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Fuego

No me gusta opinar sobre lo que desconozco pero desde el sentido común sí puedo hacerlo. El pasado viernes se nos anunciaban altas temperaturas en la isla. El sábado anunciaban “un conato” de incendio en la cumbre. Parecía que se controlaba pero seguía y se ampliaba. Calor+sequedad+fuego+viento+orografía complicada+ultraperiferia…
Leía un artículo ayer en el que una persona explicaba el porqué no era efectivo tener hidroaviones con base en la isla. Explicaba la relación cantidad/ calidad/ precio y otros parámetros aplicables al caso: seguridad/ eficacia/ coste. En un principio creí entenderlo, pero tras valorar lo que está ocurriendo que, efectivamente, un hidroavión está trabajando a destajo (con lo que entiendo que debe ser efectivo), sin duda, un hidroavión al menos en período estival con base en la isla, hubiese sido de gran ayuda para no empezar a actuar al día siguiente. Continuar leyendo «Fuego»

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Cuestión de autoestima

Cuando era pequeña, era una niña peluda. Tenía pelos en los brazos y en las piernas. Ya un poquito más adolescente, pero pronto, a los once años o así, también en el pubis. Pronto también, un incipiente bigote que se volvía más oscuro para mi gusto, cada día. Era una niña y me daba vergüenza. En días de calor, yo siempre iba con rebeca y pantalón largo. ¡Qué calor he pasado! Mi madre era de la idea de que era demasiado pequeña para depilarme y había que esperar. Lo pasé realmente mal. A esa edad y en aquel tiempo, no me planteaba, ni yo ni nadie, quién había impuesto ese orden de belleza. Es verdad que a mí, personalmente, no me gustaban pero tampoco me gustaba que me los viesen los demás. Era una niña y mi autoestima ha ido creciendo conmigo y en aquel tiempo mi autoestima era muy joven e inexperta, sólo tenía 11 años. Continuar leyendo «Cuestión de autoestima»

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Oportunistas

Leía hoy a Javier Marías como lo hago siempre, con la intensa sensación de saber incluso antes de empezar, que pondría en mi
boca todas o casi todas sus palabras. Hoy hablaba del miedo que se ha instalado en nuestra sociedad como un habitante habitual. Hablaba de gente joven y ahí sí que yo hubiese ampliado el espectro: adolescentes, jóvenes, adultos y más adultos.
Observo, casi cada día, cómo la sombra de la censura, deja de ser eso, una sombra, para cubrir vallas publicitarias, para obligar a un camionero a quitar los adornos de sus camiones por considerar ofensivo el cuerpo desnudo de una mujer. Quemar cuentos infantiles. Insultar al disidente. Criminalizar a un género. Institucionalizar un lenguaje. Demonizar palabras. Y observo, también, cómo ante un río revuelto, ganancia de pescadores. Pescadores oportunistas. Pescadores que adoptan como propias ideas de las que antes renegaban. Que son capaces de cambiar el color de sus escamas si con el cambio pasan de sardinas a lubinas. Cómo se pretende llegar sin el valor del esfuerzo, el compromiso y el trabajo duro. La incultura ocupando asientos con letras de un nuevo abecedario.