Alfonsina y Ariel
Para varias generaciones Ariel Ramírez fue siempre una bandera, porque nos mostró la altura poética de la canción argentina que sabía volar muy lejos, porque a muchos descubrió quién fue y qué hizo la poeta Alfonsina Storni, y porque es autor de una de las canciones más bellas que se hayan escrito, Alfonsina y el mar.
Y se ha muerto, porque -como diría Rosa Montero- la gente está cogiendo últimamente la mala costumbre de morirse, y más en Latinoamérica, donde se nos han muerto casi seguidos Benedetti, Mercedes Sosa y ahora Ariel Ramírez, también autor de obras tan sublimes como la Misa criolla, La Cantata Sudamericana y magníficas piezas para piano. Y esa mala costumbre empieza a molestar, porque muchos de nuestros símbolos ya empiezan a ser pasto de historiadores. Qué lástima.
Dos citas históricas circulan estos días por Internet como la pólvora, pero por si alguien aún no se topado con ellas, las reflejo aquí. Una proviene del muy conocido párrafo de la carta que el presidente norteamericano Thomas Jefferson envió en 1802 a su Secretario del Tesoro:
Por si esto fuera poco, un amigo me recordó hace unos días uno de los pasajes oratorios de Marco Tulio Cicerón, datado hacia el año 55 a. de C.