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Gelman: lucha, dolor y esperanza


Juan Gelman es el paradigma de poeta comprometido en los parámetros enunciados por Gabriel Celaya («Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse»), Agustín Millares Sall («Te digo que no vale / que el gris siempre se salga con la suya»), Atahualpa Yupanqui («Los primero es ser hombre, lo segundo poeta») o Mario Benedetti («Si a uno le dan palos de ciego la única respuesta eficaz es dar palos de vidente»). Desde muy joven su poesía estuvo aliada con la poesía misma entendida como ejercicio de la belleza y el compromiso; por un lado, nadie puede acusar a Gelman de componer panfletos incendiarios sin rigor poético, pues su poesía es pura imagen y a la vez grito a favor y en contra: «Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos/ rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte», por otro es un dietario palpitante sobre el amor, la soledad, la pasión, la justicia, la vida en toda su extensión e intensidad. Pocos poetas podrán ajustarse tanto a la coherencia, en la línea de José Martí, Miguel Hernández, Roque Dalton o los mencionados Millares y Benedetti.
Gelman responde también al esquema del intelectual latinoamericano, implicado en política hasta las cejas, lo que él, en lugar de asumir embajadas, ministerios o barrocos sillones presidenciales optó por bajar a la calle, a la gente, se jugó el cuello una y otra vez y así su vida fue en gran parte un exilio de la sociedad a la que quería servir. Probablemente muchos pensarán que se equivocó, y seguramente así ocurrió más de una vez, pero es que solo se equivocan los que emprenden acciones. Él mismo aceptó equivocaciones políticas como cuando su grupo montonero hizo migas con el peronismo guevarista, un revuelto que, visto a distancia, no tenía posibilidad de cuajar, pero había que estar allí, en la Argentina de finales de los años sesenta, con la dictadura militar del general Onganía, preludio de lo que sería la Operación Cóndor en la década siguiente, diseñada por Kissinger y ejecutada desde las bases norteamericanas del canal de Panamá.
zzzgelmann.JPGLa lucha con la palabra y la acción se transformó en dolor cuando la Junta Militar de Videla hizo desaparecer a sus hijos y su nuera embarazada de siete meses. Esa niña que nació en la cautividad de su madre pudo por fin abrazarse a su abuelo casi veinticinco años después, y tomar sus apellidos legítimos. Así pudo Juan Gelman en sus últimos años suavizar la tristeza eterna de su mirada. Y ese dolor se convirtió en esperanza a través de sus versos, siempre mirando hacia el futuro colectivo, sin un gimoteo aunque tuviese el alma rota. Con Juan Gelman desaparece uno de los grandes intelectuales que son el envés de los poetas remilgados que nunca comprometen su palabra más allá de la línea de peligro. Porque Gelman hacía verdad lo que Benedetti declaraba: aunque estuviese hablando de flores, mariposaso del frescor del rocío, nunca sería neutral, porque cuando existe el compromiso con la poesía de verdad se ha pactado con la vida a cualquier precio. Descansa en paz, lo mereces, Juan Gelman, gran hombre, gran poeta.
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(Este trabajo fue publicado en la edición impresa de Canarias7 del día 16 de enero)

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Cada cual en su sitio

zzzooo9.JPGVer que los termómetros de Las Palmas están por debajo de los 15 grados no es frecuente. De hecho, llevábamos dos inviernos que se justificaban con las fechas, pero este año el frío ha vuelto a hacer su aparición como en los primeros años noventa. No me gusta el frío, pero me gusta menos que las cosas se disloquen, y que en enero bajen las temperaturas me desagrada por mi desavenencia con el frío, y me gusta porque se restablece el orden de las cosas, y lo ordenado es que en enero haya frío. Creo que cuando se mantiene durante todo el año una temperie similar la gente se despista, porque la naturaleza parece haberse ido de vacaciones. Este año, como debe ser, en enero hace mucho frío. Si el tiempo se ha puesto en su sito, cada uno debiera saber ahora a qué atenerse, pues va siendo hora de que cada palo aguante su vela. El problema en la actualidad es que, como cantaba el payador gaucho «unos trabajan de trueno y es para otro la llovida». Y debiera llover para todos. Abríguense.

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Todos los muertos


Perdí la cuenta de los muertos de 2013. La verdad es que, con camino andado, se hace recuento y vemos que ya no están muchas de las personas que hemos tratado, o que sin conocerlas personalmente han formado parte de instantes importantes de nuestra vida, que se contruye también con canciones, películas, libros… No sé si eso le pasa a todo el mundo, pero yo recuerdo nítidamente la primera vez que supe que alguien querido había muerto y lo que eso significaba. Era un niño, y me alegré de serlo, porque entonces tenía la falsa información de que para morirse había que ser adulto. El primer personaje público del que tengo memoria de su muerte fue el papa Pío XII; habían pasado solo tres días desde mi cumpleaños, y relacioné el hecho con los años de mi vida que tendría que ir descontando. Fue un mes lúgubre, con la España nacionalcatólica de luto severo, crespones negros en las ventanas, suspensión de la música y oratorios por todas partes. Fue una puesta en escena de la muerte muy larga, casi todo el mes de octubre, que se rompió de forma espectacular cuando eligieron al nuevo papa, Juan XXIII, con las campanas en repique constante. Aquello fue como el descubrimiento y la constatación del olvido de un golpe, el muerto ya era historia y a otra cosa.
zzzxxxDSCN40.JPGPasaron algunos años, y asistí como en una nube a las muertes de personas cercanas o de figuras públicas. Lo de Kennedy hizo tanto ruido que necesariamente tuve que saberlo, pero en aquellos años murieron muchas celebridades y no tengo conciencia de haberme enterado en el momento, para mí siempre estuvieron muertos (Gary Cooper, Hemingway, Camus…), aunque sí que recuerdo que se habló mucho de la muerte de Marylin Monroe, aunque yo entonces no sabía quién era. Sí que me impactó, ya en la adolescencia, la muerte de Azorín en 1967, porque era un escritor que yo había estudiado en los libros y eso me pareció especial, no era un muerto de siempre como Cervantes o Galdós, sino alguien que durante unos años fue mi contemporáneo. Y así, los muertos seguían en cadena: familiares, Janis Joplin, Nabokov, amigos, Mercedes Sosa, Andrés Solana, conocidos, Millares, Luis Natera… Nuestra vida se compone de una suma de vivos y muertos, como el mundo de Pedro Páramo, ya que finalmente Lennon, Ingrid Bergman o el recuerdo de un ser querido es el material con el que se contruye nuestra memoria, lo que somos. Y los muertos de 2013, muchos, me dicen que hay que mirar hacia adelante sin olvidar a los que no están pero sí están, porque seguirán aquí mientras los recordemos.