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Con mirada norteamericana

Para que no se me acuse de antinorteamericano, digo de entrada que Estados Unidos me parece un país que puede dar lecciones al mundo en muchas cosas, que tiene una gran capacidad de iniciativa, trabajo y sufrimiento y que, como en todas partes, hay personas buenas, malas y mediopensionistas. Lo que critico es el papanatismo de Europa y el resto del mundo, que parece que ven las cosas con ojos norteamericanos. Esto se debe sin duda a la gran influencia que tienen los medios de comunicación estadounidenses y su proyección como centro emisor de contenidos culturales.
zzzpuentes[1].jpgCuando acabó la II Guerra Mundial, Europa estaba destrozada, la gran industria del cine alemán y las incipientes que había en el resto de los países quedó a cero, y esos diez años, hasta 1955, supusieron el apoderamiento del mercado europeo por la gran industria de Hollywood. Luego todo ha sido fácil para ellos, puesto que se han hecho con el control de los audiovisuales en todo Occidente. A partir de ahí, el cine y las series de televisión han creado una manera de mirar americana en Europa. Se ha visto con el atentado de Boston, terrible y condenable sin paliativos. La crítica es que en los medios europeos se arma más revuelo por tres muertos norteamericanos que por los centenares del terremoto de China, sencillamente porque no miramos con los ojos de los medios chinos. Así, parece que hay muertos de primera y muertos de segunda, y una semana después del suceso todos los telediarios europeos abrían con la «noticia» de que en Boston se había guardado un minuto de silencio por las víctimas del atentado. El atentado sí, pero que un minuto de silencio en Boston sea cabecera de noticiario en Londres, Berlín o Madrid (en Roma iba antes que la reelección de Napolitano como presidente italiano, el colmo) hace que tal vez haya que plantearse qué futuro quiere Europa para sí misma.
Por cierto, antaño, en esta fecha, solía ser Día del Libro. ¡Qué tiempos!

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Querer y poder

zzzFoto0580e.JPGEn la actual coyuntura política, los hay que pueden, que no pueden, que quieren y que no quieren. Rubalcaba quiere y no puede, Rajoy puede y no quiere y Mas ni quiere ni puede. Hay otros que, aunque cuentan, están limitados en alguna de las dos cosas, o en ambas: Paulino tal vez quiera pero puede poquito, Cayo Lara podría querer, si fuese al mismo psicólogo que Giñán. Los demás no cuentan. De manera que, la pelota está en el tejado de tres, y sólo hay otros tres que pueden ayudar a recuperarla. Pero hay algo con lo que no cuentan, o no quieren contar, y son los movimientos ciudadanos, que ya van ganando algunas batallas aunque desde la derecha les caen chuzos de punta, y un día los llaman proetarras y otro fascistas. Luego está La Iglesia, que juega al policía bueno (la sonrisa incalificable del papa Francisco) y al policía malo (el látigo inquisidor de Rouco Varela). Europa dice cosas que se aplican a rajatabla cuando son negativas y que se despachan con un «ya veremos» cuando son positivas. El FMI vive en la esquizofrenia de dos discursos distintos e incompatibles y hace diez años que no acierta una. De manera que los que quieren no pueden y los que pueden creen que son enviados de los dioses y que el poder les pertenece por designio. Así que, entre la mala fe y la inoperancia está cada vez más claro que tendrán que ser los ciudadanos los que muevan ficha. ¿El Rey y la Casa Real? ¡Uf, vaya día de calóoooo!

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Me repito, pero es que no escuchan


Hace unos meses, observando la miopía de la clase dirigente, escribí este post. Ahora, cuando la miopía se ha vuelto ceguera, asistiendo perplejo a las pequeñas batallitas internas de los partidos y asombrado por la torpeza de la Casa Real, decidí escribir un post, pero recordé que iba a repetir uno de julio del año pasado; así que vuelvo a publicarlo porque hoy es más adecuado si cabe que entonces. Es este:

BAILANDO EN EL TRIANÓN

María Antonieta celebraba una fiesta detrás de otra en un palacete anejo al de Versalles que llamaban Trianón. No bien acababa una empezaba la otra, con música, bebida, danzas y una gran competencia en el vestuario, tanto masculino como femenino. El gasto era inmenso, y una corte corrupta dilapidaba el dinero que le sacaban al pueblo. Desde luego, no sería porque no se les dijera, porque muchos llegaron a Versalles avisando de que la gente estaba ahogada y resultaba cada día más difícil contener el descontento. Se cuenta que en el último invierno antes del estallido de la Revolución la reina estrenó una media de cinco lujosos vestidos por día, que jamás repetía, aderezado con joyas, sombreros y zapatos de similar rango. Llegaban más advertencias, pero ellos seguían bailando en El Trianón. Luego pasó lo que pasó.
versalles[1].jpgLa comparación es evidente. Mientras unos siguen de fiesta en su Trianón de viajes, grandes salarios superpuestos, beneficios incontables, robando directamente y creyéndose seres especiales con derecho a todo eso, otros pagan y pagan más, y cobran menos, estrangulados y encima aguantando reproches de los que miran desde el palacete. Y ya están cansados. De vez en cuando, por la ventana lanzan a la multitud una Eurocopa, pensado, como los romanos, que al pueblo se le doma con pan y circo. Lo que pasa es que empieza a haber poco pan. La historia se repite si no se aprende de ella, y por eso la gente sale a la calle muy cabreada por esa música que llega desde El Trianón. Están avisados.