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Avatar

Ha pasado casi una semana de los Oscars y la verdad es que se habla poco de ellos, más bien nada, seguramente porque este ha sido un año de poco brillo, a pesar de que parecía que Avatar iba a batir el famoso récord de Titánic, Ben-Hur y West side story. Pero no, porque con ser un dechado de tecnología no acaba de convencer como obra de ficción.
ajazz.JPGAvatar puede que pase a la historia por ser pionera en las nuevas técnicas, como The Toll of the Sea (1922), que fue la primera película en color, o The Jazz Singer (1927), que fue a su vez la primera en incorporar diálogos sonoros. Luego ha habido otros logros en el cine, como la perfección cromática del Technicolor, que fue realizada por primera vez al mismo tiempo en 1939 por dos grandes películas: Lo que el viento se llevó y El mago de Oz.
Avatar será como las dos primeras, quedará como un hito tecnológico pero nada más (y no es poco). Y puede incluso que tampoco, si no se generaliza el uso de las tres dimensiones, porque hubo otros sistemas muy impactantes en su época, como el Cinerama, en el que se realizaron en los años sesenta películas como La conquista del Oeste, que fueron rápidamente superados por otros sistemas. Si lo ideado por Cameron aguanta setenta años como el Technicolor, habrá entrado en la historia; de lo contrario, pasará como un intento más.
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La foto es de The jazz singer.

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Delibes: el último y el primero

Con la muerte de Miguel Delibes se cierra un ciclo importante de la novela española, la que empezó inmediatamente después de la guerra y llenó gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Este ciclo se inauguró a principios de los años cuarenta con la novela Javier Mariño, de Torrente Ballester, La familia de Pascual Duarte, de Cela, Nada, de Carmen Laforet y se remachó a finales de esa misma década cuando Delibes se dio a conocer en el Premio Nadal con La sombra del ciprés es alargada. De esa época son también Agustín de Foxá y queda Ana María Matute, con una obra tal vez no suficientemente reconocida, lo mismo que ocurrió con otra gran escritora, Carmen Martín Gaite.
migueldelibes640480[1].jpgCarmen Laforet dejó muy pronto la presencia pública y Torrente fue apartado por sus ideas, aunque en su momento formó parte del grupo de intelectuales falangistas (Laín Entralgo, Ridruejo, Sánchez Mazas). De esta manera, el dúo Cela-Delibes se convirtió durante décadas en una especie de mano a mano, como siempre suele ocurrir en España: Joselito-Belmonte, Madrid-Barça… Fueron como el agua y el aceite, Cela ruidoso y prepotente, Delibes laborioso, callado y humilde, dejando que su obra fuese la que caminase.
Su larga lista de títulos son un acta de la forma de vida de un país atrasado, que él metía de equipaje y casi oculto en sus narraciones. Ironizaba sobre las flaquezas humanas, como sucede en El disputado voto del Señor Cayo o Mi idolatrado hijo Sisí, casi sin que se notase. Luego escribió una diatriba que ya es un clásico, Cinco horas con Mario, y su última novela, El hereje, para mí la mejor de todas, en la que por primera vez sale de lo cotidiano y construye una de las novelas histórica más serias que se han escrito en España en los últimos años. Don Miguel Delibes y sus laísmos castellanos han cerrado el escritorio. Descanse en paz, porque, además (y no es poco) fue un buen hombre y un escritor honesto con su escritura.

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El fútbol y la vida

Lo que rodea al fútbol es tan volátil, que un milímetro en la dirección de un remate a puerta puede cambiar la percepción de todo. El Real Madrid estuvo toda la semana dando la sensación de ser una apisonadora, después de haberle remontado dos goles al Sevilla y haber tomado la cabeza de la liga. En la mente de los aficionados, el Barcelona aparecía cansado, herido y condenado a perder la preponderancia ganada el año anterior.
luna3.JPGLlega el Olympique de Lyon y deja al Real Madrid fuera de Europa, y dicho así parece tremendo, que es la losa que están sufriendo ahora los seguidores del equipo blanco. Ahora parece que ya ni siquiera hay fuerza para seguir delante del Barça. Pero fíjense qué caprichoso es el fútbol: cuando el Madrid ganaba 1-0, Higuaín tiró a puerta vacía, y el balón, encaprichado por el aire, por ese milímetro de giro angular de la bota del argentino o por el destino, se fue al poste. Habiendo hecho lo mismo, el gol pudo haber entrado, y ya nada sería lo mismo. Pero no entró, y de nada valen los 96 millones de Cristiano Ronaldo, porque cuando se plantean así las cosas, no ser campeones es un fracaso.
Esa es la gran tragedia del Madrid y del Barça, y el fútbol es así de caprichoso. De manera que tomemos nota con el Mundial, porque si bien España juega de lujo y es hoy la mejor del mundo, la pelotita tendrá que entrar, y ojalá entre para que al menos tengamos una alegría, porque, no lo olvidemos, antes que nada el fútbol es un juego, sólo un juego. Como la vida, y lo que le ha pasado al Madrid es una metáfora de nuestra existencia, cuando hacemos castillos en el aire y se desmoronan en segundos, porque la vida está llena de postes, de ráfagas de aire y de errores milimétricos, como el de Higuaín.