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La perversión de la tecnología

zzteccccc.JPGLas telecomunicaciones instantáneas y el desarrollo de la informática aplicada son pasos de gigante en el intercambio del conocimiento, comparables a la invención de la imprenta. Todo esto, combinado con el tratamiento de la imagen, los satélites y la curiosidad podrían convertir al hombre del siglo XXI en algo que hasta ahora sólo cabía en la mente de los novelistas de ciencia-ficción. Pero sucede que en los últimos veinte años de avances nada ha sucedido que haga que este planeta sea más justo. La tecnología punta no ha evitado el genocidio, la sangre, el odio y la violencia sin más. El racismo, la intolerancia, el hambre y el abuso siguen ahí. Esa tecnología sólo ha servido para apuntar mejor cuando son disparados los misiles que llevan en directo la muerte de su carga explosiva y en diferido con su vestimenta de materiales radiactivos. No estoy contra los avances, muy al contrario, puesto que incluso he publicado una novela en internet porque creo en los nuevos soportes. Me desgarro las vestiduras al ver cómo el ser humano es tan ignorante, porque cuando tiene en sus manos los medios más sofisticados para conseguir una vida mejor los malgasta o los utiliza para la destrucción. La Sociedad de la Información puede servir para crear un paraíso, pero también para alienar brutalmente a la Humanidad, y me temo que ha emprendido más el segundo camino que el primero.

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¿Juega el destino con las cartas marcadas?

Quienes no sigan el fútbol, por favor no se vayan, porque no voy a hablar de fútbol pero sí que lo voy a tomar como espejo de la vida, ya que, salvo que alguien se haya retirado a una gruta como los anacoretas, quien viva en este mundo intercomunicado, le guste el fútbol o no, sabe de la existencia de Cristiano Ronaldo, Messi y todo lo demás. Aunque no soy especialmente futbolero anoche vi el Barça-Chelsea. Y ocurrió lo imprevisto, lo inesperado, lo impensable: David se comió a Goliath. El Barça lo tuvo todo en su mano, dos goles en su casillero, la expulsión de un adversario y un penalti a favor. Ni así pudo clasificarse, cuando no eran los postes era la fotuna, de manera que, según los comentaristas, el Chelsea, que tiró tres veces durante los dos partidos de la eliminatoria, marcó tres goles, y el Barça marcó dos habiendo tirado más de treinta. Pero parecía estar escrito que no había manera, ya estaba decidido.
En cierta ocasión estaba junto a un amigo anciano viendo en un bar un partido de un equipo español contra un equipo extranjero, y el primer tiempo acabó 0-0, aunque «los nuestros» habían barrido al rival, pero el balón se había estrellado tres veces en los postes y media docena de veces el otro equipo se salvó de milagro. En esas, el anciano se levantó y dijo que se iba. Le recordé que aún faltaba el segundo tiempo. Y él sentenció: «No, este partido está perdido, los nuestros han tenido ocasiones para ir ganando por goleada y no han entrado. Ya está, la pelota no quiere entrar, ahora le toca a los otros». Y ganaron los otros.
zDios%20dados[1].jpgY ahora vienen las preguntas: ¿Decide el destino de antemano quién gana y quién pierde? ¿Da el destino oportunidades que se pueden aprovechar o él mismo las deshace? Schiller decía que no existe la casualidad, que lo que entendemos por azar proviene de causas muy profundas, y Anatole France creía firmemente en la casualidad y la suerte. Y uno no sabe qué pensar porque, si crees al poeta Virgilio, hagas lo que hagas, lo que ha de suceder sucederá, mientras que, si escuchas a Einstein, resulta que Dios no juega a los dados con el Universo. En resumen: ¿realmente tenemos la capacidad de intervenir en nuestro destino o ya nos viene con una ruta que no se puede modificar? ¿Juega el destino con las cartas marcadas?

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Al Ilustrísimo señor obispo de Alcalá

La pasada Semana Santa se cubrió usted de gloria cuando arremetió contra la homosexualidad, dando de ella una imagen sórdida y delincuencial (club de hombres nocturnos). Es usted muy dueño, es su homilía y su ideología. No contento con aquello, ahora vuelve a las andadas y remacha en una revista digital una serie de argumentos que solo demuestran que es usted un hombre muy leído, porque utiliza un vocabulario con el que no creo que comunique mucho (intrínsecamente, inocua, deconstruir, concupiscencia, somático…) Demuestra que con vocabulario tan escogido también se puede rozar la ignorancia que deviene (yo también tengo diccionario) en fanatismo. La verdad es que quería oponer argumentos a los suyos pero es que no sé por dónde empezar. zzsosmit.JPGEn realidad lo mío es una enmienda a la totalidad, porque dice usted cada cosa que la caridad cristiana me empuja a perdonarle la respuesta. Digo yo que, una tarde de estas, los obispos españoles deberían reunirse a tomar un chocolate con pastas y a releer el Evangelio. Les recomiendo el de San Marcos, porque es el que para mi gusto más se acerca a las pasiones humanas. Dirá que es una osadía por mi pate recomendar lecturas evangélicas al episcopado, cuando se supone que ese es su terreno; sin duda eso es evidente, pero no dejo de pensar que si en verdad los obispos leyeran los Evangelios no dirían las tonterías que dicen. También le diré que tiene escasa comprensión lectora porque ha leído La teoría queer en la que no se dice lo que usted le atribuye. Ni siquiera voy a entrar en el debate sobre si la homosexualidad es cultural, biológica o interplanetaria, en cualquier caso cada ser humano debe ser libre para desarrollar su sexualidad como mejor le plazca. Y una vez alguien se siente de una manera, vivirá así porque es su derecho, aunque no me imagino a un señor o una señora decidiendo racionalmente si en adelante sus relaciones van a ser con fornidos leñadores o con esbeltas bailarinas, porque en realidad no es una opción, es una manera de ser, y miente quien diga que se puede tratar, porque entre otras cosas no es una enfermedad (lo dice la OMS, que de eso debe saber algo). Se apoya usted en las Escrituras, y si bien es cierta su cita en la que San Pablo condena a los sodomitas (a las lesbianas ni las nombra, las mujeres para él no cuentan), no hay en los cuatro Evangelios canónicos ni una sola mención sobre el asunto puesta en boca de Jesucristo. Epístolas, encíclicas y pastorales todas las que quiera, la prueba es usted. No estaría de más aplicarse lo de la mota en el ojo ajeno y la viga en el propio. Y nada más, quedo a la disposición de su Ilustrísima, pero si quiere hablar conmigo antes relea con atención los Evangelios. A mejor le ayudan a salir de su obcecación, como usted cree tanto en las terapias…