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La coctelera

 

Ante lo que está sucediendo en Palestina ya casi no queda nada por decir. Por eso no he dicho nada. Es tan flagrante el genocidio y tan vil la hipocresía de la comunidad internacional, que no hay palabras en ningún diccionario siquiera parecidas a semejante torre de mentiras. Y ya que hablamos de torres, da vergüenza cómo una y otra vez se alude al terror acaecido en la Torres Gemelas, como si no fuese el mismo terrorismo el que arrasa hoy y de manera continuada al pueblo palestino.

 

 

Choca una avioneta en un poste, y tienes a todos los informativos interrumpiendo emisiones para dar espectáculo. Pero las muertes sistemáticas de inocentes en la Franja de Gaza son casquería y no interesan. Qué vergüenza. En estos momentos se echan muy de menos voces muy importantes que ya no están, como mi entrañable amigo Carlo Yuma, mi admirado Rafael Morales, el profético José Saramago, y otros amigos y amigas que se niegan al abuso, a la mentira y a la vergüenza. Aunque no los conozca son mis amigos. El mundo entero está lleno de gritos contra la barbarie decretada por el Gobierno de Israel, y finalmente escribo, pero nada nuevo tengo que añadir más allá de mi dolor ante tanta estulticia.

 

 

La hipocresía del mundo, que baila el agua a Norteamérica, es espeluznante. Retiran del mercado un modelo de muñeca Barbie porque por lo visto daña la imagen de los judíos, pero no retiran a Netanyahu, que ese sí que da mala imagen a los israelíes que quieren vivir en paz. Se me erizan los pelos cuando escucho la palabra patria, porque inexcusablemente conduce a la guerra. Las patrias solo existen para matar y morir por ellas. Alguien ha dicho que la tercera guerra mundial será un choque de civilizaciones; pues ya la hemos empezado, y la verdad es que la mayoría de nosotros no sabe en qué lado está.

 

 

Yo no soy antisemita, ni antiárabe, pero sí que soy anti-Netanyahu, anti-Biden/Trump y anti-Hamás, pues no olvido lo ocurrido el 7 de octubre pasado, porque no puedes violarse todos los derechos (también el derecho a la vida), y el martirio permanente del pueblo palestino no es justificación. Por eso hay que llamar a la acción como un acto de terrorismo, que encima funciona como espoleta para que Israel lance toda su ira contra civiles inocentes. Y aunque me tilden de loco, yo digo que hay gato encerrado, hay demasiadas cosas inexplicables, porque no cuadran las acciones y las posturas de los dirigentes actuales.

 

 

También es verdad que tampoco tenemos grandes lumbreras, aunque no sé si eso serviría cuando el planeta parece volverse loco, y tener a un Roosevelt, un Churchill o un Mandela tampoco ayudaría (ya sé que no invoco mujeres, pero Margaret Thatcher o Golda Meir tampoco creo que irían más allá). Seguramente muchos de nosotros no viviremos lo suficiente para saber qué está pasando realmente, pero nuestros biznietos sabrán un día la verdad, como hoy sabemos lo que pasó con el acorazado Maine al comienzo de la Guerra de Cuba o con la conspiración que acabó con el Archiduque Francisco Fernando, que fue la chispa que prendió la guerra de 1914. Eso si le quedan al mundo algunos minutos de prórroga.

 

 

Todo es una gran mentira, pero es real que Palestina necesita más que palabras. Los pueblos de Occidente tienen que ser conscientes de lo que ocurre. Es que seguimos bailando la raspa que tocan para distraer, anteayer Taylor Swift y su irracional espectáculo, luego una Champions de fútbol, después unas elecciones europeas en las que parece que se juega la presidencia de la Generalitat lo mismo que en las elecciones catalanas lo que estaba en juego era La Moncloa (la cosa ahora va así). Ya sufrimos Eurovisión, pero queda una Eurocopa y más tarde unos juegos olímpicos. Hay distracción a mansalva, y no sabemos qué conejo sacará Sánchez de la chistera o qué extraño juego armarán jueces, fiscales o mandatarios extranjeros. Lo mismo afeitan de una vez a la mujer barbuda.

