Cuba y las dictaduras
Es evidente que la izquierda europea ha tenido siempre un trato especial con Cuba, seguramente porque derribar a Batista hace 50 años fue todo un logro y valía como ejemplo ante las dictaduras bananeras de todo el continente, pues no olvidemos que entonces estaban en su apogeo Trujillo en la República Dominicana, Duvalier «Papa Doc» en Haití, Somoza en Nicaragua y Batista en Cuba. Acabar con uno de ellos era todo un desafío en el patio trasero de Estados Unidos, y de ahí le vino la simpatía, y por ello intelectuales de la talla de Vargas Llosa o Cabrera Infante estuvieron al lado de Castro. Luego, cuando vieron que fue cambiar dictadura por dictadura, se le opusieron, y bien que pagaron la factura ante la izquierda.
Ahora mismo en América Latina hay dictaduras encubiertas que son en realidad gobiernos títere, y nadie dice nada. El saqueo que los partidos supuestamente democráticos realizaron en la rica Venezuela nunca tuvo la menor crítica. Pero eso no es disculpa para decir bien claro que el personalismo y el uso de la fuerza contra quienes piensan distinto de Chávez o Evo Morales (por mucha coartada indigenista que enarbole) no es de recibo, y una dictadura es una dictadura sea del color que sea, porque cercena la libertad, y las revoluciones que cambian un totalitarismo por otro son todas repudiables. El partido único, el culto a la personalidad del líder y tantas lacras que hemos sufrido a uno y otro lado de las ideologías nos dice que hay que oponerse a los Stalin, Hitler, Castro, Chávez, Franco, Mussolini y toda la caterva de monigotes que llegan al poder por unas urnas manipuladas. Siempre es una casta la que se impone a otra, y eso no es democracia.
También resulta vergonzante que Occidente diga que quiere imponer la democracia en Afganistán pero deja que en un país medieval como Arabia Saudí haya desigualdades abismales y se cometan todos los días cientos de violaciones de los Derechos Humanos. Es el precio del petróleo y la cara dura de la hipocresía. Pero repito, lo de Cuba tiene que acabar, por muchos paños calientes que le pongamos, por mucho que nos gusten Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, es una dictadura. Ya no sirve el argumento del bloqueo americano, Obama lo ha levantado pero todo sigue igual.