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En la guerra no hay inocentes

sebrenica.jpgEn una entrevista que le hice hace diez años a Arturo Pérez-Reverte, aludiendo a su memoria como corresponsal de guerra, me dijo una frase escalofriante: «En la guerra no hay inocentes». Venía a decir que las víctimas tampoco son inocentes, incluso los niños, pues se entra en una dinámica de destrucción y crueldad que hace posible que niños de ocho años sean a menudo factores de muerte.
Esta reflexión nos hace temblar, porque si la infancia, que es el símbolo de la inocencia, se mancha con el odio y la sangre, ¿qué podemos esperar de los adultos? Y así debe ser, porque de otra forma no se explican casos como el de aquel médico pediatra del hospital de Sarajevo que se convirtió en francotirador en las montañas que rodeaban la ciudad, y disparaba con su rifle a todo lo que caminase por la calle, incluso niños. Por ello hay que evitar siempre el primer disparo, porque luego ya no se sabe qué puede ocurrir con la mente de los seres humanos implicados.
Es escalofriante la conversación que mantienen los escritores Arkadi Bábchenko y Emir Suljagic, antiguos soldados en Bosnia y Chechenia. Si lo que dicen es de verdad lo que piensan, Pérez-Reverte no se equivocó. Por eso hay que oponerse a la guerra a toda costa.

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Somos irracionales

Seguramente los que creen en la ciencia a toda costa no estarán de acuerdo conmigo, pero que La India luna.jpghaya entrado en la carrera espacial me parece un chiste. Es evidente que ya lo han hecho hace años Estados Unidos, la URSS (ahora es Rusia), Europa desde la Guayana, China y Japón. Está claro que las comunicaciones se han modernizado muchísimo con los satélites, y que la investigación espacial es necesaria porque aporta avances a la vida en La Tierra. El problema es que se lo han tomado como una carrera, cada cual hace la guerra por su cuenta, compite con los otros y de ese modo los gastaos son supermillonarios. Ya que es tan necesario e importante, lo lógico sería que hubiese un espacio común para que ahora los hindúes no tengan que estar probando cohetes que ya se probaron hace cuarenta años en Cabo Cañaveral.
Y mientras dicen que los recortes en la emisión de gases nocivos a la atmósfera tendrá que retrasarse por la crisis (para no atosigar a las empresas), no hay problema en liarse a gastar millones en una carrera irracional. Seguramente en el futuro no habrá otro manera de vivir que escapando hacia otros mundos porque La Tierra será inhabitable, pero tal vez no hiciera falta si todo ese dinero se empleara en hacer más habitable este planeta.

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El Mesías Brown

gb.jpgHe leído por ahí que el escocés Gordon Brown, Primer Ministro británico, le está enmendando la plana a otro escocés, Adam Smith, doscientos años después de que este pusiera las bases teóricas del capitalismo. En medio quedan tipos como Keynes, y no podemos olvidar a Marx y Engels, que, como todos los demás, trataron de explicar, entender y extender su concepción de las relaciones económicas de la sociedad después de la Revolución Francesa.
Yo no sé si Gordon Brown puede tener autoridad académica para igualarse a los mencionados, pero sí que tiene algo que aquellos no tenían: poder. Aunque el poder en estos casos es relativo, porque depende de cómo se tomen sus medidas los grandes tiburones. Tampoco creo que el intervencionismo de urgencia que se está practicando en estos momentos sea la receta opuesta al liberalismo galopante, porque me suena más a «échame una mano que esto se hunde, a ver si reflotamos».
Cuanto más nos alejemos a la economía primitiva de trueque, mayor peligro hay de estafas como la que ahora nos atenaza, pero sí que tendríamos que volver a un equilibrio entre el valor real de las cosas y las quimeras financieras que se montan y que finalmente son humo. Lo que sí está claro es que a pocos políticos les ha venido tan bien la crisis como a Brown, estaba muerto y no sólo ha resucitado sino que va camino de convertirse en un mesías.