 

 

Queda pendiente saber qué va a pasar con el asunto Rusia/Ucrania. Entiendo que darle 1.100 millones de euros en armamento a Zelenski y permiso para usarlo racionalmente (matar flojito supongo que es eso), es una forma de aplacar el mosqueo de la UE y USA por haber capitaneado con otras dos naciones el reconocimiento de Palestina. Todo el mundo se cabrea con todo el mundo, por lo que sea, aunque un amigo vasco me ha hecho notar que, a pesar del discurso majadero alrededor de ETA, el PP deja terminar sin interrupciones las intervenciones del PNV en el Congreso. Debe ser que sabe perdida toda esperanza con la vieja CiU catalana, y sumar 176 diputados es el sueño dorado del líder de la derecha. Como todo se está liando de manera ilógica, es posible que el PP llegue a La Moncloa como consecuencia de la renovación de cargos en mi comunidad de vecinos. Ya toca, y quién sabe qué consecuencias puede tener incluso en Islandia. Es como si compras un cupón de la ONCE y te tocan los euromillones. Esto es una coctelera.

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Sobre libros, autorías y ferias

Como estamos en primavera, es tiempo de Feria del Libro como la que se celebra esta semana en el Parque de San Telmo de Las Palmas de Gran Canaria. Hay dinero público, en unas más que en otras, y desde luego debe tener algún rendimiento económico, puesto que los organizadores insisten cada año. A veces estoy en alguna de las ferias, cuando tengo libro, como presentador o haciendo de grumete en un evento del que sigo preguntando si realmente tiene alguna relación de verdad con la literatura. Tiene que ver con el mercado de los libros, y como ahora todo es mercado, los libros también, y es verdad que en la difusión de la creación y el conocimiento se usa el formato libro, y que la literatura es una parte, como lo son la historia, la filosofía o cualquier otra disciplina. Pero finalmente todo tiene que ver con la actividad más voluminosa del mundo: la publicidad, que es el pregonero de nuestra época.

 

 

Después de pasarme décadas uniendo mi voz al coro de unos pocos que hemos estado clamando por un Instituto Canario del Libro, destinado a crear cauces (no a editar), a establecer dinámicas y a ser depositario de lo que se escribe en Canarias; después de tratar de inventar apoyos para incentivar la creación, la investigación y la difusión del poco o mucho talento que tengamos, cuando al fin se crean editoras privadas al rebufo de esas acciones, suelen aparecer las instituciones acaparando nuevas ediciones que, en general, carecen de distribución y promoción y hacen la competencia a quien ellas subvencionan, con lo cual la vida real de los libros se reduce a los que los autores y autoras puedan recabar de esas instituciones para luego regalar, que es la única manera de que el libro circule un poquito.

 

 

Creo que es bueno que las instituciones públicas o corporaciones privadas (fundaciones, museos…) convoquen premios de narrativa, poesía, ensayo, teatro o lo que sea. Pero luego tendrían que publicarse en editoriales privadas y contrastadas, que las muevan más allá de un solemne acto institucional de presentación. ¿Qué organismo coordinaría todo eso? Pues el Instituto Canario del Libro; para eso sirve. Ese tipo de políticas son necesarias en territorios con poca costumbre de leer y con más dificultades geográficas que otros. ¿Quiere decir esto que instituciones, fundaciones y universidades no publiquen? No, al contrario, estos departamentos harían como ha hecho ahora la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, al rescatar la obra de Bartolomé Cairasco de Figueroa, y trabajos de importancia investigadora o divulgadora, y aún así se podría hacer a través de convenios con editoras. De esa manera se crearía un sector económico importante, lo que siempre lleva a más puestos de trabajo y una mejor llegada de la cultura a la gente.

