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Fuentes, un chamán de la novela en español

Con la muerte de Carlos Fuentes, no sólo desaparece un gigante de la novela en español, sino un ensayista que supo heredar a Alfonso Reyes y es con Monsiváis y Octavio Paz el más eficaz cirujano de México y uno de lo mejores de América Latina. La mayor parte de la gente que lee hoy a los autores españoles y latinamericanos no suele percatarse de la importancia que el Boom de los años sesenta tuvo para nuestra lengua y para la novela en general. Y uno de los artífices fue Carlos Fuentes. Por eso, la novela está hoy de luto, y América Latina ha perdido a uno de sus mayores valedores.
Cuando en los años sesenta la novela hispanoamericana dio un campanazo que se oyó más allá de nuestra lengua, ya se hablaba de que los tres mosqueteros de aquella generación literaria eran García Márquez, Cabrera Infante y Carlos Fuentes, pero en lugar de un D’Artagnan había dos, uno mayor que ellos, Julio Cortázar, y otro más joven, Vargas LLosa, aunque tampoco andaban lejos Lezama, Donoso y Rosa Bastos. Aquello fue un festival que había empezado con menos ruido en las décadas anteriores con Carpentier, Asturias, Uslar Pietri, Sábato, Onetti. Entre todos, pusieron sobre la mesa tres docenas de obras maestras que incomodaron a los novelistas españoles, pero aquello era un ciclón, en el que también empujaban Bioy Casares, Mujica Láinez, Rulfo, Gómez Valderrama, Otero Silva… Hasta la cuentística de Borges y Arreola tuvo que ver con todo aquello. Fue como el renacimiento de la novela en español, que había tenido su último siglo de oro en el realismo, con fogonazos puntuales lanzados por Valle-Inclán, Baroja y Cela. La actual narrativa española le debe mucho a estos autores, aunque muchos lo ignoren o ncluso lo nieguen.
zcarlos_fuentes.jpgCarlos Fuentes estuvo hace unos años en Las Palmas. Dio una conferencia que más bien parecía un monólogo teatral. Era un maestro de la palabra y sabía llevarse al auditorio a su terreno. Era un elegante seductor, un gentleman, y a la vez un aliado de la verdad. Su gran talento como creador y como observador de la realidad dio lugar a una obra narrativa y ensayística abrumadora, y no podemos olvidar su estrecha relación con el cine, no solo porque muchas de sus novelas fueron adaptadas a la pantalla, sino que trabajó el guión como si fuese un género literario. De sus muchos trabajos, me viene a la memoria la adaptación que realizó de Pedro Páramo, la singular novela de Rulfo. De unos años a esta parte, estos gigantes han ido desapareciendo. García Márquez sigue vivo (aunque anteayer en Twitter circuló el falso rumor de que había muerto); en cualquier caso, las noticias que nos llegan de él no son buenas. Y ahora se va Fuentes, la novela en español se va quedando sin sus chamanes. Nos encomendamos al que sigue en plenitud y que casualmente anda estos días por Las Palmas: Mario Vargas Llosa, que al irse diluyendo quintetos, póckers y triunviratos, queda como el único Pontífice de la novela en español. No es por eliminación, es que antes había muchos, un concilio pontifical y todos y cada uno de ellos eran Sumos Sacerdotes. Descanse en paz Carlos Fuentes.

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NOTA ADICIONAL: Ayer se lamentaba el presidente mexicano de que Carlos Fuentes hubiera muerto sin el Premio Nobel. Tenía categoría y obra más que sobrada para ello, pero es que en este ramillete de narradores podría haber recaído un docena de Nobel, porque son a cual más grande (se me quedó en el tintero Alvaro Mutis). El Nobel es una lotería entre merecedores al galardón, pero no es poco que haya en estas dos generaciones narrativas nada menos que DIEZ Cervantes y TRES Nobel. La cifra crece con los poetas (Paz, Parra, Gelman) lo que da idea de la potencia del español en América. Los que no lo alcanzaron, como Borges, Cortázar, Onetti o el propio Fuentes, serán dentro de un siglo igual de grandes que los premiados, el premio es solo una circunstancia social.

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El Boss

bruce-main[1].jpgNo cabe duda de que la actuación de Bruce Springsteen esta noche quedará fichada en los anales de Canarias en la misma medida que la de hace unos años Michael Jackson en Tenerife o alguno de los irrepetibles de la música clásica que han pasado por aquí. Siempre digo (lo digo tanto que hasta de eso me salió una novela) que Canarias es un lugar en el que los que verdaderamente dejan huella son los transeúntes. Nacer, vivir y morir aquí no se valora, y también he dicho que para que reconozcan a alguien aquí hay que vivir media vida -o más- fuera (Chirino), o venirse a Canarias cuando ya se tiene medio vivida (Gelu Barbu). Es lo que tiene ser isleños, aunque todavía no entiendo esa fascinación por los transeúntes en esta tierra; eso se deja para lugares perdidos por donde no pasa nadie, y si alguien llega una vez se monta la fiesta eterna, como les pasa en las islas Galápagos con Darwin. Pero es que por aquí han pasado centenares de figuras que están en letras muy grandes en la memoria del planeta, desde el primer descubridor Cristóbal Colón hasta el más reciente y afamado, el astronauta Neil Armstrong. Pero aquí seguimos, fascinados porque llega el «El Boss». Por otra parte, hay que decir que aunque suelen venir a actuar grandes figuras del espectáculo, también es verdad que de las gigantescas muy pocas, y desde luego Springsteen lo es, porque, salvo el mencionado Michael Jackson, no llegan hasta aquí con frecuencia Madonnas y Sinatras. Por eso tal vez hoy haya que hacer una excepción y considerar que la actuación en vivo del «Boss» será para contarla a las generaciones futuras.

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Como antes

Alguna vez todos hemos jugado con fichas de dominó puestas en vertical, colocadas una detrás de otra, haciendo que al empujar la primera caigan todas las demás. Así está sucediendo con los gobiernos de toda Europa. La crisis se ha llevado por delante a unos cuantos; primero empezó con los llamados progresistas del sur y con el laborista británico Gordon Brown, y los conservadores creyeron que había llegado su gran momento zz66143_298[1].jpgporque habían fracasado las políticas socialdemócratas. Luego se ha visto que no, que lo que estaba podrido era todo el sistema, y han empezado a caer como fichas de dominó los conservadores. Al ruido originado por la derrota de Sarkozy le siguen los crujidos que en Alemania da el partido de Merkel en las elecciones sucesivas en distintos territorios federales alemanes. Es la tamborada del anuncio de que el próximo año puede haber un cambio en Alemania. La crisis no entiende de siglas políticas, la gente vota lo contrario de lo que está en el poder por si suena la flauta. Pero no nos engañemos, que Hollande sea presidente de Francia o que incluso lleguen a mandar a Merkel a su casa no obrará el mlagro de los panes y los peces. Pasa lo mismo que cuando muchos pensaban que la llegada a la Casa Blanca de un afroamericano iba a significar algo. Pues no, es solo un dato para las estadísticas, porque Obama es antes que nada el Presidente de Estados Unidos y, en lo esencial, hace lo mismo que sus antecesores. Por eso, la tímida esperanza que supone que Alemania y Francia puedan estar lideradas por socialdemócratas no debe llevarnos a engaño. Son las dos potencias vertebrales de la UE y de la eurozona y tratarán de mantener su hegemonía a toda costa. De modo que la única esperanza en el cambio está en la fuerza que pueda generar la calle unida. Como antes.