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No sé si hablar de Poe

Pues no, no voy a hablar de Edgar Allan Poe, porque anda esta semana en todos los suplementos literarios con motivo del bicentenario de su nacimiento. Pero sí voy a comentar la abrumadora perreta que se ha liado en torno a este autor. Según se lee en estos suplementos, poco falta para decir que Poe inventó la literatura. Fue un extraordinario escritor y un gran innovador, pero, por suerte, también ha habido otros de su tamaño. Es que siempre exageramos.
Edgar_Allan_Poe.jpgSe incide en su compleja personalidad. Claro que Poe era complejo, era ni más ni menos un ser humano. Podríamos decir lo mismo de cualquiera, porque la personalidad de todos y cada uno de los seres humanos es muy complicada; somos historia y química cerebral, una combinación imprevisible. Digamos que Poe era un tipo raro, alcohólico, como Hölderlin era esquizofrénico y Toulousse Lautrec era contrahecho. Y todo influye en los comportamientos. Estoy convencido de que Galdós, Velázquez o Virginia Wolf también eran complejos, como usted o como yo.
Hay un detalle que no se resalta y que es en verdad extraordinario: Poe era norteamericano, y resulta muy peculiar que se dedicase en su época (primer tercio del siglo XIX) a temas más propios del romanticismo, que era lo que en quel tiempo primaba en Europa. Por entonces, Mark Twain, Zane Grey y otras plumas de sus tiempos se dedicaban a glorificar la epopeya americana, su particular gesta de pioneros. Poe en cambia se comportó literariamente como si hubiese vivido toda su vida en Londres o París.

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Más sobre la narrativa en Canarias

