La calle es de todos
Aunque los medios lo reduzcan a una mera anécdota, lo sucedido en la manifestación de Nueva York, cuando un sargento en activo de los Marines increpó a la policía que se comportaba de manera brutal contra un grupo de manifestantes, es algo que debe hacernos reflexionar. Los ejércitos y la policía están creados para defender a los ciudadanos de una país, para garantizar su seguridad y para que cuando un ciudadano vea a las fuerzas de seguridad se sienta seguro. Larga y triste en la lista de estado en los que el ejército y la policía son utilizados como látigo contra los propios ciudadanos que los mantienen con sus impuestos. Se avecinan tiempos muy difíciles en los que la única arma que le queda al ciudadano de a pie es salir a la calle y proclamar su protesta junto a otros que viven su misma situación. Si las medidas que se piensan tomar son el garrote y tente tieso habría que redefinir la palabra democracia en los países que se dicen democráticos. No es un problema de la policía o de los ejércitos, al fin y al cabo obedecen órdenes, es un asunto de los gobernantes, que no tienen el menor rubor cuando protegen a las grandes corporaciones y desamparan a los trabajadores. Espero que ahora, cuando la derecha alcance el poder democrático como parece cantado, quien asuma el ministerio del Interior no emule a aquel otro ministro que decía «la calle es mía». Pues no, como escribió el poeta Agustín Millares Sall, la calle es de la gente, el ágora, la plaza, el símbolo de la democracia.
(La foto es de la calle de Triana a medianoche, porque Triana es el paradigma del espacio público en Las Palmas de Gran Canaria)
Día Mundial Contra el Cáncer de Mama
Por fin parece que el volcán ha salido a la superficia, aunque en el fondo del mar. Eso parece bueno en principio, aunque no sabemos qué consecuencias tendrá para el rico fondo marino de la zona, uno de los más bellos y deseados por los submarinistas. Lo que sí está claro es que la isla de El Hierro lleva varios meses en angustiosa espera, sufriendo fuertes temblores de tierra y con el municipio de Frontera muy afectado por la falta de comunicación. Que vengan ahora los catedráticos lejanos a decirnos que un volcán es bueno para la isla, mientras él no tiene que ser desalojado de su casa ni ve cómo sus productos agrícolas se pierden por falta de transporte. Es verdad que puede que acudan a la isla unos cuantos curiosos, pero ya eso sucedía, pues nada hay más interesante que la belleza de una isla que no necesita cataclismos para estar en el mapa. En realidad, siempre lo estuvo, incluso después que los ingleses de Grenwich le arrebataran el meridiano cero. Solo espero que el volcán se desahogue en el mar, que no haga demasiados estropicios, que deje de hacer temblar la tierra y que las autoridades tengan en cuenta los daños habidos en la isla, porque, quiérase o no, es un desatre natural. Supongo que no hace falta que remache mi eterna simpatía y solidaridad con la isla de El Garoé.