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Los más de cuarenta ladrones de Alí Babá

Foto0826.jpgPor simplificar, diré que la RAE dice que la ética es el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana, porque si nos metemos en harina podríamos estar un ratito largo y finalmente habría que llamar a Rubén Benítez Florido para que nos delimite todos los aspectos que se han desarrollado durante milenios de pensamiento. Pero volviendo a la definición de la RAE, que es como la fugaz proyección de muchos siglos de comportamiento humano, habrá que convenir que estamos en el apogeo de una ópera bufa que en lugar de risa da asco. Nos hablan de una sacrosanta Constitución que se pasan por el arco del triunfo artículo por artículo, y se muestran como representantes del interés colectivo. Mientras tanto, tratan de vender a una Caja de Ahorros una colección de pinturas que los técnicos valoran en 3 millones en 54. Sí, sí, han leído bien, cincuenta y cuatro, con todas las letras. Esta vez no coló, pero hemos perdido la cuenta de las maniobras similiares que sí han colado. Y estos, otros y los de más allá, siguen ahí, dando lecciones de ética, culpabilizando a las víctimas (nosotros) de sus desmadres, sin guardar la más mínima línea estética, como si las leyes no fueran con ellos. Los jueces que tratan de poner orden acaban en el banquillo de los acusados, hay fiscales que se comportan como abogados defensores de los corruptos, que son cogidos en contradicciones y mentiras monumentales y a nadie se le cae la cara de vergüenza. Ya conocemos a Alí Babá, pero cuento los ladrones y me salen más de cuarenta.

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¿Sabemos realmente lo que está pasando?

Si decía Borges que la historia del siglo XX no podría escribirse por exceso de información, supongo que la del siglo XXI nos conduciría directamente a un bloqueo. Hay exceso de información, que circula por muchos canales diferentes, y muchas veces no sabemos lo que es verdad y lo que se monta como bulo interesado. Otra forma de desinformar es a través de la saturación, se habla tanto y tan repetidamente de un asunto que acaba creando cansancio, zzzDSCN4489.JPGy llega un momento en el que uno deja de prestar atención. Sospechamos que gobiernos y grandes corporaciones nos ocultan cosas, pero a veces no es así, sino que es tal la avalancha de datos, que nos causa estrés mental y es como si no dijeran nada. En otras ocasiones tenemos acceso a esos datos, que suelen ser exhaustivos, pero de nada nos vale porque luego vienen las interpretaciones. No somos físicos nucleares, economistas, sociólogos, biólogos, géologos y politólogos a la vez, para sacar una conclusión de una tabla de números sobre cualquier asunto importante. Al final, salen Fulano y Zutano, que son líderes de opinión reconocidos, y nos sumamos a su análisis. Pero eso tampoco es garantía de nada, porque la gente tiene su tempo, aunque no lo sepa, y así quien cree a Gabilondo desconfía de Anson, y al revés, además de que se duda de las valoraciones de voces diversas. El mismo hecho puede ser una maravilla o un desastre según quien lo diga y quien lo escuche. Como consecuencia, en una época en la que más medios existen para comunicarnos, cabe hacerse la pregunta de si en realidad sabemos, aunque sea de una manera aproximada, qué está pasando, y qué significa.

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Los fastos de Johanesburgo

zzz5555Foto0225.JPGLa despedida que los más altos dirigentes del mundo han dado a Mandela en «el mismo estadio en el que España ganó el Mundial de Fútbol 2010» (Rajoy dixit, qué torpeza) me ha hecho entrar en un océano de confusión. Lo único cierto, real y sincero es el pueblo sudafricano que celebra agradecido la vida Mandela, no llora su muerte, agradece haberlo tenido. Lo demás se me escapa. No se explica ese desfile de mandatarios, que llegan a Johanesburgo a decir una bellas palabras que incumplen, o simplemente a hacer de extras de lujo en un magno programa de televisión. Si los gobernantes que se dieron cita en ese acto quisieran, el mundo cambiaría en cinco minutos, casi como por arte de magia, chasqueando los dedos. Tienen en sus manos el poder para detener guerras, evitar hambrunas, cambiar la opresión por libertad. Y lo único que hacen es gastarse un dineral a cuenta de sus presupuestos nacionales para ir a Sudáfrica y hacerse una foto, como la que se hacían con el móvil un exultante Obama junto a la primera ministra de Dinamarca (parecían dos adolescentes en una fiesta). Me pregunto cuánto habrá costado al mundo la presencia de tantos mandatarios, tantas estrellas del espectáculo, tantos personajes que fueron y ya no son (Clinton, Sarkozy, Kofi Annan…) Muchos millones, para luego regresar y olvidarse de sus palabras en aquel estadio y hasta de que Mandela alguna vez haya existido. ¿Estaría de acuerdo Mandela con unos fastos así alrededor de su cadáver aun caliente?