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Sahara-Canarias, otra vuelta de tuerca

 

Durante siglos, el Noroeste de Africa ha sido la segunda hoja de la puerta del Mediterráneo. Después de las negociaciones de París sobre la región de Adrán Temar, y el posterior tratado que se firmó en 1920, se estableció un status quo que duró hasta que, en plena Guerra Fría, empezaron los procesos y las guerras de descolonización. Francia perdió su presencia nominal en la orilla sur del Mediterráneo y nacieron estados con diferentes tendencias, como fueron Marruecos y Argelia, aunque la presencia francesa en la zona nunca se ha dejado de sentir. España ha conservado las ciudades de Ceuta y Melilla, que siguen siendo plazas de soberanía porque su mantenimiento obedece al equilibrio franco-hispano-británico en el control del Estrecho y del Mediterráneo, aderezado con la presencia norteamericana en la base de Rota y apoyado a distancia por La Valetta en Malta. Hasta hace pocos años, el bloque soviético intentaba en vano equilibrar la fuerza de la OTAN en el Mediterráneo con su cabeza de puente en Argel y la reserva de la flota del Mar Negro.

Todo ha cambiado en un momento; Rabat sigue tutelada por París pero Argel empezó mirando hacia Alemania, cosa que agradeció Berlín y dolió en París, porque es bien conocida la rivalidad secular entre germanos y franceses. Luego ha vuelto a mirar hacia el Moscú de Putin. Por ello, y aunque los estados de Europa Occidental pertenecen todos a la OTAN, ninguno quiere perder su bisagra territorial o de influencia política y económica en la entrada del Mediterráneo, y a esto se suma Estados Unidos. Los equilibrios son nuevos pero firmes, y será muy difícil cambiar esta relación de fuerzas, porque Berlín, Madrid, París, Londres y Washington no quieren perder influencia dentro de su alianza, y es por eso que en la entrada del Mediterráneo las cosas se enquistan, llámense Ceuta, Marruecos, Argelia, Gibraltar o Rota.

Y en medio de ese panorama donde nadie mueve pieza a la luz del día, pero todos sacuden el tablero por debajo de la mesa, está el conflicto del Sahara Occidental, enquistado hace décadas en el centro de este arco de fuerzas concurrentes. El Frente Polisario está en medio, como nodriza de un pueblo que deambula por el desierto de Tinduf. El trozo de Sahara del que provienen, antigua provincia española en Africa, es un territorio rico en fosfatos (Bu-craa), gas natural y petróleo, cuya cuantía se desconoce, pero que en cualquier caso no es desdeñable. Si a ello añadimos el control de la costa que sostiene a uno de los bancos pesqueros más ricos de la zona, es indudable que las apetencias de control sobre el Sahara Occidental son eminentemente económicas, aunque se argumenten motivos de índole histórica, etnográfica o incluso política.

Y ese statu quo que parecía infinito, se ha roto en 2020 con acuerdos entre Marruecos e Israel, auspiciados por la Administración norteamericana de Trump. De acuerdo, Trump se va, pero no será sencillo para Biden volver al punto anterior, porque Israel y Estados Unidos suelen estar en el el mismo barco.  Sabemos que el Mediterráneo es un diapasón que expande su tesitura hacia todas partes, y es tan peligroso un conflicto latente en su extremo occidental como lo es en su parte oriental, sea Palestina, Chipre o Turquía, como lo fue y aún lo sigue siendo el conflictivo mundo balcánico. Lo que no se comprende es cómo las grandes potencias y las organizaciones supranacionales se alarman hasta el punto de intervenir cuando algo va mal en Los Balcanes o en Oriente Medio y permanecen de brazos caídos cuando las tensiones se originan en la puerta oeste del Mediterráneo.

Si todo lo anteriormente expuesto no fuera argumentación suficiente para exigir que las grandes potencias y las Naciones Unidas hagan el máximo esfuerzo para solucionar de una vez un conflicto que se alarga demasiado en el tiempo, hay que recordar que en Tinduf siguen existiendo unos campamentos de refugiados saharauis donde las condiciones de vida son terribles, donde vive un pueblo en una tierra prestada mientras sueña con regresar a su solar de origen y vivir en él, en paz y buena convivencia con sus vecinos.

Este último acuerdo reconoce a Marruecos como albacea del Sahara Occidental, y el frente Polisario ha realizado incluso algunas acciones bélicas. Pero no nos engañemos, Si Francia, Estados Unidos y ahora Israel (quién iba a decirlo) siguen detrás de la política expansionista marroquí (que solo hace de títere de los anteriores) poco van a cambiar las cosas a favor de los saharauis. Y España, antigua potencia administradora, que hizo una descolonización desastrosa hace 45 años, no dice ni media palabra, y Marruecos, con las espaldas cubiertas marca aguas territoriales y todo sigue igual, porque la UE nunca ha tenido una política exterior unitaria. Y Canarias al lado, soportando migraciones que son utilizadas cono chantaje. Mientras nos debilitamos con la pandemia y con la crisis económica  que ya tenemos encima , ni al gobierno de Madrid ni a la Comisión de Bruselas parece importarle el  golpe que han dado sobre la mesa potencias que creemos amigas; teniendo amigos así ¿Quién necesita enemigos?

