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La Luna de Valencia

Las reacciones a la tragedia de Haití han vuelto a poner sobre la mesa una realidad terrible: los responsables políticos del mundo, en cualquier área, son ahora mismo de un nivel bajísimo, y de un personalismo vergonzante. Cuando llegan momentos como este, se echan de menos personajes, no ya de la talla enorme de Churchill, Adenauer, Schuman o Nehru, sino simplemente políticos con sentido del estado y de las prioridades, que sin ser estrellas fulgurantes supieron hacer lo debido en su momento, y en este apartado entrarían figuras como Miterrand, Khol, Gorbachov, Felipe González o Indhira Gandhi.
zluna.JPGLo que ocurre en España sucede también en el mundo. Faltan pesos pesados con capacidad de liderazgo, y en su lugar hay figurines que se dan codazos para salir en la foto, y todos están en la Luna de Valencia. Luego, a la hora de la verdad, todo el mundo critica a Estados Unidos (que tiene muchas cosas criticables y aquí se exponen muchos días), pero que es quien pone siempre toda la carne en el asador, porque tiene clara su escala de mando. Sarkozy ha hecho el ridículo, la ONU no está ni se la espera, Inglaterra está desparecida en combate y el UE practicando el empujoncito para estar el primero de la fila. De este modo, veo el futuro de Haití en manos de las ONGs, que están muy bien para las emergencias, pero que -por desidia del estado- acaban siendo la única posibilidad de supervivencia. Y si eso se eterniza, no hay desarrollo de los pueblos. África es un ejemplo claro.

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La degradación del pueblo haitiano

Las consecuencias del terremoto del día 12 en Haití alcanzan proporciones bíblicas. Sin comunicaciones, sin agua, sin alimentos, sin techos, sin hospitales. La ayuda llega a duras penas porque es muy difícil acceder primero a la isla y luego a los lugares destrozados. Se puede llevar ayuda a la Repúlica Dominicana, que es la misma isla, pero moverla por Haití es casi imposible.
haiti4[1].jpgEs terrible que esto sucede en el país más pobre de América y uno de los más míseros del mundo. O tal vez la catástrofe es tan grande debido a esa pobreza previa. Pero Haití no es un país cualquiera, y en el recorrido de la libertad es un pionero. Fue el primer lugar del mundo en el que fue abolida la esclavitud, y ello debido a la lucha de sus habitantes, que protagonizaron la llamada Revolución Haitiana. También fue el primer estado americano, después de Estados Unidos, en lograr la independencia, y siempre luchando, pues derrotó al ejército francés de 1904, que era uno de los mejor preparados de entonces.
Nada se le ha dado, todo lo consiguió por sus medios, pero la nefasta dictadura de Duvalier en la segunda mitad del siglo XX destruyó el Estado y la conciencia nacional. Se promovió el analfabetismo y la miseria, y una y otra vez fracasa cualquier intento de reconstrucción. Haití es hoy un estado fallido y después del terremoto un enrome solar de 27.000 kilómetros cuadrados en el que deambulan 10 millones de personas. Es en tamaño como la Comunidad Valenciana pero con el doble de personas y sin una sola infraestructura en pie. Tal vez sea el momento, partiendo de cero, en que la comunidad internacional tome cartas en el asunto y haga que crezca un estado. Puede hacerlo si se lo propone, aunque me temo que en unos meses empezarán a mirar para otro lado.

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Sin memoria no hay futuro

Acaba de ser archivada la denuncia sobre las desapariciones del franquismo en Canarias que fue presentada por la Asociación de la Memoria Histórica de Arucas. No soy experto en Derecho y pienso que tal vez para que eso haya sucedido existan razones o carencias jurídicas, pero lo que sí tengo claro es que cerrar las heridas en falso es malo, porque el futuro es siempre la proyección de la memoria del pasado.
zacan.JPGLos terribles hechos que sucedieron durante la guerra civil y la postguerra se convierten así en una nebulosa que puede ser obviada porque sin resoluciones firmes se aproxima en el pueblo a la consideranción de mito, y ya sabemos que los mitos son tema de conversación pero no de rigor histórico. En Canarias hubo crueldad, venganza y sangre escondida en pozos, simas y acantilados, como en toda España; y esas heridas siguen ahí, esas personas continúan en el limbo y merecen que se reconozca su asesinato y como seres humanos pertenecientes a una cultura determinada un entierro digno.
Después de la Ley de Memoria Histórica estos procesos han recorrido un camino extraño, con paradas en la Audiencia Nacional, presiones políticas en las alturas y la remisión posterior a los juzgados de los lugares donde se habían presentado las denuncias. De esta manera, la ley se ha convertido en papel mojado, pero es necesario terminar esa labor porque lo merecen los muertos, lo necesitamos como sociedad y es imprescindible para la vida libre y democrática de las futuras generaciones. Volver a sepultar a nuestros muertos en una tumba desconocida puede ser el comienzo del olvido y de que acabemos un día por ignorar quienes somos.