Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan toda la vida:
esos son los imprescindibles. (B. Brecht)
Con la muerte de Marcelino Camacho se han desatado las loas y se ha centrado la atención sobre el dirigente sindical que fundó Comisiones Obreras. Realmente Camacho fue siempre tan discreto que parece que casi se empeñó en privar a su figura de la aureola que sin duda tenía. Fue un combatiente republicano durante la guerra civil y como perdedor fue confinado en un campo de concentración. Y ahí su figura adquiere vuelo heroico y novelesco, que poco se ha comentado, pues se evadió de su presidio en el norte de Africa y huyó a Argelia. Por lo tanto fue también un exiliado y cuando regresó a España siguió trabajando en la clandestinidad conformando Comisiones Obreras y realizando una lucha permanente contra el franquismo en su apogeo.
Su nombre estuvo en todas las bocas cuando tuvo lugar el famoso proceso 1.001, que llevó a la cárcel de Carabanchel en prisión preventiva a la cúpula de CC.OO.: Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Miguel Ángel Zamora, Pedro Santiesteban, Eduardo Saborido, Francisco García Salve (sacerdote obrero), Luis Fernández, Francisco Acosta, Juan Muñiz Zapico y Fernando Soto. La coincidencia del juicio con el atentado a Carrero Blanco (20 de diciembre de 1973) hizo que las penas fuesen más duras, y en la cárcel estuvieron hasta que el 25 de noviembre de 1975, cinco días después de la muerte de Franco, el Rey Juan Carlos, aún no coronado (eso ocurriría dos días más tarde) los indultó. Camacho se hizo referente de la justicia social, y el suéter rojo que le tejió su esposa para que se abrigase en la cárcel se convirtió en un icono de la lucha por la libertad. Su corazón comunista con todas sus consecuencias lo llevó incluso a enfrentarse a la dirección de CC.OO. que le sucedió en 1987. Ha muerto en su modesta casa de siempre y es ahora cuando muchos se dan cuenta de la lección de coherencia que fue cada acto de su vida.
Siempre me pareció una figura paralela a la de Germán Pírez, Fernando Sagaseta, Agustín Millares Sall y tantos otros, y aprovecho para decir que quienes amamos la libertad y valoramos la coherencia seguimos debiendo un gran homenaje social a estos hombres que son el viento del pueblo que cantó otro hombre imprescindible, Miguel Hernández. Ahora que tratan de arrebatarnos las conquistas sociales que han costado tantos sufrimientos, tenemos que mirarnos en esas figuras que son faro para el futuro, y el que diga que las ideologías han muerto es que es de derechas, eso está claro. Deseo que Marcelino Camacho descanse en paz, o que haga lo que quiera, que a lo mejor no quiere descansar y seguir luchando. En este momento de la historia necesitamos hombres como Marcelino Camacho: IMPRESCINDIBLES.