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Gallineros, tertulias y sabios


En España existen dos tipos de tertulias en los medios. Hay una en la que todos los ponentes dicen pensar los mismo y atacan las mismas posiciones con denuedo. Más que tertulias son cataquesis de uno u otro signo donde el bien son ellos y el mal los otros. Luego hay otras supuestamente más plurales y son un griterío, en el que todos hablan a la vez. Si mientras habla el otro tú hablas encima, no puedes escucharlo por el ruido y porque estás pendiente de tu propio discurso. Para complicarlo, casi siempre hay alguien que tercia, y aun otros que se suman, de manera que un sistema infalible para evitar que un argumento, una denuncia o una verdad llegue a oídos de otros es chillar, susurrar y gruñir encima del que habla y así procurar que se aturrulle o que, si sigue adelante, no se entienda lo que ha dicho. Me gustaban los debates públicos en directo, en la radio y en la televisión, en los que determinadas personas entendidas en un asunto exponían y confrontaban sus puntos de vista. Ahora huyo, porque no hay debate por varias razones: se sabe de antemano qué posición inamovible (y a veces indefendible) va a ocupar cada persona, no se aclara argumento alguno porque siempre hay al menos otra voz que incordia o anula, nadie respeta el turno de palabras, no se va al argumento sino a la descalificación personal, etc.
zzzaagallienro.JPGEn definitiva, un gallinero, con el agravante de que la especialización y el conocimiento de los temas suele ser secundario, porque hay políticos, periodistas y allegados cuya misión es ser voceros de esto o de lo otro contra viento y marea, y la misma persona habla con escalofriante solvencia de sanidad, educación, justicia, historia, biología, aeronáutica, física o cartomancia si es necesario. Me asombra que haya tantos conocimientos en una misma persona, y es raro que se acuda a especialistas; aunque eso da igual, porque las contadas veces que esto ocurre, estos osados contertulios se meten a discutir matemáticas con un matemático, geología con una geóloga y lo que sea contra el Premio Nobel de lo que sea. Su saber es omnímodo. Aparte de sus labores regulares en medios o en gabinetes que a veces hasta dirigen, están en varias tertulias televisivas a horas distintas, en la radio o en foros públicos. Ah, y escriben y publican libros con una velocidad inusitada. Me pregunto cuándo preparan sus trabajos, en qué momentos adquieren tanta información (o desinformación), cuándo duermen, comen, van al cine, leen, se compran ropa, se cortan el pelo o se duchan. ¿Tienen familia? Y lo saben todo. Con estos antecedentes, lo mejor es meterse en lecturas sosegadas y evitar esos inútiles debates (bueno, debates…) en los que desde hace años nunca, nunca, nunca, nadie ha logrado hacer cambiar la posición del o la contrincante un milímetro, aunque le demuestre con garbancitos que dos más dos son cuatro. ¿Qué se supone que debatían? Yo qué sé, no conseguí enterarme las veces que aguanté el pifostio por mera curiosidad. Siempre es un corral no precisamente de gallinas ponedoras.

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¿Estamos en manos del azar?

Cuando vamos en avión, en guagua o en taxi, comemos en un restaurante, cruzamos un puente o un túnel o necesitamos asistencia médica, sin pensarlo estamos creyendo en la profesionalidad, y de manera inconsciente estamos confiando en los conductores, médicos, cocineros, pilotos o ingenieros que están o estuvieron implicados. La profesionalidad da confianza. Y si nos paramos a pensar, los políticos no son profesionales, y aunque se rodeen de técnicos son los que tienen la última palabra. Una profesora de filosofía puede ser ministra de Obras Públicas, un músico ministro de Defensa y un químico presidente del Gobierno. Es decir, la última palabra la tiene siempre alguien que no es profesional.
zzz azar.JPGY esto nos lleva a la pregunta de si quienes nos gobiernan saben realmente lo que están haciendo, porque uno constata que ignoran a veces hasta los antecedentes históricos del asunto sobre el que deciden. Las declaraciones de tanto Jefe de Algo suenan siempre a favor de su conveniencia, no a la de todos. Estar en manos de Rajoy, Obama, Merkel, Putin o el presidente chino Xi Jinping, es tanto como decir que vivimos en una especie de ruleta rusa, y si ocurre como hace un siglo (que es lo que parecen evidenciar), que coincidió al frente de los estados una colección de tarugos que condujeron al mundo a la mayor guerra conocida hasta entonces, estamos en manos de azar.

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Tranquilos, ya se arreglará

Por si la panorámica cercana no fuese lo suficientemente dura, con la situación económica, los recortes, la corrupción a bombo y platillo, el paro altísimo digan lo que digan quienes manipulan las encuestas y las cifras, ahora la cosa se desmadra por todas partes, hasta el punto de que «asuntillos» como la quiebra técnica de Argentina o la recesión italiana, que en cualquier momento serían titulares que abrirían noticiarios, quedan en segundo plano con las que se están montando por ahí, y miren que hablo en plural. Lo de Pakistán y Afganistán venía de lejos, pero ahora nos montan la misma y a la vez nueva crisis de Gaza, el pifostio de Ucrania en el que nadie sabe en qué equipo juega y las consiguientes consecuencias por bloqueos y boicots comerciales, la pandemia del ébola que también va a «ayudar» a controlar los movimientos de la gente en puertos y aeropuerto con fines más allá de los sanitarios, aviones de pasajeros que se caen aquí y allá no se sabe muy bien por qué o por quién, y no sé cuántos más problemas que empiezan o siguen (Libia, Siria, Etiopía, Nigeria, Mali, El Sahara…) Por si fuera poco, el rutilante Premio Nobel de la Paz que vive en la Avenida de Pensilvania la emprende a bombazos en el norte de Irak, dice que para detener un conflicto cuyo origen no le es ajeno.
zzmunnndo.JPGCon tanto lío que nos afecta quieras o no, los dirigentes, en lugar de buscar soluciones, se van de playa y regatas. ¿Se imaginan a Julio César de crucero en plena Guerra las Galias y a Churchill y Roosevelt dando prisa a Eisenhower para que el desembarco de Normandía no les rompa el veraneo? Y ahí están gobiernos, parlamentos e instituciones públicas de vacaciones. Pues qué bien.