 

 

Si no funcionan la promoción y la distribución, unidas por la publicidad, no hay manera. Y esto es así desde hace décadas, pero parece ser que todo se resuelve con decretos, ruedas de prensa y actos estériles pero muy vistosos. No es casualidad que los libros de mi cosecha que más han circulado hayan sido los que fueron editados por editoriales de La Península con eso que nos falta por aquí: promoción y distribución. Es decir, el problema es la difusión del conocimiento, la creación y la reflexión, que sigue como cuarenta años atrás, lo que hace que miremos hacia quienes han predicado cambios y apuestas, y repiten el mismo guion ineficaz. “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, dijo el inefable Albert Einstein.

 

 

Hago notar que, no hablo de autores y autoras, hablo de libros. Quien escribe debe saber en qué jardín se mete y que frutos puede recoger según riegue más o menos (a veces regar demasiado no es bueno). Hablo de nuestra cultura colectiva, pues queremos una sociedad que se reconozca, y en eso la literatura es fundamental. En realidad, habría que premiar libros por su valía. Para alentar el talento hay muchas opciones: becas, cursos, premios y otras ayudas e incentivos. El talento debe ser cultivado, eso siempre eleva el nivel. Pero, sobre todo, si ese talento es notable y se acompaña con el esfuerzo personal, saldrá adelante. Eso tiene que llegar a la sociedad, pero no depende de los autores, ni de los editores ni de los libreros mientras cada uno haga la guerra por su cuenta. Es la coordinación de todos y las políticas educativas, sociales y de toda clase. Podemos conseguirlo sin autores y autoras con complejo de estrellas del rock, pero no sin los libros que han de ser escritos y leídos. Valoremos los libros pues no hay cultura sin libros y, de paso, no hay libros sin escribas. Buena semana de Feria del Libro.

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Milei, fuese y no hubo nada

 

 

Supongo que en otros tiempos, fuera durante los virreinatos o posteriores a la independencia de las naciones americanas de la corona de Castilla, las tensiones entre gobiernos españoles e hispanoamericanas nunca fueron  duras, y cuando hubo algún roce, no llegó la sangre al río. Un ejemplo claro es que, durante el franquismo, España tuvo embajada en La Habana, siendo dos dictaduras de signo diametralmente opuesto. Es más, cuando la crisis de los misiles de octubre de 1962 entre que lo que entonces se llamaba el Mundo Libre y la URSS, que estuvo a punto de llevarnos a una guerra nuclear, España navegó entre dos aguas, y, aunque había conseguido el apoyo internacional de Washington respaldado con la visita de Eisenhower, incumplió el embargo a Cuba, siguió comerciando con la isla caribeña y empresas españolas participaron en grandes proyectos de infraestructuras en la Perla del Caribe. Para remachar el clavo de lo que parecía una contradicción, cuando murió Franco en 1975, Fidel Castro decretó tres días de luto en la República de Cuba.

 

 

Esto viene a anunciarnos, que por muchas bravatas y puestas en escena que se monten con Milei, estoy convencido de que ahora tampoco el río se teñirá de rojo, como tampoco pasó nada cuando el rey Juan Carlo I, saltándose todos los protocolos y más que hubiera, mando callar al presidente venezolano Hugo Chávez en 2007 en Santiago de Chile, durante una cumbre iberoamericana. Zapatero, entonces presidente del gobierno de España, no sabía dónde meterse porque sabía el chorreo que se le venía encima. Luego, por supuesto, Chávez, en su estilo habitual, dijo, maldijo y montó un show detrás de otro en sus apariciones televisivas en Caracas, embajador para aquí, embajador para allá, y en un par de semanas nadie se acordaba del asunto.

 

 

Pues ahora pasará igual. Javier Milei, presidente de Argentina, independientemente de que pueda llevar a su país al disparate, es un histrión; nada nuevo en la política hispanoamericana, porque hay que oír a Perón, a Evita, a los mencionados Castro y Chávez, a Maduro, Ortega, Evo Morales, Pinochet y una larga lista de políticos que sobreactúan porque por lo visto eso les da rendimiento y popularidad. No olvidemos la textura de algunos discursos de los presidentes de México cuando exigen que el rey de España pida perdón por los abusos de los españoles durante la conquista. Recuerdo el tono de Vargas Llosa cuando fue candidato a la presidencia de Perú, nada que ver con el brillante conferenciante que siempre ha sido. Es lo que lleva el asunto. Me imagino el tono y el vocabulario de las arengas de Zapata, Pancho Villa o el mismísimo Bolívar.

