La renovación del sistema democrático
El desprestigio de quienes se dedican a la política tiene su origen cuando se les empieza a llamar «clase política», un nuevo rango social que nombra a las personas que se profesionalizan en esa actividad. Hemos oído decir muchas veces que quienes conocen en profundidad un tema no se dedican a gestionarlo políticamente, porque en general la política está controlada desde los partidos, que son como viejos elefantes que anteponen su lucha por el poder a cualquier otra cosa.
Es malo ese desprestigio, puesto que conlleva el de la democracia. Como decía Tierno Galván, la democracia es el menos malo de todos los regímenes, ya que la alternativa es innombrable. El problema en España es que se dio mucho protagonismo a los partidos cuando se hizo la Constitución de 1978, porque entonces había que hacerlo para equilibrar la demonización que sufrieron durante el franquismo. Pero luego no se evolucionó hacia una mayor flexibilidad, y hablar de listas abiertas, como en los países de nuestro entorno con más experiencia democrática, es como hacer un brindis al sol. Los partidos no están por la labor porque eso les privaría del control que ahora tienen, de manera que estamos cogidos en esta democracia partidista y la Constitución se blindó de tal modo que moverla un tanto así es casi imposible, y más cuando existe tanta tensión como la actual entre los dos grandes partidos.
La solución no es abominar de la política y los partidos, sino tratar de avanzar hacia una mayor flexibilidad, y si los partidos políticos quieren hacer una apuesta de futuro democrático tienen que hacer un esfuerzo de entendimiento para actualizar nuestra democracia. Aunque, la verdad, no veo yo en el panorama actual a las personas con ese sentido del Estado que tanto estamos necesitando. La prueba está en que no se ponen de acuerdo ni para renovar el Tribunal Constitucional, que lleva varios años de retraso en el relevo, y eso también es muy mala imagen para nuestro sistema.