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la Humanidad puede morir de éxito

zsssFoto0714.JPGEn la actualidad, si sumamos todos los grandes simios (gorilas, orangutanes…) que hay en el planeta, alcanzamos una cifra aproximada a los cien mil ejemplares, y el número de seres humanos pasa de los ¡siete mil millones! Eso da una idea de la eficacia de la raza humana para sobrevivir en La Tierra, algo que no se da en ninguna otra especie, pues el equilibrio entre mamíferos, aves peces e insectos se ha mantenido de manera similar durante milenios. Sólo el hombre ha dado ese salto gigantesco y matemáticamente deslumbrante.
Por eso es el hombre el elemento que rompe el ecosistema general, pues el planeta puede aguantar ese crecimiento exagerado, pero no la capacidad de transformación del entorno que ha desarrollado el hombre. Es casi una alucinación ver el recorrido de los humanos desde que se pusieron de pie hasta la potencia tecnológica que hoy dominan. Y todo sale de La Tierra, el hombre ha aprendido todos los pasos de su desarrollo, que es tal que ha llegado el momento en que lo ha sobrepasado y puede conducirlo a la destrucción. Tampoco sería la primera vez, y de eso los arqueólogos podrían ilustrarnos largamente. Por eso la desaparición de una civilización no significa la de los humanos, puesto que por pocos que sobrevivan pueden volver a repoblar el planeta y a desarrollar otras civilizaciones tan poderosas o más que la nuestra. Es la metáfora de Adán y Eva repetida hasta que el Sol nos absorba, pero para eso todavía faltan 75 millones de años, y no sé cuántas veces puede el hombre levantar y destruir civilizaciones en ese tiempo. La Humanidad puede morir de éxito.

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Día Mundial de la Alimentación

No es un chiste, es verdad desde que en 1979 la ONU decidiera dedicar un día al año para concienciar sobre las necesidades alimentarias del planeta, que sirviera como recordatorio contra el hambre, la pobreza y la miseria (son cosas distntas, las tres muy malas). Digo que parece un chiste porque parece que eso solo le interesa los cuatro locos que formas las ONGs que tratan de paliar tanta desigualdad. Mientras pueblos enteros se mueren de inanición, los ricos son cada vez más ricos a costa de esa muerte que revienta sus bolsillos ya repletos pero insaciables. A nuestro alrededor hace tiempo que empiezan a verse situaciones terribles, y parece una broma cruel que nos llenen las parrillas de la televisión con nuevos programas de cocina. La pregunta para muchas personas no es cómo cocinar, si le pones eneldo o sofríes a fuego más lento a más rápido; la pregunta es qué cocinar, qué llevar a la mesa porque la despensa está vacía.
zfao.JPGMientras tanto, nuestros dirigentes siguen mirando las cuentas de resultados de las grandes corporaciones (a las pymes que las parta un rayo), porque aquí por lo visto nada es más digno que el dinero en grandes cantidades. Y resulta que, además de la salud y a veces la vida, la miseria se lleva por delante la dignidad. Y dicen que todavía hacen falta más ajustes, que como siempre recaerán en los más débiles. Si a esto le sumamos (más bien le restamos) el copago farmacéutico y la mordida de las pensiones, ya me dirán. Pero no hay problema, España se clasificó para el Mundial de fútbol, y podría ganarlo otra vez. Ya ha ocurrido antes: Cuando más miseria había en el país, Brasil ganó tres en doce años.

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Napoleón no está ni se le espera


Aquí todo el mundo quiere pasar a la historia por una ley con su nombre, una reforma o un disparate que supuestamente mejore el estado. Al filo del comienzo del siglo XIX, cuatro figuras diseñaron, independientemente de lo brutos o cínicos que fuesen y cada uno a su manera, lo que es el estado moderno: el francés Napoleón, el norteamericano Jefferson, el británico Pitt y el austríaco Metternich. Después de este pócker de estadistas, ya nada fue igual, y las estructuras estatales de hoy son herederas de aquellos cuatro figurones que combinaron como pocos en la historia la teoría política con la eficacia.
zzpocker.JPGAquí todos se creen Napoleones, y reforman por acá una ley de educación, por allá otra sobre el aborto y por acullá un engendro nuevo sobre el poder municipal. Nadie se atreve con el toro grande, la Constitución, que está muy oxidada, ni con otros becerros mayores; dilatan, reforman, discuten y todo se pudre. España necesita una revisión general de arriba a abajo, pero solo hacen parches que encima no casan unos con otros. Nada se ha hecho con el Senado, se han olvidado de aunar ayuntamientos pequeños, ya no hay debate sobre las diputaciones. Como resulta que no tenemos media docena de Metternich y Jefferson, habría que externalizar este asunto, encargarlo a gente que sea puramente técnica, porque entre nosotros nunca habrá acuerdo, que eres del otro partido, que si tienes concierto y yo no, que la foralidad es sagrada…
Si de verdad se pensara en el Estado, propongo un acuerdo de todos los partidos parlamentarios para que encarguen a una comisión que lo reforme todo de una vez, y se comprometan a aceptar lo que saliera. Esa comisión estaría formada por cerebritos especializados en derecho, constitucionalismo y organización, de Nueva Zelanda, Canadá, Japón, Sudáfrica y por ahí, que los hay, y cuanto más lejos, mejor, que no distingan entre un gazpacho y una fabada pero que tengan todos los parámetros de cada lugar para ser justos y solidarios. Se les puede pagar tanto o más que al americano que escribió el discurso de Ana Botella ente el COI. Los encerramos en un cónclave, como a los cardenales papables, y no se les deja salir hasta que no lo tengan todo clarito y terminado. Luego Parlamento, referéndum y a otra cosa, caiga quien caiga.
Es la única forma, porque Napoleón no está ni se le espera.