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La contradicción de los sistemas educativos

Ahora que nace la enésima ley educativa en nuestro país, cabe preguntarse por el sentido del diseño de cualquier sistema educativo. El asunto encierra una contradicción en sí mismo, porque antaño, cuando la evolución de las sociedades era lentísima y podía preverse con bastante probabilidad cómo serían las cosas en los siguientes 30 o 40 años, tenía sentido proyectar un sistema que sirviera para desenvolverse en una sociedad que ya sabíamos más o menos cuál iba a ser. Desde hace más de un cuarto de siglo estas previsiones se han manifestado imposibles, porque todo cambia tan deprisa y en direcciones tan dispares que no podemos estar seguros ni por aproximación cómo será el mundo dentro de diez años. zzenFoto0111.JPGY ese es el problema, que estamos viendo en esa multitud de jóvenes muy preparados que no encuentran sitio en el engranaje actual. Me entra la risa y el pánico cuando escucho decir a dirigentes políticos que hay que cambiar el sistema de preparación de profesores. Y se hace hablando de un problema actual, que seguramente será otro dentro de cinco años. Encima, esas nuevas hornadas de profesores no acceden a las aulas, que siguen ocupadas por profesorado que en los últimos cuarenta años, desde la Ley Villar Palasí de 1970, han visto cómo en períodos muy cortos les hacían cambiar el paso, siempre a remolque de lo que iba ocurriendo y no de lo que podría suceder solo diez años después. De manera que el desafío educativo es tremendo, porque en ello nos va el futuro, y las respuestas institucionales inciden en la inútil hiperburocratización de los procesos, limitación de inversiones, desautorización del profesorado y redacción de leyes cuya única aportación novedosa es otra vuelta de tuerca a la ideologización. ¿Cuándo podremos vislumbrar un sistema estrictamente técnico, que prepare a los profesores en una línea que valore la necesidad del cambio constante, porque este mundo lo exige así?

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Lampedusa es África y nuestra vergüenza


El nombre de Africa procede del latín -otros dicen que se remonta al griego- y significa «expuesta al sol», o bien «dejada al sol». En Africa está el origen de la Humanidad (mientras Atapuerca no demuestre lo contrario), ha poblado todo el planeta y sigue dejada al sol, expuesta a la intemperie del hambre y el abandono porque sus descendientes europeos, americanos y asiáticos la han condenado al olvido, como quien abandona a sus padres en el desierto.
Y todo eso comenzó en Africa, ese continente que sigue tendido al sol, resecándose como clama su nombre, mientras los continentes que repobló siguen mirando hacia otro lado. Sólo van allí a buscar diamantes, petróleo, fosfatos, coltán… Esas razas impresionantes que están en el origen del hombre son nuestro predecesores, y han evolucionado como humanos, por eso el racismo contra la raza negra es, además de un signo de grave intolerancia, la demostración de una ignorancia supina sobre el origen de nuestra propia especie. Nosotros somos ellos.
z africaDSCN4471.JPGAhora, sin el menor respeto, se mira hacia Africa como un problema, como si los africanos se hubieran empobrecido por voluntad propia. Han sido las grandes potencias las que durante siglos han saqueado el continente, y siguen haciéndolo, como sucede ahora mismo en la República del Congo con la guerra del Coltán (columbio y tantalio), un mineral que es fundamental para los aparatos de las nuevas tecnologías de la comunicación. Por eso lo que ha ocurrido en Lampedusa debiera ser una campanada que despierte de una vez al Norte ciego que es finalmente el causante de esta tragedia.

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Se acerca el Nobel

Ahora que van a otorgar el Nobel de Literatura de este año, veremos cómo de nuevo fallan los adivinos. Es evidente que la Academia sueca tiende a premiar a escritores comprometidos, y por ello a veces se la critica. En realidad se limita a cumplir estrictamente el testamento de Alfred Nobel, que determina taxativamente que el autor o autora que reciba el galardón ha de tener una obra escrita en bien de la Humanidad. Esto puede entenderse de muchas formas, pero es evidente que la Academia lo entiende como una obligación con la sociedad en que vive el autor. Por ello, no es difícil que se dé esa lectura a obras de autores fronterizos que, como Pamuk, Naipul o el legendario Kipling, se movieron entre dos culturas, o a autores comprometidos como Camus o Sartre (aunque este lo rechazó), e incluso a los que bajo el yugo soviético tuvieron que renunciar a él por mandato gubernamental, como Pasternak.
zza3a.JPGEn cualquier caso, el Nobel es un premio político desde su nacimiento, aunque a menudo hayan premiado a autores neutros como Bernard Schaw o Vicente Aleixandre. A la postre, casi todos tenían un compromiso con sus ideas, y es que autores que alcanzan el nivel digno de un Nobel es raro que vivan en una torre. Parece que la Academia sueca sigue empeñada en dejar claro que un intelectual debe ser coherente con sus ideas, y que por lo tanto debe tener ideas, porque cada vez son más raros los buenos autores que sólo piensan en el Parnaso. Es una moda estúpida, pero si una obra literaria no tiene una idea como soporte es, en palabras de Truman Capote, simplemente mecanografía. Ahora diríamos procesador de textos.