Fiestas populares
Este año, los carnavales han sido más cortos que otras veces. Lógico, había que concentrar y aquilatar; pero resulta que nunca llueve a gusto de todos, y he escuchado muchos comentarios sobre el asunto, quejándose de que se ha desvirtuado una fiesta que hasta el año anterior tenía otra estructura. La verdad que quienes se agarran a la tradición para reivindicar los carnavales de Las Palmas de Gran Canaria están perdidos. Desde el comienzo de su reinstauración, se dieron muchos palos de ciego, y poco a poco se creó una dinámica que, francamente, nada tenía que ver con los clásicos carnavales grancanarios; era otra cosa, que gustaba, pero que se iba inventando año tras año por el sistema ensayo-error de la mano de Manolo García.
La Verbena de la Sábana asociada al pregón inicial se fue quedando atrás, lo mismo que aquellas noches dedicadas a las estrellas de cine, cuando tuvimos las impagables imágenes del entonces alcalde Juan Rodríguez Doreste bailando claqué o disfrazado de Greta Garbo. Últimamente se ha incorporado lo de los Indianos, pero está claro que lo que marca un antes y un después en el Carnaval de esta ciudad es la Gala Drag, que ha tomado carta de naturaleza y es el distintivo exterior de esta fiesta. Y en realidad la tradición marca que haya un Domingo y un Martes de Carnaval, y el Miércoles de Ceniza, que era el día que se celebraba el entierro de la sardina. Luego estaba el Domingo de Piñata (o de Carnaval Chico) que era el domingo siguiente, y que antaño se celebraba con la batalla de flores de la calle de Triana. Se comía tortillas con miel de caña y arroz con leche rociado de canela molida. Y se acabó; total, ocho días y no todos. Así que no creo que el Carnaval haya sido corto, ni que haya roto ninguna tradición. Ya estaba todas rotas.