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La isla Nuevo Sur


Si como dicen los especialistas, una erupción volcánica, en caso de producirse, sería en el llamado Mar de la Calmas, la isla de El Hierro quedaría indemne. Sabemos que el origen de nuestro archipiélago es volcánico, y que debajo de nosotros hay magma que de vez en cuando sale, unas veces por las islas ya emergidas, otras en el fondo del mar. z8fxgdif[1].jpgSe habló no hace mucho de una posible erupción entre Gran Canaria y Tenerife, que si fuese lo suficientemente copiosa funcionaría como puente y arruinaría a las navieras. Eso es poco posible por la profundidad del mar en la zona, y desconozco qué profundidad hay en el Mar de las Calmas. Puesto a imaginar -novelista al fin- podría surgir del mar una nueva masa, construida capa a capa por lava humeante que haría hervir el mar y que poco a poco sería una nueva isla. Si seguimos imaginando, estaría unida por un istmo a la zona de La Restinga y podría duplicar o triplicar el territorio herreño, o bien establecerse sola, fundando un nuevo Sur geográfico para Canarias. Y, claro, emergen también las preguntas: ¿De quién sería la isla? ¿Quién obtendría beneficios especulando con las construcción de poblaciones, carreteras y servicios? ¿Quién viviría en Nuevo Sur? ¿Tendría ayuntamientos y cabildos? Y un problema añadido: se rompería la famosa triple paridad de diputados para el Parlamento de Canarias, y habría que buscarle representatividad en el Senado, con lo que habría que reformar la Constitución. La isla Nuevo Sur desencadenaría la avaricia económica, la voracidad política y concesiones a pioneros (no pongo la lista porque serían los de siempre) como cuando el Gobierno de Estados Unidos se hizo con los territorios de La Louisiana y La Florida y el presidente Jefferson repartió aquella nueva riqueza entre los tabaqueros de Virginia y las más preponderantes familias de la costa Este. Yo creo que, conociendo la cabras del rebaño, lo mejor es que el volcán no erupcione o que si lo hace solo construya una montaña bajo el agua y no funde un San Borondón para la discordia.

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¿Qué pasa con los jueves?

Siempre me hizo gracia esa pregunta que solían hacer en las entrevistas supuestamente profundas (Julia Otero, Jesús Quintero, Pedro Ruiz, Juan Ramón Lucas…) sobre qué día de la semana es el preferido o el aborrecido por el entrevistado. El día que menos me ha gustado siempre es el domingo por la tarde, porque, al ser profesor, siempre me entra una opresión en el estómago porque mañana hay que volver al colegio; hay estudios que dicen que ese es un síndrome muy frecuente entre el profesorado, y se justifica porque el profesor es el único profesional que empieza a ir al colegio de muy niño y no deja de hacerlo nunca hasta su jubilación. Se repite ese reflejo condicionado que se adquirió en la infancia.
2012_tormenta solar[1].jpgAparte del sábado, que debe su nombre a la religión judía, y el domingo, a la cristiana, los otros cinco días reciben nombre de astros: Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus, con sus respectivas deidades romanas, por lo que el martes es un día guerrero, el miércoles el de las buenas noticias y el viernes el del amor y la sensualidad. No recuerdo personalmente martes violentos ni viernes en que ligara más que otros días (cero por cero, cero), aunque sí es posible que algún miércoles me diesen alguna buena nueva. El jueves es el día de Júpiter, el más poderoso de los dioses romanos, pero últimamente parece que se relaciona con los peligros del espacio sideral. El jueves pasado se nos podía caer encima un satélite artificial y para hoy nos anuncian unas llamaradas solares que pueden bloquear el magnetismo de nuestra atmósfera (satélites de comunicaciones, por ejemplo) y supongo que los dermatólogos recomendarán exponerse lo menos posible al Sol y llevar gafas oscuras.
¿Qué va a ser lo del jueves que viene? ¿Un meteorito? ¿La atracción de un agujero negro? ¿Un guardia municipal plantándole una multa por mal aparcamiento a Matías Prats o Pedro Piqueras en mitad de un telediario? ¿Emilio Aragón diciendo palabrotas? Si es que los jueves hasta ahora eran unos días tranquilos, pero ahora también hay fútbol. Debe ser que Júpiter se ha cabreado con nosotros.

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Disponer de la vida de Troy Davis

Nadie puede disponer de la vida de otro, digan lo que digan algunos libros sagrados. Matar a otro nunca es justificable, pero se entiende que, siendo la naturaleza humana tan endeble, se pueda cometer un crimen en un ataque de ira, o cuando el odio ciegue la razón y surja la venganza. Ni así es justificable, porque entonces estaríamos aplicando la ley del talión. zzmuerteee.JPGY si no tiene justificación posible que el crimen lo cometa un ser humano aislado, menos aún que lo perpetre un Estado, en nombre de la colectividad. Es terrible cómo en Estados Unidos, que tanto predica su conexión con Dios hasta en los discursos presidenciales, se permite que los familiares de las víctimas del reo puedan asistir a las ejecuciones, en un acto que se parece mucho a la venganza. La hermana de Troy Davis decía: «Somos el único país que mata a sus ciudadanos mientras da consejos sobre Derechos Humanos a la comunidad internacional». No se entiende tampoco cómo sesudos magistrados de tribunales supremos, suponemos que cultos y humanos, despachen la vida de un hombre como si fuese otro trámite burocrático común. Y si ejecutar a un culpable confeso es compararse a su crimen, hacerlo cuando es inocente no tiene nombre. Bueno, sí, se llama asesinato. Incluso para quienes defienden la pena de muerte, esta ha de estar respaldada por la seguridad de que el reo no es inocente. Cuando hay dudas razonable no se aplica, porque es irreversible. Si, como en el caso de Troy Davis, siete de los testigos que lo inculparon se han retractado de su declaración, no se entiende ese empeño del sistema de matarlo pese a quien pese. Algunos dicen que se trata de un laberinto legalista, pero es que no se trata de que te cambien la hora del dentista, que se te haya vencido el carnet de conducir o que te falte una póliza como antaño; es que te van a matar. Está claro que una sociedad que así procede está enferma, muy enferma.