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Un gran sueño

zinoc.JPGHay días en los que ocurren cosas que no suceden en años. Hoy es uno de ellos y por eso estoy emocionado. Ya es oficial que el Vaticano va a permitir el matrimonio de los sacerdotes y el sacerdocio femenino, el PP y el PSOE han anunciado que se acabó el enfrentamiento y que van a hacer una política de Estado, estén en el gobierno o en la oposición, Sarkozy ha conseguido que en Marruecos se instaure una monarquía parlamentaria al uso europeo, y Europa va a ser una comunidad federal con objetivos comunes. Magnífico.
También me ha sorprendido que Barak Obama haya aceptado la invitación canaria y venga a pasar aquí la Nochevieja, en un pago cumbrero de esta isla, bailando a los sones de la orquesta Guayedra y comiendo piñas asadas. Parece ser que el hombre quiere algo rural, para descansar de tanto jaleo, y luego ocupará una habitación del Parador de la Cruz de Tejeda. No voy a poder verlo porque yo pasaré el fin de año en Tahití, bañándome en sus playas coralinas.
La verdad es que es una paliza preparar un viaje al otro lado del mundo y me da tanta pereza un recorrido tan largo que a veces me digo que todo es un sueño, una gran mentira, aunque lo del primer párrafo estaría bien, la pena es que hoy es día de los Inocentes.

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Los silencios de Pio XII

Pio XII fue uno de los Papas cruciales del siglo XX. Los grancanarios lo tenemos, además, por especial, porque ha sido el único pontífice que ha pisado nuestra tierra, poco antes de convertirse en Papa, cuando regresaba en barco del XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires (1934-35), una de las convocatorias eclesiales más importantes del siglo pasado, después, por supuesto, del Concilio Vaticano II.
El cardenal Pacelli fue un hombre muy brillante, de una talla intelectual a la que en muchas centurias sólo León XIII y el actual Benedicto XVI pueden compararse en su trayectoria hasta llegar al papado y en su ejercicio. Es evidente que, como todos los pensadores, es discutible a favor y en contra. Pero esta característica es importante, porque, es de suponer, por lo tanto, que sus palabras y sus silencios nunca obedecían a impulsos o improvisaciones, sino que fueron fruto de una profunda reflexión, iluminada por su preclara inteligencia y sólida formación.
Ahora que se habla de su proceso de canonización, que puede coincidir en su término con el de Juan Pablo II -aunque el de Pacelli lleva décadas abierto-, se vuelve a hablar de una figura clave de la Iglesia Católica, de su decidida colaboración en la reconstrucción de Europa después de la II Guerra Mundial, pero sobre todo de sus silencios inexplicables ante el holocausto (recomiendo ir al videoclub y revisar la película Amén, de Costa-Gavras). Pero siempre nos movemos en el terreno de las hipótesis, y la única certeza son sus silencios, pero no sus razones. Tal vez, con tanta documentación sobre la mesa, empecemos a saber la verdad sobre un personaje que es objeto de las más encendidas controversias.

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El pensamiento de grupo

zcasab.JPGVivimos un tiempo en el que lo políticamente correcto se convierte con frecuencia en una especie de perversión de la expresión del pensamiento. Hay que ir con pies de plomo cuando se habla de determinados temas, pues se corre el riesgo de se coja el rábano por las hojas y, sin más reflexión, acusen a cualquiera de racista, xenófobo, machista, homófobo, irresponsable con la salud o como mínimo desconsiderado.
El pensamiento único haría hoy inviables muchas obras artísticas que han marcado nuestra cultura. Hoy, el pensamiento de grupo se echaría encima de novelas como Lolita, por incitación a la pederastia o El túnel, por justificación machista del asesinato, y así con docenas de libros, cuadros o películas, que tratan temas delicados. Cómo será el asunto, que han acusado a Casablanca de machista, porque son los varones de la película los que toman decisiones sobre la elección del futuro de la mujer protagonista. Si hablamos de artículos de prensa, el asunto toma dimensiones que rozan con la libertad de expresión, porque se palpa la autocensura para evitar cualquier acusación.
En lo que no hay límites es en el uso de la violencia y el sexo de consumo, y debiera haberlos porque crean conductas en los menores, que tienen acceso a esos contenido porque ya nadie respeta los horarios. Además, en la publicidad sí que aparece el machismo y todo lo demás, pero como es tan sutil muchas veces se cuela. Es decir, no se pueden hacer determinadas películas o escribir determinados libros que serían aportaciones al debate, pero sí que se puede hacer un anuncio y se eleva a la categoría de genialidad la exacerbada violencia de las películas de Tarantino.