De aquello polvos estos lodos
Seríamos ingenuos si calificáramos el asesinato a sangre fría de varias personas en una escuela judía de Toulouse como la obra de un loco, tal como sucedió en Noruega el verano pasado con la masacre de unos jóvenes reunidos en una isla frente a Oslo. Los locos de esta especie surgen de una base social ultraderechista, que es el caldo de cultivo para crear doctrinas que predican la destrucción de todo lo diferente. En Francia esta vez han ido contra los judíos, pero ya hemos visto que en toda Europa crece la fobia a lo que no entendemos, y eso se produce por el fortalecimiento de los grupos neonazis. Juancho Armas Marcelo comentaba hace unos días en su blog que resulta inquietante que hasta en las pasarelas de moda haya cada día más ropa y zapatos con corte nazi: botas de caña alta relucientes, cazadoras que recuerdas uniformes de la Gestapo, gorras de plato y visera muy características. Se empieza vistiendo esos atuendo belicosos y totalitarios y se termina matando a los diferentes. Curiosamente, ni los nazis hitlerianos ni los de ahora han dado un palo al agua, no han hecho aportación alguna a la sociedad y casi siempre descargan contra los que sí arriman el hombro, sea cual sea el color de su piel o su religión. Hace meses que denuncié en este mismo lugar que los grupos neonazis no se toman en cuenta en España y hay ayuntamientos que ceden sus instalaciones para que celebren actos de reafirmación, que son claramente anticonstitucionales y desde luego nada democráticos. Y es como una bola de nieve; si la dejamos rodar crecerá y puede que nos pase por encima.
Ahora lo llenarán de reconocimientos póstumos y estoy seguro que, allá donde esté, se partirá de risa. Fue un gran actor dramático, con una voz como pocas en la escena española, y cantaba como los ángeles. Por eso participó en comedias y musicales y fue uno de los galanes cimeros de la revista, y así lo etiquetaron aunque hiciera como nadie el monólogo de Segismundo. Valladares también tenía la virtud de desaparecer detrás de sus personajes y eso que es un don en el teatro es un problema a la hora de las medallas. Se recuerdan sus personajes, no a él. La comedia, el sainete, la revista y los géneros que buscan la sonrisa tienen poco prestigio, aunque muchas veces detrás de esa carcajada viene un mensaje muy profundo. Por eso el gran teatro de Arniches, Jardiel, Muñoz-Seca o Mihura tienen menos predicamento que el llamado teatro serio. Poniendo patas arriba lo establecido se hace reír, y a la vez se critica. Pero la risa no es respetada, y por eso Paco Valladares, uno de los más grandes actores del teatro español durante décadas, se ha ido sin reconocimientos oficiales. Tiene el del público, que al fin y al cabo es el que más debe importar a un actor, y él se sentía reconocido con el aplauso, que es el premio máximo para quienes deciden se cómicos, palabra noble donde las haya.