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La mala costumbre de morirse

En los últimos días hay dos bajas importantes en la cultura española de después de la guerra, las del poeta Carlos Edmundo de Ory y el cineasta Luis García Berlanga. Siempre se dice lo mismo, pero esta vez es verdad, con Berlanga se clausura una época dorada del cine español, pues era el último que quedaba de un cuadro de honor insuperable: Fernán-Gómez, Rafael Azcona, Enma Penella, José Luis López-Vázquez, Paco Rabal, Juan Antonio Bardem, Manuel Alexandre… De Berlanga se ha dicho casi todo en estos días, y está claro que fue un provocador. Carlos Edmundo de Ory, por su parte, también lo fue, pero la poesía no tiene el impacto mediático del cine y se le conocía menos. Pero supo montar el número en los años cuarenta, cuando hacerlo era peligroso, y quedó de él una imagen de iconoclasta. Hace cincuenta años que vivía en Francia y la verdad es que, incluso entre los lectores de poesía, siempre fue más personaje que poeta. Pero aunque no hubiera escrito un solo verso, su actitud sirvió a la literatura para despertar del adormecimiento en una época muy oscura.
zOry.jpgDejo constancia de que faltan dos importantes y miro hacia adelante porque si uno se dedica a necrológicas no hace otra cosa. Como afirma con aguda visión Rosa Montero, y homenajeando a estos dos tipos irreverentes que acaban de irse, últimamente se está extendiendo la mala costumbre de morirse, y -ya lo dijo el clásico- incluso se está muriendo gente que no se había muerto nunca. A ver si pasa esta moda.

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Aniversario de La Marcha Verde (2 y 3)

LA MARCHA VERDE (2)

…Cuando escuché por el pequeño transistor que siempre me acompañaba la noticia de la firma del Acuerdo Tripartito de Madrid, casi no podía creerlo. Iba camino de las lomas de Sharta, desde donde se divisaba a lo lejos la polvareda de miles de personas al otro lado de la tierra de nadie. Me incorporaba a la primera línea artillera, que no es la primera pero sí la que antes dispara. Delante de nosotros estaban desplegados varios regimientos de zapadores, infantería y una bandera de la Legión. Era casi de noche y el capitán Recio salió al encuentro del convoy en el que yo viajaba. Con la voz temblorosa, preguntó insistentemente si era verdad el rumor que había estado corriendo toda la tarde entre las radios de Transmisiones desplazadas al desierto.
-Es cierto, mi capitán -le dije casi con miedo porque sabía que el capitán Recio estaba entre los que querían defender el territorio hasta el final.
-¡Esto es intolerable! -chilló el capitán, y acabó bebiéndose con rabia sus propias lágrimas, que eran el llanto de la vergüenza ajena.
z22marcha_verde[1].jpg…El coronel del Tercio cumplió como todos las órdenes emanadas del Gobierno y del Cuartel General del Sahara. Cuando se supo oficialmente que había que retirarse a los acuartelamientos de El Aaiún, Smara y Villa Cisneros, el Tercio se encontró por primera vez en su historia en la disyuntiva de faltar a sus ordenanzas o incumplir una orden superior.
-¿Cómo coño quieren que mande retroceder si en el Tercio no existe el toque de retirada? -dicen que rugió el Coronel.
Ningún corneta hizo sonar el toque de retirada, en eso al menos salvaron la cara, pero todos, desde los mandos de estrellas de ocho puntas hasta los soldados reenganchados de los de reemplazo, abandonaron sus puestos en la frontera con la cabeza baja y en silencio. Los convoyes del tercio surcaron casi por última vez el desierto sin otro ruido que el rugido mecanizado de los motores Pegaso de sus camiones.

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LA MARCHA VERDE (Y 3)

…La maldición helada del nordeste azotaba en el febrero sahariano de 1976 los costados de los calcinados camiones Pegaso del ejército español, imperial durante años y monárquico de reestreno reciente. Los oficiales de menor graduación, sentados en las cabinas, junto al conductor, mantenían los rostros severos, como si en verdad se viajara hacia el combate. Las órdenes que salían de sus gargantas sonaban más tajantes que nunca, como si quisieran dejar claro que en retirada también se obedece. En cierto modo, aquella retirada era una heroica prueba de obediencia.
z33marcha_verde[1].jpgY el maldito nordeste helado, viento que permanece en soplo infinito indicando en sesgo el camino del océano, puebla de arena el intermitente asfalto que une El Aaiún con Cabeza de Playa. Los camiones con equino nombre mitológico braman entre el silbido del viento mientras rechina en las llantas El Sahara hecho cuarzo molido. Se avista entre el tul arenoso la línea difusa del mar, interrumpida a la izquierda por las torres que sostienen la cinta transportadora de fosfatos, avanzadilla sobre el océano para vomitar su carga mineral en las bodegas de los barcos fosfateros que se detienen lejos de la espuma sobre un Atlántico en perpetua bajamar. Se nota el tumulto en los alrededores de la Compañía del Mar que controla el embarcadero. El océano es como un salado e inmenso río tropical corriendo siempre en la dirección que ordene la imaginación del que lo contempla desde la playa. Es 28 de febrero, se acaba el imperio, el ejército español hace cola para embarcar, en un Dunkerque incruento al que sólo azota la maldición helada del viento del nordeste…
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(Extracto de mi novela Sahara, publicada en 1995).

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Aniversario de La Marcha Verde (1 de 3)

…Todo el sur de Marruecos temblaba de adhesión a las palabras de Hassán II. Miles de personas, venidas de muchos y recónditos lugares del reino magrebí, se habían ido reuniendo durante varios días cerca de Tarfaya, como un enorme hormiguero en movimiento, igual que la marabunta arrasadora, y amenazaba con traspasar la frontera internacional del territorio sahariano que entonces tenía rango de provincia española.
z11imagesCA8G7OCI.jpg…Si ya era grande el trasiego entre El Aaiún y la frontera, apenas se supo que se estaba agrupando lo que luego se llamaría Marcha Verde, se convirtió en una riada de vehículos militares que cubrían el recorrido entre la capital del territorio y la zona al oeste del meridiano 5º. No estaba claro que un ejército preparado para combatir a otro se mentalizara en pocos días de que tenía que batirse contra civiles desarmados, fanatizados por las palabras de su monarca y henchidos en la creencia de que cruzar aquella frontera les depararía el paraíso de Alá.
…La Marcha Verde empezó a compartir titulares en todos los periódicos españoles junto a la última enfermedad de Franco. En el extranjero también se hablaba del nuevo modo de invadir patentado por el rey de Marruecos, y las gestiones del Consejo de Seguridad, las consultas al Tribunal Internacional de La Haya y las variadas declaraciones de dignatarios europeos en Nueva York no parecían influir lo más mínimo en el status quo de la última semana. La tensión en la frontera se notaba hasta en la respiración nerviosa de los tercios de la Legión que sólo esperaban una señal…
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(Extracto de mi novela Sahara, publicada en 1995).