Hay que actuar ya contra la violencia
Hay grupos de jóvenes que han hecho de la calle su hogar, y en los patios de recreo de los colegios abunda la violencia. Cada vez son más los jóvenes para los que el que trabaja es un «pringao», y ellos, sin oficio ni beneficio, quieren llevar zapatillas de marca, «pelucos» caros y dinero en el bolsillo para las «birras». Este clima de violencia que se vivía hace unos años en algunas zonas de las ciudades empieza a ser generalizado. Si yo fuera mujer, me lo pensaría mucho antes de echarme novio, porque pudiera suceder que un día quisiera dejarlo y por ello me estuviesen esperando siete puñaladas, que pueden caer incluso si sigue con él. Tenemos una generación quebrada por la heroína, otra muy dañada, otra arrasada por el paro juvenil y la que se avecina secuestrada por la violencia. Ese no es un buen futuro común, si, además, la sociedad se alimenta de miedo físico. No es hora ya de filosofar y de plantearnos la tópica pregunta de qué hemos hecho mal. Por lo que se ve, lo hemos hecho mal casi todo, y no empecemos a echar culpas a los políticos, a los medios, al divorcio, al paro o a la droga. Todos somos culpables. Olvidemos por un momento el debate inútil que siempre se encamina hacia quién va a gobernar en el futuro. Si no ponemos remedio a tanta violencia, en este país no va a poder gobernar nadie, viviremos en un estado policial y empezará la tentación de que cada uno se tome la justicia por su mano. Esta violencia latente y cada vez más expresa en nuestra sociedad puede acabar con nosotros si antes no acabamos nosotros con ella.
Moustaki ya era una leyenda hace cuarenta años. Con su muerte, esa leyenda se eleva y queda en la historia de nuestras vidas para siempre, porque no era un simple cantautor, era un abanderado que iba siempre delante. No sé cómo se llamará el Parnaso de los músicos, pero en cualquier caso, Moustaki está en nuestro Parnaso particular, porque forma parte de nuestra memoria personal, como Brassens, Brell, Paco Ibáñez o Labordeta. No es un adorno de nuestras vidas, fue alguien que impulsó la forma de ser de muchas personas, un hombre que creyó en la libertad y que borró todas las fronteras. Hoy es un día triste, Moustaki ya no está como hombre, pero sigue incrustado en lo que somos, ahora que se empeñan en que todos seamos extranjeros hasta de nosotros mismos. Descanse en paz.