Reyes, políticos y obispos
Menuda carajera se ha montado a causa de los contactos que el Rey ha mantenido con distintos agentes económicos. En resumidas cuentas, se ha venido a decir por unos y por otros que lo mejor es que se esté quieto. Repaso el artículo 56 de La Constitución y encuentro que se le atribuyen las funciones de arbitrar y moderar, pero nadie sabe qué demonios significan estos verbos en tal contexto, pues por lo visto no quieren decir que el Rey sea un árbitro y un moderador. Por lo oído en estos días, son verbos retóricos que finalmente no tienen significado jurídico alguno.
Y en una situación complicada como la actual, los políticos están dando una talla lamentable. Al Rey lo único que le permite la Constitución es irse a comer con Obama, y los políticos se arrogan esa función porque les ha sido otorgada por las urnas. Y curiosamente, no ejercen esa capacidad porque no les da la gana. La tienen pero no la usan, pensando siempre en los votos, y mientras tanto el país se está yendo al carajo. Sabíamos que eran ineptos e incapaces, que no han acredito espíritu de sacrificio y que lo del interés general es un cuento chino. Lo que yo ignoraba es que fuesen capaces de arrancarse un ojo con tal de que el adversario (no sé si llamarlo enemigo) quedase ciego. Y encima sale Rouco Varela haciendo los coros. Viendo semejante contumacia y cerrazón, yo no me atrevería, pero Shakespeare los acusaría de traición a la patria (actualizando el lenguaje, cambiaría patria por pueblo o democracia).
En otras épocas, las personas de sangre real debían casarse con alguien de su alcurnia, o de lo contrario podrían perder parte de sus privilegios o todos. Y al decir alcurnia me refiero a sangre real, pues no valía un aristócrata, y por ello se han ido mezclando las casas reales hasta formar un laberinto de apellidos que van todos al mismo sitio: Orleans, Saboya, Borbón, Sajonia, Lorena, Habsburgo, Hannover… Se suele decir que cuando se produce una unión desigual es un matrimonio morganático, que era aquel en el que cada uno de los cónyuges mantenía su status, al que el de rango inferior no podía acceder. Si se trataba de un príncipe o princesa que fuese a reinar, era un imposible, porque en ese caso no podría acceder al trono.