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Dios nos coja confesados

Confesionario.jpgEs en los momentos difíciles cuando hay que dar la talla, y es evidente que nuestro políticos no la están dando en este punto del camino en el que la crisis financiera es más que una amenaza. Ha bastado una llamada telefónica para que hablen los dirigentes de la Europa más rica y una indicación de Zapatero para que Sarkozy convoque a los 27. El Primer Ministro británico ha hablado con el líder de la oposición sin mayores algaradas y, en fin, parece que lo normal en estos casos es que haya unidad de acción ante graves problemas de Estado, y en este caso más, porque sobrepasa cualquier frontera.
En España no. Aquí sigue funcionando el «sostenella y no enmendalla». Y de eso acuso a todos los políticos, sin excepción, porque da vergüenza ajena que para la inevitable reunión de Zapatero con Rajoy hayan tenido que reunirse (y pre-reunirse) Solbes y Montoro. El PP no arrima el hombro, pone condiciones y provoca imagen de desunión. El PSOE sigue con su velocidad de crucero y no quiere oír hablar de alternativas que no sean las suyas. Así no vamos a ninguna parte, y que no vengan a decirme que son hombres de Estado aquellos que anteponen las miserias de sus luchas partidistas al país al que supuestamente sirven. Los que hablan de patriotismo ahora tienen ocasión de demostrarlo, que ese esunto no es sólo fanfarrias, banderas y desfiles.
Como sucedió en un evento puntual terrible como el 11-M, el gobierno -de cualquier signo- se las arregla solo, no cuenta con nadie, y se echa en falta una declaración institucional de la Cámara de Diputados, una fotografía con los portavoces parlamentarios todos a una para afrontar el problema. Aquí cada cual va a ver cómo saca tajada. Ojalá tenga que desdecirme en los próximos días, pero de momento está claro que a esta generación política -a toda- le queda ancho el traje de estadista. Como mucho son partidistas, aledeanistas, caprichosos, interesados… Unas joyas que parecen obedecer a la consigna «cuanto peor, mejor«. Dios nos coja confesados.

(Así se explica el confesionario de la foto).

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El ringorrango del 12 de Octubre

Hispanidad.jpg
El Yin:
No es cierto que la Hispanidad sea la expresión de la más grande epopeya realizada por el hombre, como nos quisieron hacer creer durante décadas; tampoco es justo decir que la Hispanidad es una gran mentira, la negatividad absoluta para América. Siempre nos tientan los maximalismos, y entre la epopeya y la mentira yo me quedo con la Historia y la realidad. Es histórico que hubo salvajadas, mestizaje, criollismo y discriminación como en cualquier conquista, y también que el castellano se extendió por toda América; la realidad es ahora que más de trescientos millones de personas hablan una misma lengua, que hay valores culturales que compartimos y que el colonialismo económico sigue azotando a gran parte de América. La Hispanidad es al final la lengua y la emigración, pero debiera ser la solidaridad y el conocimiento de los pueblos con sus mentiras y sus verdades contadas en castellano.
El Yan:
En San Salvador, Guatemala o Managua hay cientos de bandas juveniles armadas que se matan por la heroína o por el territorio. En Chiapas y Guerrero sigue existiendo el feudalismo. Los mineros que extraen las esmeraldas colombianas viven en chabolas y pasan hambre. El 70% de la riqueza de Paraguay es propiedad de 16 familias. Haití es el país más pobre del planeta. Niños venezolanos son raptados y asesinados para comerciar con sus órganos en un lucrativo mercado internacional. Miles de muchachas latinoamericanas, huyendo de la miseria, ejercen la prostitución en Europa y Estados Unidos. Otras tantas son vendidas en la trata de blancas. En Ciudad Juaréz matan mujeres a centenares y nadie pone coto. Los indios andinos de Perú, Bolivia y Ecuador son curiosidades turísticas, viven en la pobreza y se menosprecia su cultura; por eso molesta tanto que Evo Morales sea Presidente.
Eso también es Hispanidad, tanto o más que los telegramas que Georges Bush le envía al Rey de España por estas fechas.

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El respeto

Yin_yang.jpgSobre la religión -cualquier religión- se ha dicho de todo, desde que es una fuente de valores eternos a que es el opio del pueblo. Como en tantas otras cosas, los maximalismos conducen siempre a callejones sin salida, y tan fanático es el que se juramenta religiosamente más allá de los límites de la cordura como el que se atrinchera en la racionalidad inocua que sólo admite lo que cabe en la ciencia conocida.
Desde el fanatismo que ha conducido a cruzadas, guerras santas, odios seculares y creencias unívocas, hasta la coexistencia de diversos credos, ha habido y hay de todo. Es indudable que uno se alista en lo segundo, y ha renunciado hace mucho tiempo a debatir algo tan íntimo, tan personal, como las propias creencias, que incluso tienen matices individuales dentro de un mismo credo genérico.
Por eso, cuando se habla de religión, hay que reclamar, ante y sobre todo, respeto. Y al mismo tiempo respeto para los no creyentes, porque todo ser humano tiene su manera de enfrentarse a lo irracional.