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Tropezar con la misma piedra

Hay un vieja leyenda polinesia cuya versión personal publiqué hace cuatro años. Parece que no ha pasado el tiempo, y por eso, dada la situación actual de la economía, vuelvo a publicarla, aunque seguramente será como predicar en el desierto. La moraleja de esta historia es que el capitalismo es tan voraz que puede acabar devorándose a sí mismo. A ver si alguien escribe la versión en alemán para que reflexione la señora Merkel. Esta es la leyenda:
«Había una isla en un pequeño archipiélago polinesio que en aborigen se llamaba Kauasu, incomunicada con el resto de las islas porque en el tiempo de la historia que se cuenta sus habitantes desconocían la navegación. El mundo de aquellos polinesios empezaba y acababa en su isla, y las demás islas que veían en el horizonte eran mitos, sombras, recursos mágicos para los brujos de la tribu. Cuando veían humear un volcán en una isla detrás del mar, los brujos anunciaban tragedias, y cuando el Sol salía detrás de las montañas de aquella otra isla era tiempo de alegría. Era como habitar un planeta, Kauasu era una metáfora de La Tierra y la islas del horizonte otros planetas de aquel sistema, que se veían pero a las que nunca se podía llegar ni en sueños.
Y en Kauasu se fue imponiendo la fuerza, de manera que el Jefe Akuey era el dueño de casi todo. No había monedas, y lo que hoy entendemos como dinero se simbolizaba en un pedregal basáltico en el que había miles de grandes piedras que sobresalían de la arena. Desde tiempo inmemorial, cada familia se había adjudicado un número determinado de piedras, y cuando se pasó del trueque al cambio, se pagaba en piedras, esto es, en el concepto de piedras, porque las rocas basálticas seguían clavadas en el mismo lugar, sólo que teóricamente habían cambiado de dueño. Era como una cuenta bancaria, una tarjeta de crédito en la que el dinero es una idea, porque se muda de propietario sin que nadie lo tenga físicamente.
zdf0383.JPGPoco a poco, Akuey fue haciéndose con la mayor parte de las piedras, y cuando las tuvo todas, hacía préstamos usurarios; como tarde o temprano iba ahogando a los prestatarios, se quedaba con sus cabañas, sus tierras y sus cocoteros. Llegó un momento en que Akuey era dueño absoluto de todas las piedras y de todo lo que había sobre la isla, fuese animal doméstico, caña de pescar, cabaña o vegetal. Nadie podía comprar porque no tenía piedras, ni pedir piedras con una cabaña, una res o un palmeral en garantía, por nadie tenía nada. Akuey era dueño de todo.
Y en ese momento Akuey se convirtió en un pobre de solemnidad como los demás habitantes de Kauasu. Nadie compraba porque no podía comprar, y nadie vendía porque nada tenía que vender. Akuey no podía comprar porque todo era suyo, y no podía vender porque los posibles compradores no tenían ni una sola piedra. La leyenda no dice lo que pasó después, pero a juzgar por cómo se sigue repitiendo de forma oral en Oceanía es de suponer que el bloqueo de la economía fue el principio del fin de aquella diminuta civilización».

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¡Qué gente más lista!


zppoDSCN4046.JPGEn estos días, se me han abierto los ojos como platos leyendo algunas declaraciones, unas porque Perogrullo sería un genio al lado de algunos y otras porque para decir según qué cosas hay que tener cierto respaldo profesional y moral. Es más, cualquiera puede expresar cualquier opinión, pero determinadas personas, aun teniendo ese derecho, calladitos se parecen a Georges Clooney. Pero siempre hay gente por ahí que no se sonroja por nada y está dispuesta dar lecciones a Casillas de cómo se para un penalty. El primero de estos caballeros es el señor Draghi, máximo dirigente del BCE; ha dicho ante la comisión de Asuntos Económicos de la Eurocámara que subir el IVA agudizará la recesión. Ya descubrió la pólvora, como si legiones de especialistas no lo hubieran dicho antes por activa y por pasiva. Hablar es fácil, pero cuando tiene que comprar deuda o bajar el tipo de interés en cifras que incidan en el mercado mira para otra parte. Luego viene Rodrigo Rato y nos dice que es correcta la gestión de la crisis por parte del Gobierno. Ya me quedo más tranquilo, leyendo la opinión de este reputado economista que fue ministro de un gobierno que permitió y atizó la burbuja inmobiliaria, que al frente del FMI ni olió el castañazo que se avecinaba y que fue el patrón del banco más problemático de la historia de España. Por no hablar de Montoro, que debe esperar que los funcionarios incuben billetes de 500 euros si los tiene sentados media hora más cada día. En mi pueblo, cuando alguien quedaba en evidencia siempre había otro que decía aquello de «yo es que me quedo bobo». Pues eso.

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Unos a dieta y otros con dietas

Hay que tener el rostro de uralita para predicar disminución del gasto público, aplicarlo a los demás y dejar a quienes más cobran con sus estipendios prácticamente intactos. Cuando se publican los emolumentos de los cargos públicos, se refieren casi siempre a su salario, pero esa es solo una parte de lo que cobran. Luego vienen las dietas por desplazamientos, las partidas que se dedican a que un parlamentario cobre sencillamente por acudir al Parlamento e incluso por entrar cada día a su despacho. Estamos hablando de que, en muchos casos, se doblan las cantidades, y los que menos cobran reciben bastante más de su salario oficial. zzjhDSCN4031.JPGLuego sucede que los diputados estatales y los senadores (no sé si eso ocurre en el Parlamento de Canarias), tienen una tercera parte de sus entradas libres de impuestos. Aparte de que gustan de viajar en primera clase, dormir en buenos hoteles y comer en buenos restaurantes (a menudo a cargo del erario público), sus costumbres siguen siendo las mismas, porque, por ejemplo, el ajuste que afecta a los parlamentarios canarios se limita al 5% general en su salario (hace años se dieron un subidón), e incluso aparece una nueva dieta que es la de acudir a videoconferencias, con lo que, una cosa por la otra, sus entradas casi no van a verse afectadas. No se les ve un gesto, y tampoco a los componentes de los predios gubernamentales, que gastan sin tino porque moverse significa todo un aparataje de personas y acciones. ¿Se imaginan cuánto costaron los viajes innecesarios de Rajoy a ver la final de la Eurocopa o a entregar el Códice Calixtino a Compostela? Es avión (que aunque sea presidencial gasta mucho queroseno), seguridad, séquito… Por el contrario, no les tiembla el pulso para estrangular a los empleados públicos, que no tienen otras entradas fuera de su salario. Están empujando a los funcionarios de menor escala a las puertas de la miseria, se están cargando lo que queda de la raquítica clase media (la que mueve mucha economía), y están dañando la imagen de los poderes públicos, que en estas circunstancias tendrían que dar ejemplo. Pero mientras la política siga siendo un coto privado, sin democracia interna en los partidos y con listas cerradas, lo público seguirá siendo un panal en el que unos pocos se llevan la miel y dejan la cera para el resto. Impresentable.