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Los 95 años de mi padre

 

Alcanzar una edad tan avabzada es siempre una bendición. Mi padre cumple hoy 95 años y sigue ahí con todas las velas al viento y controlando el timón. Así, sí que merita una vida tan larga, en un recorrido en el que los amigos hacen sombra y muchas generaciones exhiben respeto y afecto cuando se acerca «Antoñito», al que otros llaman «González», que siempre tiene un salida humorística para cualquier situación.

Cuando nació, allá por 1926, empezó a llover sin parar durante siete días con sus noches. Era tanta el agua que no se podía entrar ni salir. Una lluvia que no paraba, como las que cuenta García Márquez en Macondo. Durante mucho tiempo, lo llamaron «Antonio el del temporal», y él siempre se lo ha tomado a coña. Es el sentido del humor probablemente uno de sus secretos biológicos y sociales, porque, siempre que lo nombras en ausencia, aparecen sonrisas de complicidad. Porque sabe separar el humor de la seriedad y en ese sentido es de una sola pieza. Hoy está cumpliendo años y cuando le dije «González (yo lo llamo así), ya 95» él me contestó, «mi trabajo me ha costado». Y es que vivir es laborioso.

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¿Qué no hay cambio climático?

 

Los que no acaba de creerse lo del cambio climático debieran tomar nota de los que está sucediendo. Los especialistas hablan de inviernos exageradamente frío y veranos irrespirables, pero quienes tienen capacidad para influir en que ese cambio se detenga no mueven un solo dedo. Es cierto que aparecen decretos, acuerdos y pactos a 10 o 20 años, pero lo cierto es que la incidencia inmediata en el clima es muy pobre, porque lo que prima, como en la pandemia, es el capitalismo enloquecido e irracional.

My beautiful picture

Hace unos 20 años, estuve unos días es Madrid en enero. Hubo mal tiempo, y se consideraba espectacular que hubiera alguna dificultad en la carretera de El Escorial. Sobre el mediodía comenzó a nevar sobre el centro, Plaza de España concretamente, y la nieve aguantaba unos minutos sobre el suelo y luego se desvanecía. Pero se consideraba una rareza que, aunque fuese durante unos minutos, la nieve cuajara antes de diluirse en la lluvia siguiente. Alguien con años me decía que nunca había visto la Plaza de España blanca. Es decir, contar entonces que en la calle Fuencarral iban a acumularse 50 centímetros de nieve podría considerarse un disparate. Pero ha ocurrido ahora, y en toda la ciudad, hasta el punto de bloquear transportes de trenes y aviones. Los automóviles es que ni los encuentras, enterrados en nieve.

Claro, ahora, quienes niegan el cambio climático dirán qué es eso del calentamiento global con el frío que hace. Ya este argumento lo utilizó Donald Trump durante una tormenta de nieve importante que hubo en el Este de Estados Unidos. Y tiene su explicación, se han roto los equilibrios climáticos de siempre, y las grandes sequías empiezan a ser tan habituales como las inundaciones, las olas de calor sofocante o las tormentas de nieve como Filomena, con consecuencias que no recuerdan los más viejos del  lugar. Y ahora toda esa nieve se volverá agua, y esperemos que no haya una especie de veranillo en el que suban rápidamente las temperaturas, porque toda esa nieve acabará en los ríos, que si deshiela muy deprisa puede ser otro gran problema, porque habrá zonas en las que el agua desborde los cauces.

Otro de los detalles que hemos visto en estos días es el centralismo informativo. Media España se congela bajo la nieve y el frío, pero por lo visto el gran problema es Madrid. Cuando sigue la pandemia, cuando hay pueblos aislados, carreteras intransitables y problemas incluso de suministro, la noticia es que había una guerra de bolas de nieve en el centro de Madrid. En Canarias, Filomena ha dejado agua que está entrando en las presas, heladas y nieve en las partes más altas, y derrumbes en las carreteras de cumbre. La gente está contenta, pero el frío especial de estos días tiene algo de mágico, porque te estás congelando y resulta que los termómetros callejeros marcaban 17 grados. Frío de nieve que dicen los campesinos. Ojalá se tome conciencia de que realmente hay un cambio climático, que finalmente también tiene relación con las pandemias. El futuro depende de nosotros como Humanidad.