Las democracia real los confunde
Leo en un titular de la prensa digital que los diputados están consternados porque la manifestación del 25-S era un rechazo a la política. No es un rechazo a la política, porque la política es una herramienta para generar dinámicas que velen por el interés general, y se hace política hasta por omisión. Esos que dicen que son apolíticos o que la política no va con ellos están haciendo política sin quererlo. Por lo tanto, sería una contradicción que el 25-S fuese un rechazo a la política cuando es en sí mismo política pura y dura.
Lo que sí se rechaza es una determinada forma de hacer política, anquilosada, profesionalizada en el peor sentido de la palabra e inúltil para el servicio ciudadano, que vive a remolque de fuerzas de dudoso ADN democrático. La meta de la política no es alcanzar el poder y quedarse ahí, es alcanzarlo para buscar soluciones e inventar el futuro. Y cada vez está más claro que el actual sistema se ha quedado viejo, si es que alguna vez sirvió para algo. La regeneración tiene que ser sí o sí, o de lo contrario el sistema se devorará a sí mismo, como de hecho está pasando. Pero los partidos políticos, con sus estructuras decimonónicas y poco democráticas, siguen aferrados a la inercia, pero ya casi no hay empuje. Por eso están haciendo apuestas temerarias, predican llegar a un punto pero no tienen ni idea de cuál es el siguiente paso. Hacen una especie de campaña electoral, pero no se trata de buscar votos sino soluciones. Esa política de ceguera colectiva es la que se rechaza. Es el momento de que aparezcan los estadistas con temple, fuerza, liderazgo y capacidad de ilusionar, pero eso no se consigue haciendo concursos de a ver quién dice la cancaburrada más grande. Los diputados están consternados; pues mira que han tardado, porque este sonsonete está en la calle hace año y medio. Pero su confusión no quiere decir que han tomado nota, indica que siguen sin enterarse qué momento histórico vivimos y qué les toca hacer. Si lo ve hasta el Rey, que ya lo ha advertido, y ha acertado, aunque tampoco es una gran referencia, porque hasta un reloj parado acierta la hora dos veces al día.
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(El cuadro representa la coherencia, las ideas y la capacidad de sacrificio de los señores diputados. Fue pintado por el hermano de un cuñado del diputado Marco Brutísimo, tras haber rechazado la oferta Cecilia Giménez, restauradora del Eccehomo de Borja).
Siguiendo los dictados que Maquiavelo daba para el buen hacer del Príncipe, Rajoy no se inmuta por lo que alarma a la mayoría. Él sabe realmente lo que pasa y cómo resolverlo. No importa que Cataluña convoque elecciones que pretenden ser plebiscitarias y constituyentes. No importa que en Madrid la plataforma del 25-S se plante frente al Parlamento. No importa que el PSOE hable de fractura social. No importa que el Rey haya dicho en Barcelona que sería ceguera no ver la gravedad de esta etapa histórica. Nada importa, Rajoy actúa, y lo hace nada menos que ante la Asamblea General de las Naciones Unidad. Y en Nueva York; ni en Cuenca ni en Tegucigalpa. En Nueva York, sí allí, donde Paul Auster, Cotton Club, Scorsese y Coppola. Rajoy está convencido de que ha llegado la hora de hablar claramente de Gibraltar con el Reino Unido de la Gran Bretaña. Tanto darle vueltas a la crisis institucional, al dictado de Merkel y a la prima de riesgo y resulta que el problema es Gibraltar. Como tenemos poco follón dentro y fuera (¿Cataluña es dentro o fuera?), ahora la liamos con Gibraltar. No sé por qué pero se me viene a la memoria un tal Castiella, que fue Ministro de Exteriores de Franco y tenía la misma perra. Debe ser que desde entonces el gran problema de España es Gibraltar, y es que nunca hay que fiarse de un macaco. ¡Gibraltar, era eso!