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Olvida las ofensas, recuerda los favores

Fue el 12 de junio de 1985 cuando España firmó el Tratado de Adhesión a la entonces llamada Comunidad Económica Europea, hoy UE. Y conviene recordar lo que éramos y lo que somos, porque sigo sin comprender por qué a la gente le sigue interesando tan poco Europa.
Bandera_de_la_UE[1].JPGSi miramos cualquier parámetro económico, de nivel de vida o de prestaciones sociales de hace un cuarto de siglo y los comparamos con los de hoya veremos que hemos dado un salto de gigante. Si valoramos las infraestructuras de cualquier tipo, sanitarias, de vías públicas, de transportes, educativas o de cualquier otra clase, también tendremos claro que estamos entre los primeros del mundo cuando entonces éramos de los últimos. Y nada de esto se habría podido lograr sin Europa, pues la caterva de millones que han venido para impulsar nuestro país ha sido la palanca de nuestro desarrollo.
Y si eso es así en toda España, en Canarias hay que ir un punto más allá, porque tener la consideración de Región Ultraperiférica nos ha servido de mucho. Cualquiera que conociera Canarias hace 25 años y la viese ahora no la reconocería. Por mucho y bien que hubiésemos trabajado solos, no habríamos podido alcanzar estos niveles. Y ahora que hay crisis, es mejor estar bajo el paraguas de una entidad tan fuerte como la UE. Por eso no entiendo la dejación y, por qué no decirlo, el desagradecimiento que se nota en la ciudadanía. Hay un adagio que dice «olvida las ofensas y recuerda los favores». Pues tenemos mucho que agradecer a Europa, por muchos peros que queramos poner a nuestra pertenencia a la UE.

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Mirando hacia atrás… con perplejidad

cnsti.JPGEl libro de Javier Cercas ha vuelto a poner de moda reflexionar sobre la Transición, que si fue un ejemplo para el Mundo, que si fue un traspaso vigilado, que si fue un engañabobos… Hay opiniones para todos los gustos, pero por lo que va saliendo y uno recicla de la memoria, la verdad es que cada cual tiró de la brasa hacia su sardina, y si al final se hizo una Transición aparente es porque por lo visto todavía existen los milagros.
El paso de un sistema dictatorial a una democracia parlamentaria fue muy movido, y los supuestos protagonista han sido barnizados por la pátina de la historia, de modo que ahora parecen tan nobles y tan generosos, pero lo cierto es que la mayor parte de ellos tenía más concha que un galápago. Más que como padres, se comportaron como «cuñados» de la patria.
Pero estamos donde estamos, y no está mal echar un vistazo. Como curiosidad, que tal vez carezca de significado -o no- la portada del ejemplar de lujo de la Constitución de 1978 está encabezada por un águila. La verdad es que nunca me interesó demasiado la heráldica, pero ese aguilucho no me gusta donde está, aunque tal vez en este caso no signifique lo que me temo. Pero, sí, estoy algo perplejo.

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¿Es que no hay más cera que Berlusconi?

Es curioso que la decisión última en todas las elecciones está en manos de los indecisos. Parece un contrasentido, pero es así, porque es ese pequeño porcentaje (no suele ser más allá del 10%) de electores influenciables el que quita y pone reyes, y es para ellos para quienes se hacen las campañas electorales. Cada partido, tendencia o ideología política tiene su espacio básico más o menos acotado, y de ahí es muy difícil que baje, salvo catástrofe. Luego, según se reparta ese 10% de votos indecisos o influenciables, la balanza se inclinará hacia un lado u otro. No deja de ser triste que sea esa minoría, que generalmente no se interesa por la política y que se turna en la abstención (no por convicción sino porque hay un buen día de playa) la que decida sobre el futuro de todos.
890.JPGHasta ahí se puede entender que a menudo ganen los que están en el poder, porque este votante casquivano no quiere perder, o bien gana la oposición porque ese mismo votante ha decidido castigar al gobierno como culpable de todos sus males. Eso es normal, y lógico en cualquier democracia que suele moverse en ciclos con fechas de caducidad.
Lo que no acierto a entender es cómo puede ganar en Italia alguien como Berlusconi, que es cada vez más la caricatura de sí mismo al tiempo que afloran historias realmente grotescas alrededor de su persona. Eso sí que no lo entiendo, y menos entendería que el Parlamento Europeo lo nombrase Presidente de la Comisión. Ha ganado la derecha, pues elegirán -salvo pactos transnacionales que suelen darse en la UE- a alguien de ese sector. Y la pregunta es esta: si ha de ser de derechas el sucesor de Durao Barroso ¿no hay en toda Europa una persona de esa tendencia más presentable que este personaje? ¿Se han fijado que ya hasta imita las posturas fotográficas de Mussolini?