Publicado el

La huelga


Las declaraciones de los dirigentes del PP, especialmente las de Mª Dolores de Cospedal, hablan de la huelga con si de una conspiración maléfica se tratara, criminalizando un derecho que está recogido en la Constitución (Art. 28.2) y que es un instrumento en manos de los trabajadores cuando tratan de hacer ver su fuerza. Es que la calle les molesta, pues todos recordamos cómo llamaban pancarteros a los actores que se manifestaban contra la guerra. El argumento es que la huelga da mala imagen y daña la economía, pero nada dicen de cómo se están aprovechando de los huecos enormes que deja la nueva Reforma Laboral para «limpiar» las empresas y engrosar las listas del paro, que encima siguen cargando en la cuenta de Zapatero.
sFoto0292.jpgEl anterior Gobierno es responsable justo hasta el 22 de diciembre pasado; hace tres meses que no está, y ahora la responsabilidadrs del nuevo Gobierno, a partir del primer parado del día siguiente de su toma de posesión. Y la huelga es un instrumento para intentar que el Gobierno razone y se dé cuenta de que con estas medidas se paraliza aun más la economía y se destruyen empleos y empresas, porque las PYMEs son las primera afectadas de la disminución del consumo. Por lo visto, tampoco importan las empresas que no sean gigantes, y que por cierto generan el 80% del empleo. Ante esto, las fuerzas sociales tienen que oponerse sí o sí. Es verdad que la trayectoria de las dos grandes centrales sindicales es manifiestamente mejorable, pero no hay otra cera que la que arde, y es impresionante cómo se ha tocado a degüello para crear la idea de que los sindicatos en realidad no representan a los trabajadores. Sin grandes sindicatos no hay negociación colectiva, y sin esta los trabajadores están vendidos por el miedo y porque el conflico, en lugar de ser institucional, es personal. Y claro, aunque el derecho a la negociación colectiva también figura en la Constitución (Art. 37.1), se lo quieren saltar por dos vías, la del decretazo de la Reforma y a la vez dinamitando a los sindicatos ante la opinión pública. Sigue apareciendo, pero son tantas las modificaciones que en la práctica los convenios colectivos pueden convertirse en papel mojado. Nunca pensé que se pudiera actuar en política con tal descaro.

Aprovechando la crisis y la mayoría absoluta,
la revolución conservadora va a toda máquina.

Publicado el

La felicidad

zM-LUISA1.JPGLa búsqueda de la felicidad es una constante en la vida del ser humano. Nadie sabe qué es y racionalmente entiende que otra persona debería ser feliz por sus condiciones y su situación, pero cada uno se siente infeliz o al menos no plenamente satisfecho. Muchos han intentado definirla, y a veces de forma contradictoria, pues mientras los chinos dicen que felicidad es hacer lo que se desea y desear lo que se hace, Jean-Paul Sartre afirmaba que no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace. O sea, un trabalenguas. Y luego están los que se dedican predicar la felicidad es interior, y por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Hay definiciones de la felicidad para todos los gustos, desde los que dicen que no es un sentimiento sino una decisión hasta los que aseguran que es un estado pasajero de locura. Quienes van de buenas personas se apuntan a que hay más felicidad en dar que en recibir (pura hipocresía) y luego está el que dice: «La felicidad me persigue, pero yo soy más rápido». Y es que hay quien relaciona la felicidad con la ignorancia, y se confiesa infeliz para no parecer tonto. De todos estos, el que se lleva la palma es Sigmund Freud cuando afirma: «Existen dos maneras de ser feliz, una es hacerse el idiota y la otra serlo». Lo que sí está claro es que en buena parte somos responsable de nuestra felicidad, porque como dicen el provebio hindú, cuando el sabio señala La Luna, el tonto se fija en el dedo. Bueno, y a lo mejor así es feliz.