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El Carnaval

z851[1].jpgHubo un grupo grande de personas, entre los que me cuento, que vivimos el renacimiento del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria apenas este bajó de La Isleta de la mano de Manolo García. Fueron unos años memorables en los que la ciudad se disparataba en La Plaza de Santa Ana, en Schamann, en Guanarteme y en todas partes. Se generaron tradiciones como la verbena de la sábana o la noche dedicada al cine (recuerdo a Juan Rodríguez Doreste disfrazado de Greta Garbo o de Fred Astaire bailando claqué como es debido).
Pero llegó un momento en el que desterraron el Carnaval al Parque de Santa Catalina, y nació aquello del Mogollón, y las casetas y el gentío. Y ya empezó a no gustarme porque se fue despersonalizando, haciéndose por y para la televisión, y creando tal vez un nuevo Carnaval, que no era el que nosotros demandábamos. Y encima se reviste de rivalidad con el de Santa Cruz de Tenerife, cuando se trata de una fiesta, y nada más. Y como hoy es Martes de Carnaval, quiero vivir esa fiesta, pero la verdad es que en ella me siento como un yanqui en la corte del rey Arturo, porque no la entiendo. Siento que el Carnaval se ha degradado.

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La belleza de la isla

zpaisa.JPGEl paisaje de Gran Canaria es muy diverso, y sobre todo cambiante a poco que caigan tres gotas. Esta isla tiene una variedad que impresiona al visitante, y desde luego es una isla de gran belleza. Es verdad que se suele relacionar la belleza paisajística con el verdor, pero eso es muy subjetivo, pues ahí tienen a Lanzarote y no me irán a decir que no es hermosa.
Lo malo es cuando se usa el paisaje como elemento chauvinista o, al revés, como dardo envenenado. Es una estupidez. Un viejo escritor catalán decía que el que diga que su tierra es la mejor del mundo es un ignorante, y yo digo que el que dice lo contrario es un imbécil. No existe la mejor tierra del mundo, cada lugar tiene sus peculiaridades, y son tan impresionantes los fiordos noruegos como una fila de duna en mitad del Sahara. La tierra es de muchas formas, y quienes la hacen buena son sus habitantes.

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Víctor Hugo y los ignorantes

Dice el Diccionario que ignorantes es el «que no tiene noticia de algo», y por eso me da risa cuando alguien trata a otro de ignorante pretendiendo insultarlo. Si, como dice la Academia, ignorante es aquel que ignora algo, me temo que los seres humanos sabemos muy poco de casi todo, porque los campos del conocimiento son muchos y muy amplios; es decir, podríamos afirmar que ignorantes somos todos.
DSCN2410.JPGEn realidad los mayores ignorantes que existen son aquello que creen saberlo todo, porque ignoran lo básico: nadie sabe todo de todo. Al final de su vida, hicieron un homenaje al gran Victor Hugo, toda una institución del siglo XIX francés, no sólo por su obra literaria, muy respetada y valorada entonces y ahora, sino por su implicación política, social y de todo tipo. Todo un personaje Victor Hugo, y en este homenaje quien pronunció el panegírico lo llamó sabio. Entonces, el gran hombre, se levantó y dijo solamente: «¿Sabio yo? ¡Dios Míos! Si daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro». Efectivamente, Victor Hugo era un sabio porque sabía lo fundamental, que podemos saber algo o incluso muchísimo de muchas cosas, pero ignoramos mil veces más de lo que una vida da para aprender.