Culpable y ya está
Permítanme recordarles el chiste en el que el hijo de un gañan iletrado explica a su padre algunos conceptos sobre la carrera que estudia, psicología, y lo hace con un método a base de contestar sí o no a una cadena de sugerencias: te gusta la playa, vas bañarte, paseas por la arena, saludas a la gente, hablas con los conocidos, te alegras de verlos… Si todas las respuestas son SÍ, la deducción es que no parece que tengas signos de ser un paranoico.
El padre, a su vez, trata de explicárselo a otro de su calaña y hace la primera pregunta: «¿Te gusta la playa?» El otro dice que no, y sin más, el primer gañán le suelta: «Eres un paranoico». Y ya está.
Algo así está ocurriendo en este país, en el que desde casi todas partes se cultiva la ignorancia y se alienta la violencia verbal (de momento). Dicen en una televisión que el tren accidentado en Santiago iba a mayor velocidad de la permitida; la deducción es inmediata: culpable y ya está. Una señora fue vista en una cafetería con un señor que no es su marido: infiel y ya está. Es decir, si no te gusta la playa, eres un paranoico.
Y así se montan juicios paralelos que continúan en la calle, en las conversaciones, sin más elementos que un difuso dato de algo que dicen que dijeron. Culpable y ya está, sin necesidad de que las cosas tengan que ser demostradas, contrastadas y enjuicidadas con sentido común y en su caso con arreglo a las leyes y los procedimientos establecidos. Pensar y deducir sobra, ha pasado de moda escuchar y valorar todos los extremos, vaya al carajo la presunción de inocencia y hasta la más elemental lógica de gente que reflexiona. Aquel es concejal, por lo tanto es corrupto; aquel otro ha tenido dos novias: infiel; a aquella que anoche tuvo un accidente la vieron hace tres años tomándose una cerveza en una terraza: iba borracha y ya está.
Enardecer a las masas resulta mucho más fácil si se siembran rumores, miserias y mentiras sobre la ignorancia. Lo siguiente es el linchamiento, la letra escarlata, la guillotina pública entre la multitud regocijada. Se alienta la manipulación, se engorda el odio colectivo, se destruyen las normas básicas de un Estado de Derecho. Es lo que hay.