado con una de esas curiosidades que generalmente desestimo de entrada porque suelen venir del palabrerío embaucador. Pero esta vez me detuve porque quien hablaba era Annie Marquier, una científica francesa afincada en Canadá, que afirma que el corazón humano tiene información bioquímica mediante hormonas y neurotransmisores que pueden influir en nuestra percepción de la realidad y por tanto en nuestras reacciones. Asegura que el corazón no es un órgano mecánico como el riñón o el páncreas, sino que tiene una especie de cerebro independiente. Y afirma: «Es el corazón el que produce la hormona ANF, la que asegura el equilibrio general del cuerpo: la homeostasis. Uno de sus efectos es inhibir la producción de la hormona del estrés y producir y liberar oxitocina, la que se conoce como hormona del amor». Es decir, si hacemos caso a esta señora, uno se enamora con el corazón (que parece que se intuyó desde siempre), y cuando tenemos una corazonada que creemos intuitiva no es tal, sino la consecuencia de un razonamiento realizado por ese cerebrito adicional que dice que tenemos en el corazón. En todo caso, la ciencia avanza a menudo por caminos muy complejos, pues ya me dirá ustedes si no es para pensar que Einstein era un chamán cuando hablaba de la curvatura del tiempo. Claro que él aportaba ecuaciones y desarrollos matemáticos, y aunque sería bonito creer a Annie Marquier, no sé si ella podría aportar ante especialistas evidencias científicas de lo que dice, o sus teorías son solo charlatanería para vender libros de autoayuda.

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Camus, Krahe y la libertad de expresión

El miércoles 28 juzgarán al cantautor Javier Krahe, denunciado por ser autor del corto Cómo cocinar un crucifijo, y desde la libertad de expresión hay que poner el grito en el cielo. He visto el corto y, además de que nada aporta, es muy grosero, pero de momento el mal gusto no es delito (me parece). Cierto es que puede ofender a los cristianos, e incluso a los no creyentes, pero verlo es optativo. De manera que, aunque siempre he admirado a Krahe y me gusta su ironía, creo que esta vez se ha metido en un charco. Es libre de hacerlo y decepcionar a mucha gente, pero no por ello debería estar sentado en un banquillo.
Sobre la libertad de expresión habla un artículo escrito por Albert Camus en 1939, encontrado en un viejo archivo, que no pudo ver la luz entonces porque lo impidió la censura que ejercían los políticos y la clase dirigente y mediática que esperaba la inminente invasión alemana y ya maquinaba la manera de echarse en brazos del III Reich, cosa que finalmente hizo el llamado Gobierno de Vichy. zzzcamuusss.JPGLo que entonces escribió Camus es un manifiesto por la libertad de expresión y una hoja de ruta para quienes escriben para informar y opinar libremente. Según el gran escritor argelino-francés, las condiciones para que un periodista independiente no pierda su libertad son cuatro: lucidez, rechazo, ironía y obstinación, y afirma que, si un periodista no puede decir todo lo que piensa, puede no decir lo que no piensa o lo que cree que es falso. Para él, esta libertad negativa es, de lejos, la más importante de todas, ya que permite servir a la verdad en la medida humana de sus fuerzas. No se dice lo que no se quiere decir, y de lo que quiere que se sepa dice hasta donde hacerlo no le lleve al silencio, pues eso privaría al público de información y opinión, que fue lo que le pasó a él mismo con este artículo. Sobre la ironía escribe: «No vemos a Hitler, por poner un ejemplo entre otros posibles, utilizar la ironía socrática. La ironía es un arma sin precedentes contra los demasiado poderosos. Completa a la rebeldía en el sentido de que permite no solo rechazar lo que es falso, sino decir a menudo lo que es cierto». Y decía también: «los artículos más valientes se publican en Le Canard enchaîné (*).</em
Como se ve, el gran filósofo y novelista, entonces con tan solo 26 años, anunciaba a ciegas el futuro de la libertad de expresión en sociedades supuestamente democráticas. Lo mismo que Orwell pocos años después, lo vio venir. Por desgracia, ese artículo, pasados 73 años, sigue teniendo rabiosa actualidad, y es que el poder, cualquier tipo de poder, detesta que le digan la verdad a la cara.
(*)Le Canard enchainé (El pato encadenado) es un semanario satírico francés, fundado en 1915 y que sigue publicándose hoy. Entonces se le consideraba una publicación de segunda, porque también contenía historietas, cómics y astracanadas, pero era el que siempre decía las verdades envueltas en ironía, humor y creatividad.