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El terremoto de los pobres

El terremoto de Haití vuelve a poner sobre la mesa las desigualdades de este planeta. Es verdad que a veces las desgracias se producen en lugares pobres, como el Tsunami de hace cinco años en el Indico, y también es cierto que contra fuerzas de la naturaleza como esa o como un volcán tremendo nada puede hacerse. No es el caso de los terremotos, cuyo daño es siempre directamente proporcional a la calidad de las infraestructuras. Raro es el año en el que Japón no sufre seísmos de 7 grados, y todo queda en algunos destrozos, pero no se convierte en una catástrofe de magnitudes bíblicas.
zImage58[1].JPGEsto sucede porque la pobreza también está en las infraestructuras. Cuando el terremoto de Managua hace más de treinta años ocurrió lo mismo, pero curiosamente los edificios oficiales, los hoteles de lujo y las mansiones se mantuvieron en pie. Es terrible que sucedan estas cosas en uno de los países más pobres del mundo, nadie puede evitar que la tierra tiemble, pero sí que los daños sean tan grandes. Con esta desgracia volvemos a tener constancia de que los embates de la naturaleza enfurecida pueden amortiguarse con dinero, pues solo basta ver la forma de construcción que hay en Japón o en California, donde los seísmos son frecuentes. Si mañana la tierra temblara en Los Angeles, tengan por seguro que los muertos y el apocalipsis estarán en los barrios hispanos, y en Beverly Hills como mucho se romperán algunos cristales. Qué pena Haití, ahora más pobreza y me temo que más corrupción cuando haya que administrar las ayudas, como sucedió en Managua.

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¿Vamos hacia el fanatismo generalizado?

El siglo XVI fue muy entretenido en materia de religión. Para empezar, el cristianismo fiel a Roma se atomizó de la mano de Lutero, Calvino y Enrique VIII. Esto, por supuesto, dio lugar a guerras terribles entre estados partidarios de una línea u otra. Luego estaban los musulmanes, y entonces los más fuertes era los turcos, y, claro, también hubo guerras. Lepanto es sólo un botón de muestra. Los judíos y los musulmanes habían sido expulsados de España al filo del siglo anterior (1492), y las potencias católicas Castilla y Portugal se empeñaban en evangelizar a las nuevas tierras colonizadas en América, África y Asia. Es decir, no se aclaraban en Europa, se las tenían con el Este Mediterráneo y el Islam, y no contentos con eso extendían sus brazos imperiales y católicos hacia tres continentes nuevos.
zho85b.jpgEste siglo XXI se parece cada vez más a aquellos tiempos. Hace veinte o treinta años, después de que en España se extinguiera al menos formalmente el nacionalcatolicismo, nos parecía increíble aquel fanatismo de antaño, que se ve hasta en El Quijote. Después de la I Guerra del Golfo y todo lo que ha venido después, ya nada nos parece imposible, y las posturas religiosas se enconan y extreman. Se dice que son guerras por la energía, y lo son, pero también por la religión que alimenta el fanatismo de unos y de otros. Hay extremistas musulmanes, católicos, protestantes, judíos y me temo que esas nuevas religiones supuestamente sincréticas también se fanatizarán. Es como ir a Las Cruzadas con móvil. Y tendríamos que seguir las palabras que el Dalai Lama le dijo a Leonardo Boff: «la religión ideal es la te hace más sensible, humano, tolerantes y mejor persona; esa es la religión ideal para cada uno». Pero parece que no, que la cosa va de intolerancia a todos los niveles, y esto se parece cada vez más al siglo XVI.

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Magnicidios e intentos

Desde que el mundo es mundo, tener el poder es peligroso, porque siempre hay quien encuentra motivos para atentan contra el poderoso. Por eso siempre hubo guardias pretorianas que custodiaban la seguridad de emperadores, faraones, reyes y papas. Sin duda, es Italia y su Imperio Romano quien se lleva la palma de la violencia, bien contra el poder, bien desde el poder contra quienes consideraba peligrosos o por simple capricho. Son incontables los asesinatos sigilosos y secretos ordenados contra pretores, cónsules, generales, senadores o tribunos. Tampoco es baja la cifra de conspiraciones para matar al César, muchas de ellas con éxito, pues se consumó el magnicidio.
Ya en el siglo XX, Mussolini sobrevivió a numerosos atentados, e incluso alguna vez fue herido, una de ellas en la nariz, y apareció después en público con un parche espectacular lanzando bravuconadas. Y es que esto de herir en la nariz resulta curioso, aunque sin duda es una casualidad. Los papas también han sido objeto de atentados durante toda la historia, y de conspiraciones contra ellos, pues La Iglesia imita la estructura de poder el Imperio Romano, incluido el cesarismo. Se atentó contra Juan Pablo II (también se especula sobre si la muerte de su antecesor fue un asesinato), y una personalidad como Aldo Moro murió asesinado por la Brigadas Rojas, no en un atentado al uso, es verdad, pero fue un magnicidio porque Moro era Presidente hasta cuando no presidía el Consejo de Ministros. Y ahora se ha puesto de moda decir que los autores de los incidentes (lo de de Benedicto XVI en la Misa del Gallo no fue un atentado) sean dados por locos. En todo caso, si contamos el Vaticano como parte de Italia, tiene este país un historial importante de atentados contra los poderosos en las últimas décadas. También es verdad que en España no podemos hablar muy alto, porque en el período de un siglo murieron asesinados cuatro presidentes de Gobierno, que no es mala marca, empatamos con Estados Unidos..