 

 

Hay que decir que los españoles de ese tiempo tampoco se quedaban cortos: Castelar, Topete, Cánovas y más tarde Primo de Rivera, Gil Robles o Azaña; barrocos, sentenciosos y sobrados a más no poder. Escuchar a Unamuno, Ortega o Machado era un descanso, porque sus palabras tenían contenido, y el tono de la oratoria era propio de la época. Si hoy asistiéramos a una obra de teatro protagonizada por doña María Guerrero, nos partiríamos de risa, por el énfasis que entonces se llevaba en el teatro. Tuvo que llegar la gran actriz Margarita Xirgu en los años treinta para darle naturalidad a las actuaciones. Y la política era igual. También es verdad que hablar a una multitud sin micrófonos llevaba a estos excesos vocales y a menudo verbales.

 

 

De esto se deduce que, lamentablemente, en Latinoamérica llevan un siglo de retraso en todo esto, a pesar de que también tienen micrófonos. Pero es que, además, se está instalando una falta de respeto generalizada, como la entrada de la policía ecuatoriana en la embajada de México a detener a un refugiado político, algo a lo que no se han atrevido ni las más bizarras dictaduras. Y en esto parece que Europa empieza a contagiarse. Y viene la discusión, qué fue primero, el huevo o la gallina. Para el gobierno argentino el enredo comienza con el ministro Puente, cuando insinuó que el presidente Milei se droga, aunque también se remonta a su toma de posesión a la que no asistió el ministro español de Asuntos exteriores, pero fue el rey Felipe VI. El ministro de exteriores tiene mil coartadas, con el lío que hay montado en Palestina, en Ucrania, en le UE en vísperas de elecciones, con Marruecos y con la bomba de relojería que hace tic-tac en el Sahel africano, y, caramba, fue el jefe del Estado.

 

 

Pero es que antes, Milei se había despachado a gusto en la campaña electoral tocando las narices de las empresas españolas que operan en Argentina. Lo que resulta ya grotesco es que Milei visite España y pase olímpicamente del gobierno y de la jefatura del estado. Eso no ocurre ni en visitas privadas, que es el presidente de Argentina. No puede venir a apoyar un partido político porque él representa a todos los argentinos de todas las ideas, también a los que no le votaron. Es cierto que partidos afines de países distintos se apoyan en campañas electorales (que ahora mismo no la hay oficialmente), pero nunca vimos a Mitterrand, mientras era presidente de Francia, en un mitin electoral de Felipe González, o a Merkel en las mismas circunstancias apoyando a Rajoy. Cuando se ostenta esa responsabilidad, no se hace partidismo que se inmiscuye en el devenir de un país extranjero.

 

 

Ya hemos visto cómo el papa Francisco recibió a Milei en el Vaticano, y eso que este había dicho que su compatriota era un enviado de Lucifer. Como decía Machado (¿o era Serrat?), todo pasa y todo queda. Pues ahí queda eso. La derecha española se pone de parte de Milei, aunque Feijóo diga lo contrario, y Abascal está disfrutando, aunque no sé yo si esto finalmente le beneficia. Pero está claro que el presidente de un país que se supone amigo no puede venir casi clandestinamente (como presidente) a acusar de corrupta a la esposa del presidente del gobierno. Ese no es el tema, que en su caso es asunto de los tribunales de justicia españoles, es que Milei puede decir lo que quiera, pero el presidente de Argentina no. Pero ya veremos cómo se difumina (Meloni se dio cuenta a tiempo del disparate que iba a cometer y no vino; mandó un vídeo modosito). Estas bravuconadas pseudodiplomáticas se diluyen con la misma velocidad que se crean, y como en el famoso soneto de Cervantes, “miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.