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El nuevo fundamentalismo

zzzxxDSCN4022.JPGLo que está sucediendo en este país no es preocupante, es alarmante. La única diferencia con la ola de fundamentalismo que arrasa Irán, Irak, Africa Occidental, Arabia Saudí o Estados Unidos es que aquí todavía queda un resquicio para denunciarlo, aunque al paso que vamos no sé por cuanto tiempo. De repente, las fuerzas conservadoras (es una tibieza llamarlas así, mejor sería decir reaccionarias) se han echado la camisa por fuera y atacan en tromba, como los equipos de fútbol que intentan impedir que el otro arme juego, y lo hacen de forma marrullera, dando leña, tirando en fuera de juego y con el árbitro a favor. No voy a describir con detalle (nos salta a la cara) el panorama social, laboral, educativo, cultural y de toda índole que se ha ido generando paso a paso en los últimos años. Pero es desolador, y el que no quiera verlo es porque está ciego o enganchado a la teta dominante, porque gobiernan poderes que nadie ha elegido, con la connivencia de aquellos a los que hemos votado para que defiendan el interés general. La precaria democracia que armamos hace treinta años se ha ido diluyendo y todos los avances que habíamos ido arañando se han volatilizado. Vivimos bajo el fundamentalismo del dinero y las grandes corporaciones. Esta es la única verdad y lo demás es verborrea interesada.

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Qué tiempos más raros


zzkkñFoto0554.JPGDurante toda la vida, un cree que hay determinadas cosas que son inmutables, que siempre han sido así y siempre lo serán. Y no es que lo piense, es que lo da por hecho como que el sol sale por el este o que nunca llueve hacia arriba. Pero resulta que en los útimos años todo se ha puesto patas arriba, unas cosas para bien, otras para mal y otras ni se sabe, porque desconocemos hacia dónde nos conducirán. Hace tan solo un par de décadas dábamos inconscientemente por imposible que en Estados Unidos hubiese un presidente afroamericano, que España ganase un Mundial o que se hablara tranquilamente y sin tapujos en los medios de comunicación de las amigas íntimas del rey. Que ETA dejase de matar era solo un horizonte lejanísimo y, desde luego, que fuerzas conservadoras como CIU planteasen a las claras la separación de Cataluña era impensable. Nos habríamos partido de risa si el amiguete gracioso de la reunión soltase un chiste hablando de la dimisión del Papa. Y resulta que todo eso ya es una realidad, y seguramente el problema que tenemos es que no sabemos cómo administrar estas nuevas situaciones, porque incluso el tiempo meteorológico hace cosas que antes no hacía. En definitiva, vivimos tiempos raros, y cuando todo se asuma como normal y nuevamente inmutable, la gente volverá a creer que siempre será así, hasta que vuelva a cambiar.

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La Candelaria y la lluvia

zgui22222222.JPGNuestros antepasados, que se guiaban por las cabañuelas de agosto, la posición de Venus al atardecer de los veranos sobre determinadas montañas y finalmente por el almanaque Zaragozano, solían decir que el 2 de febrero era un día en el que podía saberse si llovería más en lo que quedaba de invierno. Unos se afianzaban a los ancestros del idioma y decían aquello de «Si para la Candelaria plora, el invierno viene ahora…» y otros lo actualizaban con «Si por la Candelaria llueve, el invierno atrás nos viene…» El caso es que ambas opciones sentenciaban luego que «Si para la Candelaria no ploró (llovió) el invierno se acabó». zgui11111111.JPGDesconozco qué grado de acierto hay en esto, porque muy científico no parece, pero también es verdad que el ser humano ha ido acumulando sabidurías que en algunos casos acaba perdiéndose. Por esa cada 2 de febrero recuerdo este asunto, y la verdad es que no tengo la cuenta de si se ha cumplido o no en los años que he vivido. Hoy hace un día luminoso en algunas zonas, pero es posible que caigan tres gotas en cualquier parte de Las Islas, y entonces se cumpliría el anuncio, porque tampoco sabemos qué cantidad de gotas se considera lluvia. En todo caso, el 2 de febrero siempre es un anuncio de que la primavera está a punto de llegar, y también una ocasión para recordar las llegadas del Guiniguada, con hechuras de río caudaloso, a La capital de Gran Canaria, como la que se ve en las fotos que hice en el lluvioso febrero de 1980.