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Otras culturas

zBATIK[1].jpgLos que estamos sumergidos en la dinámica occidental creemos que la creatividad y el talento es una línea de dirección unívoca que pasa solamente por Fidias, Virgilio, Bach, Tiziano, Mozart, Kant, Chaplin, Carusso, Lorca, Matisse… (la lista podría ser otra paralela). Otro camino sería La India, China y Japón, esas culturas milenarias tan fascinantes. Y tanto la vía occidental como la otra son riquísimas, pero no únicas. Parece que fuera de ahí solo existe la miseria cultural. Pero no es cierto, porque muy lejos de Kioto, Montmatre y el Village neoyorkino han músicas, formas, colores, palabras y movimiento. Africa es una mina, Hispanoamérica una explosión de culturas, el Pacífico, Indochina… No provienen de poderosos imperios en algún momento de la historia, pero esa es otra cuestión. E incluso Occidente es mucho más rico de lo que aparenta, si nos salimos de lo que anuncia la televisión y lo que se amontona en los stands de las grandes superficies. El mundo no acaba en Cervantes, Botero y Céline Dion, es mucho más grande, y hay que estar abierto a eso y cada vez que tengamos ocasión escapar de lo que nos dicta el mercado (otra vez el dichoso mercado).

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Yernos, hermanos, cuñados, sobrinos…

Aunque hace un par de jornadas, Raúl del Pozo hizo una breve alusión a los yernísimos en su artículo diario, no me resisto a continuar por ese camino, porque los yernos y los familiares en general siempre han tenido cancha en los aledaños del poder, unas veces para reforzar el árbol del que son rama, otras para revolverse contra él o al menos para crearle problemas. Ahora que tenemos a un yerno ilustre en la picota, porque según dicen hizo valer su condición ante los aduladores de siempre, conviene recordar al conde Ciano, yerno de Mussolini, ministro de Exteriores del Duce y que por ello compadreaba con las camarillas cercanas a Hitler y a Franco, que nombró a su cuñado Serano Súñer ministro de Exteriores; también está el yerno del zpad304295].jpgGeneralísimo, afamado cardiólogo que incluso realizó el primer trasplante de corazón en España para no quedarse atrás cuando Barnard abrió esa ruta en Sudáfrica. Aseguran que maniobraba mucho y se valía de su posición. Luego están los que se vuelven contra el suegro, como fue el caso de Pompeyo, que era yerno de Julio César, miembros ambos del primer triunvirato romano. Pompeyo fue derrotado por César en Farsalia, en la última de aquellas guerras civiles que tanto gustaban a los romanos anteriores al imperio. Pero sin duda los yernos más malvados son los del Cid, los llamados Infantes de Carrión, que mancillaron en sus hijas el honor del Campeador y, por supuesto, recibieron su merecido. No vale aquí el yerno de Aznar, porque fue al revés, primero estuvo en las cercanías del poder y luego fue yerno. Y esto entronca con el nepotismo, que es la tendencia de los poderosos a dar prebendas y cargos a sus familiares y de ello existen muchos ejemplos, desde el ateniense Pisístrato a los papas de la Iglesia, que hacían cardenales a sus sobrinos (en rigor, no hace falta ser sacerdote para lucir el capelo cardenalicio). Y, por supuesto, no podemos olvidar a Napoleón, que iba nombrando a sus hermanos reyes cuando dominaba España, Nápoles, Roma o Wesfalia, y así se creó la Casa Bonaparte, que dio más tarde un emperador a Francia (el último). Es como en la mafia, pues Michael Corleone (*) se llevaba por delante a quien no cumpliera con la familia, fuese su cuñado o incluso su hermano Fredo (nada personal, negocios). La familia cercana al poder siempre ejerce su influencia, y cuando se ve muy arriba incluso asalta la cabeza de ese poder. Debe ser la naturaleza humana.
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(*) Michael y Fredo Corleone, representados en la foto por los actores Al Pacino y John Cazale, son personajes de ficción El Padrino, novela de mario Puzo llevada a la pantalla por Francis Ford Coppola.

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Stefan Zweig setenta años después


Fue un día muy triste aquel 22 de febrero de 1942, cuando el escritor vienés Stefan Zweig decidió quitarse la vida junto a su esposa en un hotel de Petrópolis, una pequeña localidad cercana a Río de Janeiro. Zweig era judío pero nunca ejerció de tal porque sus padres también lo fueron por accidente. Pero eso nada le valía con Hitler y los suyos, de manera que, en 1936, se marchó del país donde nació y vivió siempre, y que ya pertenecía al III Reich tras la anexión de Austria. Después de recorrer medio mundo se instaló en Brasil, país que llegó a amar profundamente y al que auguró un gran futuro en uno de los últimos libros que escribió. Cuando vio que Hitler era dueño de Europa (ya había invadido Rusia), Zweig creyó que el nazismo se implantaría en todo el mundo, y viéndose con 66 años muy cansado para empezar de nuevo, decidió suicidarse como un atormentado personaje de Dostoievski, el escritor que más admiraba.
zStefanZweig[1].jpgSu nombre quedó eclipsado durante décadas, a pesar de que alguna de sus obras fueron llevadas al cine. Por suerte, en los últimos años se ha recuperado para el gran público a un autor que cultivó el teatro y el ensayo a gran nivel y fue un novelista extraordinario (Carta de una desconocida, Veinticuatro horas de la vida de una mujer, Novela de ajedrez…) , pero sin duda su faceta más conocida es la de biógrafo, pues retrata a personajes cruciales de la historia con un gran precisión y compone sus vidas como si de una novela se tratase. Freud, Casnova, Tolstoi, Erasmo, Magallanes, Balzac, Dostoievski y muchos más personajes se hicieron reales al pasar por su privilegiada pluma, pero de entre todos ellos destacan sus trabajos deslumbrantes sobre María Estuardo, Fouché y María Antonieta. Algunos especialistas lo consideran el mejor biógrafo conocido, pues a su rigurosa pluma une un trabajo de documentación asombroso, que se desliza por sus libros sin agobiar al lector. Para mí es el supremo maestro del género, y con un poco de sorna suelo decir que Napoleón en realidad no fue tan importante puesto que Stefan Zweig nunca escribió su biografía. Ahora, setenta años después, su obra empieza a colocarse en el lugar en el que siempre debió estar.