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Indígenas

Desde 1994 se celebra cada 9 de agosto el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas, una fecha, como otra cualquiera en la que lo que se celebra es precisamente porque necesita ser recordado.
321.jpgLas naciones que lideran el mundo, sobre todo la vieja Europa, arrastran mucha sangre en su memoria sobre los pueblos indígenas de cuatro continentes. En su trabajo Caraballo mató un gallo, el poeta y compositor uruguayo Manuel Picón dice con humor negro: «Los indios metían mucho ruido y no dejaban dormir. Hubo que degollarlos. Algunos murieron».
Se ha faltado al más elemental respeto a los Derechos Humanos, y se sigue usando el menosprecio, como cuando Evo Morales, Presidente indio de Bolivia, viste esos llamativos jerseys de pelo de llama. En Europa se siguen burlando, y les sigue pareciendo bien vestirse de pingüino para ir a la ópera.

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Olimpiadas

El ser humano tiene la mala costumbre de manchar todo lo que toca, y los Juegos Olímpicos no iban a ser una excepción.
aros.jpgEl espíritu olímpico se supone que es noble, haciendo caso a la frase del Barón de Coubertein cuando decía que lo importante es participar. Hemos visto que no, que hay que ganar, a veces como sea, y así han infringido el código ético atletas muy celebrados, porque una medalla de oro significa mucho dinero en según qué modalidades.
En cuanto a los estados, ahí la cosa se complica más. Si hablamos de la ultilización de la Alemania nazi de los Juegos de 1936 se nos salen los colores, y hemos visto cómo fueron boicoteadas las ediciones de Moscú y Los Angeles, siempre por política. Ahora estamos asistiendo a burradas tremendas realizadas por los chinos, que han «limpiado» la capital de los Juegos de lo que ellos consideran feo. Puro racismo al que las naciones del mundo y el Comité Olímpico han cerrado los ojos. Y es que hay mucho dinero en juego.

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Muerte nuclear

El seis de agosto de 1945 fue lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima la primera bomba atómica contra seres humanos.
Hiroshima.jpgEl 9 de agosto, tres días después, lanzaron una segunda bomba sobre la ciudad de Nagasaki. Lo que aquello significó en la historia de la Humanida ha sido más que debatido, pero hoy, 63 años después, conviene recordarlo. Está claro que no hemos aprendido nada de nuestros errores, y el hombre sigue preparándose para destruir al hombre, porque por este camino volaremos todos en pedazos.
Y como siempre digo, siempre conviene no olvidar a los responsables de tanta desgracia: a Harry Truman, el Presidente norteamericano que dio la orden y a Paul Tibetts, el piloto que pretó el botón de la destrucción masiva. La memoria es una obligación de la Humanidad.