Dopaje y deporte
Pongo por delante que no justifico el dopaje de los deportistas, porque es un fraude al deporte y a la sociedad. El Plus Ultra de los clásicos está muy bien, pero tiene un límite, el de la propia naturaleza. Puedo entender que las fabulosas marcas conseguidas en 1936 en los Juegos Olímpicos de Berlín por Jesse Owen se quedaron pequeñas con los años porque ha cambiado la alimentación, se ha profesionalizado el deporte y se han investigado nuevas técnicas de entrenamiento y materiales que se usan en las competiciones (pértigas, zapatillas, bicicletas…). Es comprensible, pero también lo es que el cuerpo humano tiene límites, y llega un momento en que no se puede ir más allá. Y eso hay que asumirlo, pero no parece que se esté por la labor, porque los deportistas de élite son un gran negocio en publicidad, y generan mucho dinero si rascan una milésima de segundo al anterior récord. Uno de los más grandes deportistas de la historia ha sido sin duda Karl Lewis, disciplinado, dotado físicamente, con una gran inteligencia para usar esas dotes y un cuerpo diseñado para correr como una gacela. Cuando batió muchas marcas se veía imposible que esos récords fuesen superados, porque el ser humano como especie había tocado techo. Pero no, luego hemos visto que otros atletas con menos dotes han batido sus marcas, y a veces desconfío, porque tampoco ha pasado tanto tiempo para que cambiase sustancialmente lo que rodea al atleta. No es raro que, cuando se mueven millones, haya que echar mano de «ayudas adicionales» para superar a Lewis, a Anquetil o a Zatopek. Y eso es fraude, engaño y lo más opuesto a la idea de lo que debe ser un deportista. Siempre el vil metal.
En cuanto a Carlos V, no dejo de reconocer que nunca España fue más poderosa que en su reinado, pero casi todo le venía de herencia, y encima es el gran valedor del catolicismo en su guerra contra los luteranos. Fue en ese momento, a partir del Concilio de Trento y las guerras de religión, cuando España entró en un túnel del que muchos siguen empeñados en que no salgamos, y que nos condenó al vagón de cola de Europa, siendo como éramos un imperio. Si miramos bien, aunque los protestantes, anglicanos y calvinistas tampoco ataban los perros con longanizas, los avances científicos y de pensamiento tuvieron lugar fuera del ámbito católico, cuyo brazo armado era España. Estoy convencido de que momentos de cambio y esplendor del pensamiento, el arte y la ciencia como el Renacimiento o personajes como Leonardo Da Vinci no habrían podido prosperar en tierras católicas después de la Contrarreforma. Lo que ocurrió con Galileo es el paradigma de esa cerrazón, y a partir de entonces los grandes avances científicos, las rupturas artísticas o la filosofía fueron cosa de alemanes, ingleses, holandeses y franceses, estos últimos a contracorriente porque estaban en medio.