El pensamiento de grupo
Vivimos un tiempo en el que lo políticamente correcto se convierte con frecuencia en una especie de perversión de la expresión del pensamiento. Hay que ir con pies de plomo cuando se habla de determinados temas, pues se corre el riesgo de se coja el rábano por las hojas y, sin más reflexión, acusen a cualquiera de racista, xenófobo, machista, homófobo, irresponsable con la salud o como mínimo desconsiderado.
El pensamiento único haría hoy inviables muchas obras artísticas que han marcado nuestra cultura. Hoy, el pensamiento de grupo se echaría encima de novelas como Lolita, por incitación a la pederastia o El túnel, por justificación machista del asesinato, y así con docenas de libros, cuadros o películas, que tratan temas delicados. Cómo será el asunto, que han acusado a Casablanca de machista, porque son los varones de la película los que toman decisiones sobre la elección del futuro de la mujer protagonista. Si hablamos de artículos de prensa, el asunto toma dimensiones que rozan con la libertad de expresión, porque se palpa la autocensura para evitar cualquier acusación.
En lo que no hay límites es en el uso de la violencia y el sexo de consumo, y debiera haberlos porque crean conductas en los menores, que tienen acceso a esos contenido porque ya nadie respeta los horarios. Además, en la publicidad sí que aparece el machismo y todo lo demás, pero como es tan sutil muchas veces se cuela. Es decir, no se pueden hacer determinadas películas o escribir determinados libros que serían aportaciones al debate, pero sí que se puede hacer un anuncio y se eleva a la categoría de genialidad la exacerbada violencia de las películas de Tarantino.