La naturaleza del escorpión
Hace unos días traté de desmantelar los malos augurios sobre el futuro inmediato del planeta, pero hoy creo que voy a volverme atrás. Es decir, creo que La Tierra está a punto de reventar, y lo hará porque la contaminación desencadenará todo tipo de fenómenos, ni siquiera será preciso que vengan radiaciones solares extraordinarias, ni que se rompan las constantes gravitatorias a causa de un cometa gigante.
Y el mundo no se acaba porque lo hayan predicho Nostradamus, San Malaquías o el Apocalipsis de San Juan, ni porque toque en 2012 el final del calendario maya. Eso, insisto, son supercherías, pero como no se tomen medidas radicales contra la contaminación, acabará todo. No es una profecía, es una deducción derivada de la ciencia. Teníamos la esperanza de que China y Estados Unidos entrasen por el aro de la próxima Conferencia de Copenhague, pero hemos visto que sus dos máximos dirigentes no se han puesto de acuerdo, el chino porque no quiere parar su maquinaria, el norteamericano porque no ha conseguido sacar en el Congreso un ley que le permita firmar ese acuerdo con garantías de cumplimiento.
O sea, que ni San Barak Obama es capaz de obrar el milagro de detener al hombre en su camino hacia la autodestrucción. Y esto me cabrea apocalípticamente, porque quieren seguir siendo líderes de imperios; ¿de qué imperio, pedazo de soplagaitas, si en unos años todo se habrá ido al carajo justamente por el ansia de poder. Debe ser como en el chiste, es la naturaleza del escorpión.
La Marcha Verde empezó a disolverse lentamente. Miles de personas a pie se desplazan con la lentitud de una mancha de aceite, pero a los tres días de la firma del acuerdo el horizonte estaba despejado, apenas se veían los rastros de los últimos rezagados que creían haber forzado una victoria diplomática para su país con su presencia.