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La Candelaria y la lluvia

zgui22222222.JPGNuestros antepasados, que se guiaban por las cabañuelas de agosto, la posición de Venus al atardecer de los veranos sobre determinadas montañas y finalmente por el almanaque Zaragozano, solían decir que el 2 de febrero era un día en el que podía saberse si llovería más en lo que quedaba de invierno. Unos se afianzaban a los ancestros del idioma y decían aquello de «Si para la Candelaria plora, el invierno viene ahora…» y otros lo actualizaban con «Si por la Candelaria llueve, el invierno atrás nos viene…» El caso es que ambas opciones sentenciaban luego que «Si para la Candelaria no ploró (llovió) el invierno se acabó». zgui11111111.JPGDesconozco qué grado de acierto hay en esto, porque muy científico no parece, pero también es verdad que el ser humano ha ido acumulando sabidurías que en algunos casos acaba perdiéndose. Por esa cada 2 de febrero recuerdo este asunto, y la verdad es que no tengo la cuenta de si se ha cumplido o no en los años que he vivido. Hoy hace un día luminoso en algunas zonas, pero es posible que caigan tres gotas en cualquier parte de Las Islas, y entonces se cumpliría el anuncio, porque tampoco sabemos qué cantidad de gotas se considera lluvia. En todo caso, el 2 de febrero siempre es un anuncio de que la primavera está a punto de llegar, y también una ocasión para recordar las llegadas del Guiniguada, con hechuras de río caudaloso, a La capital de Gran Canaria, como la que se ve en las fotos que hice en el lluvioso febrero de 1980.

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Los peligros de la mitificación (*)

Se suele decir que cuantos más mitos pongamos alrededor del poder más nos alejamos de la democracia. Los mitos han sostenido el poder desde los dioses asirios y babilónicos, las deidades griegas y romanas, el César convertido en dios y las monarquías medievales cuya legitimidad se hacía provenir de Dios y que convertía a los reyes en seres extraordinarios, inviolables y superiores. Con la Revolución Francesa este edificio mitómano se vino abajo en la teoría, pero en la práctica se transformó, pues luego hubo un Napoleón. Los mitos de la divinidad que derramaba autoridad sobre algunos mortales escogidos se sustituyen por otros, si bien la religión sigue alimentando la mitomanía en tiranía o en democracia.
zPICTb0097.JPGY me refiero a los estados occidentales, supuestamente racionales y laicos, que se acogen al cristianismo en sus diversas ramas y que explotan la culpabilidad como elemento muy productivo para el poder. Obama pide que Dios salve a América, en Inglaterra es a la reina a la que hay que salvar y en todas partes se invoca un mito, que a veces es terreno, pero un mito. El marxismo también fue un mito cuasi religioso en la Rusia stalinista. No no sé si Dios creó al hombre, pero el hombre ha creado a Dios según le ha convenido en cada momento. Y esos símbolos dan miedo. La convivencia debe regirse por normas democráticas, pero cuando sacralizamos palabras y conceptos como pueblo, bandera, democracia, constitución, estatuto, himno… Entonces estamos convirtiendo en mito lo que es simplemente un instrumento práctico, terrenal y necesario. Estos tiempos dan miedo porque cada día se aplica con mayor rigor la frase de Jesucristo «El que no está conmigo está contra mí», que es una de las pocas cosas que no me gustan de los Evangelios (no se confundan, no hablo de religión).
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(*) Qué curioso que la palabra mitificar significa crear mitos, y mistificar es engañar, con solo una S de diferencia.

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La Constitución, papel mojado


zIM0049783.JPGSe invoca La Constitución como si fuese un libro sagrado, y debiera serlo porque en él se supone que estás los derechos y deberes de una sociedad democrática. Hay que señalar que esas ambigüedades que contiene sirven para se cuele todo tipo de incumplimientos, pero eso pasa con casi todas las leyes. Sin embargo, hay artículos que son muy claros, pero que igualmente se incumplen y parece que no pasa nada. Lo más triste es que cuando se trata de cubrir las espaldas a los poderosos se improvisa una reforma en pocos días. Hace años que vengo diciendo que en realidad la Constitución si acaso necesita reformas técnicas, pero en su esencia bastaría con aplicarla. Los derechos fundamentales están recogidos claramente, pero resulta que están pasando por encima de la educación, la sanidad, la vivienda, la justicia, los servicios sociales… Es decir, en los últimos años es como si no hubiera Constitución. Pueden hacerle todas las reformas que quieran, pero si no se cumplen es como dar palos de ciego. Ya que se conmemora La Constitución, que se haga simplemente cumpiéndola, caiga quien caiga, porque es que unos se estrellan porque incumplen sus derechos y otros siguen flotando porque se legisla a su favor aprovechando ese lenguaje a veces difuso que tienen las leyes, y un ejemplo claro es sobre quien está recayendo el drama de la crisis, sin que se toque a los más pudientes, cuando eso no es lo que dice esa Constitución que quienes debieran preservarla están convirtiendo en papel mojado.