Franquicias y grandes superficies
Cada individuo es alentado por media docena de ideas; en unos casos son innegociables y permanentes, evolutivas en otros y personales siempre. Por sistema, yo sólo estoy a favor o en contra de unas cuantas cosas, poquísimas en la enorme complejidad del Mundo. He ido aprendiendo que la vida es un conglomerado de preguntas, la mayoría de las cuales tiene más de una respuesta. La cuestión es saber cuál es la mejor, y siempre habrá disparidad según desde dónde se mire. Para no entrar en metafísicas, pensemos en algo tangible, por ejemplo, los hipermercados. Está claro que las grandes superficies son buenas para sus dueños, y malas para los pequeños comerciantes; buenas porque ofrecen productos de todas partes, y malas porque ahogan la pequeña producción isleña; y a veces son buenas por los precios, y malas por la calidad, y viceversa. Las franquicias, una de cal y otra de arena, pero ya empieza a no tener sentido que alguien te traiga un regalo cuando va de viaje a otra ciudad, porque no será nada especial, en todas partes venden lo mismo. Y la pregunta vital es: ¿el comercio del futuro va a estar ocupado exclusivamente por franquicias y grandes superficies?
Esta es una historia cuyo parecido con la realidad es pura coincidencia. Se trata del relato que da lugar a la frase «Roma no paga a traidores», que en el título va en latin porque es más solemne (dónde va a parar). Antes nos contaban en el colegio la gesta de Viriato, un valiente caudillo lusitano (portugués, para seguirnos entendiendo), y digo antes porque si en tiempos muy pretéritos se incidía en la historia desde una falsa visión de heroísmo ibérico, los sucesivos planes de estudios casi la han hecho desaparecer.