La eclosión de una nueva generación narrativa nos invita a no olvidar que el origen de este fenómeno de forma continuada tiene lugar en los años setenta, aunque ante hubo novelas y narradores, basta recordar a Alonso Quesada, Ángel Guerra y, por supuesto, a Galdós. Pero una narrativa sistemática y permanente, como un hecho natural igual que siempre fue la poesía, sólo tiene lugar a partir del «boom», es decir, hace 35 años. Y esto puedo reivindicarlo yo, porque no pertenezco ni a aquellos setenta ni a las nuevas generaciones. En realidad, soy casi un solitario sin generación en medio de dos momentos importantes de nuestra narrativa.
Como todo nacimiento, tiene sus mulas y sus bueyes, sus pastores y hasta sus arcángeles, y casi siempre encarnados en quienes no han escrito una sola línea narrativa, sino en los comentaristas y ayudantes que, si nos descuidamos, acaban poniéndose las medallas del talento ajeno. Y si no hacen lo que ellos habían previsto se sienten traicionados, porque los hay que decidieron que fulanito debería escribir la gran novela del mar, menganito la de la emigración y zutanito la primera gran novela urbana canaria.
barrancoa.JPGEntiendo ese fenómeno como el inicio de un tiempo nuevo, aunque los desagradecidos de siempre piensen que la normalización de la narrativa en Canarias es cosa de cada uno de ellos, cuando publicaron su novelita ayer por la tarde. Nada de eso, al César lo que es del César, la generación del setenta es el comienzo de un tiempo nuevo, eso no tiene vuelta de hoja, y luego pueden haberse escrito novelas maravillosas, pero nunca habrían visto la luz si la maquinaria no se hubiera puesto entonces a funcionar. Tal vez era el tiempo, la madurez de una sociedad, las posibilidades de un tardofranquismo, el empuje de los novelistas latinoamericanos. Eso es cosas de estudiosos, pero el hecho es que fueron ellos y no otros, como el huevo de Colón, pero una realidad indiscutible. La historia se escribe así, y si Agustina de Aragón es una heroína es porque estaba en el Puente de Piedra zaragozano con un cañón el día que intentaban cruzarlo los gabachos. Había que estar allí y hacerlo, muy fácil, pero hay que disparar el cañón y escribir la novela. Y eso hicieron, nadie puede pedirles más, encima de que le dieron a la bola que se les venía a los pies cuando tenían que darle.
Las traiciones están casi siempre en la mente del que se siente traicionado, porque espera de los otros cosas que nadie le ha prometido. Dicen que se espera de Fulano la gran novela altlántica, pero este buen señor a lo mejor quiere escribir una historia de espías, o creen que porque Ciclano inició no sé que veta en una de su novelas ahora tiene que seguir explorando algo que a él le resulta aburrido y se dedica a otra cosa. Zutano, que iba para genio, sencillamente no escribe, porque sus circunstancias vitales se lo impiden o porque no le da la gana.
¿Quién demonios es el que dice que yo tengo que escribir esto o lo otro, o simplemente escribir? Cuando llevo un tiempo sin publicar novelas, algún conocido me exige una entrega inmediata, mientras él se dedica a pescar en la punta del muelle. ¿Por qué tengo yo que escribir y él no? Y si escribo ¿por qué debo escribir lo que él desea o publicar de la manera que a él le parece? Y se siente traicionado porque mi novela siguiente no es la que él esperaba. No estoy poniéndome de parte de nadie, pero defiendo el derecho de los escritores a escribir libremente, y tampoco creo que nadie deba juzgar trayectorias personales, porque la vida es muy dura, y cada uno se defiende como puede.
Lo importante de aquella hornada de narradores, que no generación, puesto que poco se parecían unos a otros en asuntos estéticos o ideológicos, es que son fundacionales, y nadie puede negar ese carácter a aquellos libros. A unos les gustarán más o menos, habrán resistido mejor o peor el paso del tiempo, pero están ahí. Ahora no vale decir que si esto o si lo otro, hay que valorar que todas aquellas novelas eran primerizas, algunas titubeante y otras más maduras, pero fruto del entusiasmo de un grupo de veinteañeros que luego han escrito novelas mejores, porque tampoco La mala hora tiene el calibre de El Coronel no tiene quien le escriba o, mucho menos, el de Cien años de soledad.
Pero no se trata de hacer competiciones. Los del setenta tienen el pedrigree fundacional, eso lo reconozco y lo defiendo, y también digo que como generación cronológica se han mantenido vivos prácticamente todos, cosa que no es frecuente porque muchos suelen abandonar. Hay un centenar largo de novelas escritas por canarios en las últimas décadas, y con que sólo fuesen buenas el 10%, tendríamos 15 buenas novelas, y eso no pueden decirlo todos los territorios, y, la verdad, tampoco en Sicilia se escribe un Gatopardo cada año. Y ello ha sido posible porque hubo una generación que puso a funcionar la máquina.
Creo que ha llegado el momento de que quienes se mueven en el campo del estudio de la literatura hagan un balance justo del siglo XX, no sólo de los narradores del último cuarto de siglo, a ver si vamos poniendo las cosas en su sitio de una vez, reivindicamos algunas obras importantes, poco o nada conocidas, y le cortamos la cabeza a algunos chusqueros que detentan rango de capitán general. Pero eso es trabajo de las universidades, que de momento sólo usan gafas para mirar lejos muy lejos.
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(Este trabajo se publicó en el suplemento cultural Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del día 14 de enero. La foto del barraco es por aquello de que la narración es como una corriente de agua)

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Autopromoción

Portada de TRIPTICO DE FUEGO.jpgHe visto que todo el que tiene un blog se autopromociona, y entonces he decidido hacer lo mismo, porque, claro, si no se habla del bloguero alguna vez esto acabará por no ser un blog. Y como los asuntillos culturales no andan muy publicitados en esta tierra (salvo que consideren tal cosa a cualquier cantante pachanguero que aparezca por aquí), me veo en la obligación de comunicarles otra vez que anda por las librerías mi último libro, Tríptico de fuego, tres novelas en una, toda una ganga, ¿hay quién dé mas? Y al decir de un amigo mío de la mili, las tres novelitas están bien.
A estas alturas ya debiera estar colorado por hacer lo que otros hacen sin sonrojarse, pero como resulta que mis dos abuelas han pasado a mejor vida (la verdad es que en esta no se está mal, no vayan a confundirse), tengo que rematar la faena y decirles que también hay otros libros míos que ustedes pueden regalar en estas fiestas, como El rey perdido, Hotel Madrid, Crónicas del salitre e incluso uno sobre el ataque de Nelson a Tenerife que sale la semana que viene. Y están bonitos esos libros, oiga, con sus cubiertitas coloreadas, bien paginaditos y entretenidos como el demonio. Y tengo más por ahí, pero es que ya he sobrepasado el cupo de bloguero caradura que tenía para hoy.