Una montaña de dinero
Yo creo que el valor estratosférico que han ido adquiriendo las montañas de Fuerteventura se debe precisamente a su escasez en una isla casi llana. Claro, donde casi no hay montañas, encuentras una, aunque sea pequeñita, y vale un Potosí. Yo no entiendo gran cosa de leyes y normas, pero creo que el sentido común puede dar respuestas justas, más incluso que aplicando el rodillo de las leyes. Si compras una montaña y luego no te la dejan explotar, es evidente que has hecho una mala inversión, y que quien te impida esa explotación debe indemnizarte por las pérdidas sufridas, pero nunca por lo que supuestamente hayas dejado de ganar. De este modo, sería lógico que se indemnizara con el precio pagado por la montaña con las correcciones de la subida del IPC, y así nadie perdería dinero, y, por supuesto, la montaña pasaría a ser propiedad del pagador. Así, tendríamos cifras terrenales, pero nunca esas cantidades que dan vértigo y que uno se pregunta con qué base han sido calculadas.
Claro que, una cosa es el sentido común y otra el Derecho, que en este caso parece que no casan muy bien. Pero bueno, tonto será el que no se haya comprado una montaña en Fuerteventura, porque las montañas de las islas altas, como hay muchas, valen muy poco. Eso debe ser, y es de esto de dónde debe proceder la expresión «una montaña de dinero».
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Las religiones son manifestaciones íntimas de las creencias personales, y elementos no sólo respetables sino defendibles dentro de la libertad individual de cada cual. Otra cosa es aplicar credos religiosos a la colectividad, lo cual se parece mucho a los estados teocráticos de otras religiones. Son sangrantes los mencionados casos de España e Italia, donde hoy el Vaticano parece tener patente de corso como en otros tiempos lo tuvieron cardenales tan famosos como Acquaviva, Mendoza o Cisneros. Tener el apoyo de uno de esos príncipes de La Iglesia podía valer un trono y hasta la adjudicación de otros si lograban el apoyo final de Roma. Y esto también ocurrió en Francia, donde la memoria de Richelieu y Mazarino ha quedado en la historia de los poderosos, pues manejaban al rey como si fuese un títere. La reivindicación de la laicidad se toma como una blasfemia, y dicen que se condena a la religión a la invisibilidad. Pues eso, es que es algo privado. Francia lleva un siglo tratando de sacudirse esa influencia eclesiástica, que con la Revolución Francesa no se extinguió rápidamente como la monarquía, y sólo empezó a hacerse real a principios del siglo XX. El Vaticano no va a quedarse quieto ante esta sentencia de Estrasburgo, y por otro lado la Europa que pretende recomenzar el 1 de diciembre debe pelear por la convivencia de credos, es decir, por la libertad religiosa y por la laicidad de la vida democrática. Va a ser interesante y curioso, como el combate por el título de dos pesos pesados.