La tregua de ETA
El anuncio por parte de ETA de una tregua levanta desconfianza, porque ya hemos visto que otras veces la organización terrorista ha utilizado las treguas para rearmarse y fortalecerse. Como ustedes comprenderán, mis conocimientos en este asunto son escasos, y no sé cómo se administra una tregua de estas características. Lo que sí sé, porque se ha comprobado una y otra vez, es que la utilización partidista por las fuerzas democráticas de la lucha contra el terrorismo ha debilitado las posiciones racionales que buscan la paz.
Acabo de conocer la noticia y en el momento de escribir este post no he escuchado ninguna declaración, pero no sería de recibo que el Gobierno se apuntase un tanto en exclusiva, ni tampoco que la oposición argumentase tenía razón y que la única manera de acabar con esta lacra es la que ellos proponen. Está claro que cuando ha funcionado el pacto antiterrorista ETA ha retrocedido, y cuando cada partido ha hecho política sectaria de este asunto ha ocurrido lo contrario. Por eso, en estos momentos en que cesa el ruido de las pistolas y la amenza del tiro en la nuca, sugiero, pido y exijo que los partidos democráticos actúen con cautela y unidad. No sé si hay que hablar con los terroristas o no; desconozco qué actuaciones y estrategias se deben aplicar, pero es evidente que hay que tratar de aprovechar esta oportunidad para la paz y si nos equivocamos -ojalá no- que sea desde la unidad. De momento espero mucho de la buena fe y la generosidad de todos.
La nostalgia es negativa porque es vivir siempre en el pasado y querer reproducirlo una y otra vez; la melancolía es positiva porque es recordar lo vivido con cariño, desde el presente, aprendiendo de lo bueno y de lo malo que la vida nos ha ido dando. Por eso se me hace melancólico cada dos de agosto, el día que se cumplen años de la muerte en accidente de tráfico de Cecilia, la cantante feuchilla, tierna, dura, con una enorme sensibilidad y una personalidad arrolladora. A la calidad de su música se unía la belleza de sus letras, el dominio de la voz y la visión crítica de una sociedad que entonces empezaba a cambiar y que hoy, tres largas décadas después, ha dado algunos pasos adelante, aunque seguramente menos de los que demandaba Cecilia en sus canciones. Era una cantautora que no estaba etiquetada de «roja», pero sus canciones llevaban la dinamita para volar viejos vicios y el plano de una vida más justa, la que aún no hemos conseguido.