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El juego de espejos de Santiago Gil

No es una novedad que Santiago Gil tiene uno de las voces narrativas más firmes del presente literario en Canarias, seguramente porque cuando escribe prosa no puede desprenderse de su condición de poeta. No puede existir la una sin la otra, y en él conviven sin que ninguna deje de ser ella misma, como una pareja que respeta el tiempo y el espacio del otro pero sabe que hasta en esas soledades deseadas permanece la conexión. Si hace unos meses nos entregó el poemario Trasmallos, ahora publica en formato digital Villa Melpómene (ATTK Editores), una novela en la que los personajes palpitan y debaten sin dialogar, solo con sus actos, en un trabajo en el que el escritor hace un trabajo casi de funambulista, imagen santigil 1.JPGbalanceándose en la cuerda floja de la memoria ficcionada y la invención de un autor que hace una biografía de Camille Saint-Saëns para una editorial parisina, apoyada en unos supuestos diarios donde aparece como leiv motiv el hecho real de las siete estancias que vivió en Gran Canaria el gran músico francés.
La novela es un juego de muñecas rusas donde surge un biógrafo con vida propia, que encuentra unos diarios del músico de forma tan fortuita y rocambolesca que se hace verosímil, y luego tienen que aparecer las palabras del autor de Sansón y Dalila, incluso con un perro en Gran Canaria y una perra en París con los nombres de los personajes bíblicos de su ópera. De este modo se superponen creaciones que a su vez fueron creadas por otro, y esta por otro, de manera que se conforma una matrioska que Santiago Gil tiene que sostener adoptando diversas identidades porque hay varios narradores en primera persona, y él mismo asume la idea flaubertiana de que todos son él.
Hay en la obra otras piruetas que aparentemente no lo son, pero que el autor utiliza con maestría. Una de ellas, posiblemente la más importante, es el juego de espejos que compone al comparar los diarios y la estancia narrada en la isla en los albores del siglo XX con la actualidad de 2008, que es cuando se supone que el biógrafo narrador viaja a Gran Canaria para reconstruir los pasos de Saint-Saëns. La inevitable comparación de los cambios de la isla mediando un siglo entre ellos nos muestra dos islas distintas pero también iguales, porque la lejanía y la insularidad siguen influyendo a pesar de que ahora París está a cinco horas y en 1908 era un viaje de semanas.
imagen santigil 2.JPGVilla Melpómene se compone de varias visiones tangenciales que retratan un París que transita del romanticismo al modernismo, con el contacto de Camille con Gounod, Bizet, Berlioz y los grandes que estrenan en París: Wagner y Rossini… El genio de Saint-Saëns será la fuente de la que surtirán Ravel o Debussy. Y en medio, la explosión impresionista, el París mítico de Montmartre. La música es por lo tanto la pauta de la prosa de Santiago Gil, que en esta obra es más veloz que nunca. Y en el espejo de enfrente, la isla hace cien años, de la que el músico dice: «He encontrado de nuevo la dulzura del aire, las pequeñas casas rojas, azules, amarillas, que uno diría están hechas para ser alineadas por niños en una mesa». Y los colores, que entonces eran una orgía en Gran Canaria, que lanzaban al aire Néstor Martín Fernández de la Torre, Juan Rodríguez Botas y Ghirlanda o Tomás Gómez Bosch, que aprendían del pintor modernista catalán Eliseo Meifrén, afincado por un tiempo en una casita cerca de la playa de La Laja.
Esos son los muchos juegos de espejos que plantea Santiago Gil en Villa Melpómene (París-Gran Canaria, siglo XX-siglo XXI…) y otros que sobrevuelan la obra y la vida de Saint-Saëns, como Dieppe o Argel, donde finalmente fue a morir en 1921. Y siempre Guía y la costa noroeste de Gran Canaria, referencias literarias que ya tienen el sello del escritor, sin cuyo pulso no sería posible una novela tan compleja y a la vez tan sencilla, que circula en formato digital porque también por algo estamos en el siglo XXI.
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(Este trabajo fue publicado el domingo 7 de junio en el suplemento cultural Pleamar de la edición impresa del periódico Canaria7 de Las Palmas de Gran Canaria).

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Carlos Pinto Grote, último de una época

Nos ha dejado Carlos Pinto Grote, posiblemente el último de una generación biológica que se movió en diversos frentes literarios y que tuvo en común el cultivo del respeto y la amistad ente escritores e intelectuales. Una muestra es la fraternal relación que mantuvo con el también poeta Pedro Lezcano, y con el doctor Rafael O’Shanahan, con los que tenía trato de hermano y discípulo respectivamente, porque Carlos Pinto también fue psiquiatra y como hombre sabio aprendía de los maestros. Ha sido el último en irse, pero esta vez no se apaga la luz, porque él y sus contemporáneos la encendieron para siempre en tiempos muy difíciles. En julio de 1996 le hice la entrevista que enlazo al final de este post, y es esclarecedor y al mismo tiempo muy triste ver que lo que él denunciaba, criticaba y proclamaba hace casi veinte años sigue igual; o peor. Adjunto la entrevista porque en ella queda patente su condición de abarcador de saberes y por lo tanto heterodoxo. Su presencia rabínica era el habitáculo de un hombre generoso y cultísimo, con un humor destellante y una libertad de pensamiento que no callaba nunca. Decía lo que pensaba aunque no fuese lo que de él se esperaba oír, y desde luego se puede estar de acuerdo o no con sus palabras, pero siempre admiré su sencillez y su manifestación de la libertad. Hubo otros encuentros y siempre era el faro que alumbra sin cegar, que prestaba la misma atención a un erudito que a un joven estudiante que también compartía mesa. Estas fotos que adjunto fueron realizadas por Tato Gonçalves, cómplice en aquella hermosa aventura de plasmar cien voces.
Carlos Pinto 222.JPG

Este es mi homenaje agradecido a un gran poeta y un gran hombre.
Descanse en paz, ya comparte eterna tertulia con sus amados
y admirados Pedro Lezcano y Rafael O’Shanahan.

Carlos Pinto 111.JPGEnlace de la entrevista que se cita: Carlos Pinto Grote 1996.pdf

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Pequeñas «Historias monumentales»

imagennoel33.JPGHistorias monumentales es la más reciente publicación de Noel Olivares, un exquisito libro de microrrelatos que merece todos los parabienes y encomios posibles por la textura de su prosa, la precisión de su discurso y la esencialidad de sus argumentos. Es un libro de narrativa que se cimenta en la construcción poética de mundos paralelos y una distante visión irónica de asuntos que tantos afanes ocasionan, y lo hace usando como instrumento demoledor el humor negro. Mezclar poesía y humor negro es una clásica y efectiva receta que nos remite a Poe, a Chéjov, a Cortázar (Cronopio mayor del reino), y a Dolores Campos-Herrero, de grata y dolorida memoria.
He aquí un botón de muestra del libro, un microrrelato de Noel Olivares que resume el aroma de todo el libro:
«Ensilló su caballo camino de las montañas. El jinete se convirtió en un punto decreciente en la lejanía. La lejanía se volvió espejo emborronado por el polvo del galope. Solo quedaron las montañas».

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Enlace del texto completo leído en la presentación que tuvo lugar ayer en la Casa-Museo Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria Presentación Noel Olivares.pdf.