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En la muerte de un cómico

Tuve la suerte de conocer a Paco Valladares a través de un amigo común, y recuerdo una larga conversación en la que hablamos de la vanidad y la modestia, la gloria y la fama. Fue uno de los actores mayores de nuestro teatro y un showman todoterreno, que nunca vio reconocido su talento en la medida en que lo merecía. Pero a él no le importaba, se tomaba a chanza el medalleo y la consiguiente foto oficial con los políticos de turno, porque a él lo que le importaba era el teatro. zderimages[11].jpgAhora lo llenarán de reconocimientos póstumos y estoy seguro que, allá donde esté, se partirá de risa. Fue un gran actor dramático, con una voz como pocas en la escena española, y cantaba como los ángeles. Por eso participó en comedias y musicales y fue uno de los galanes cimeros de la revista, y así lo etiquetaron aunque hiciera como nadie el monólogo de Segismundo. Valladares también tenía la virtud de desaparecer detrás de sus personajes y eso que es un don en el teatro es un problema a la hora de las medallas. Se recuerdan sus personajes, no a él. La comedia, el sainete, la revista y los géneros que buscan la sonrisa tienen poco prestigio, aunque muchas veces detrás de esa carcajada viene un mensaje muy profundo. Por eso el gran teatro de Arniches, Jardiel, Muñoz-Seca o Mihura tienen menos predicamento que el llamado teatro serio. Poniendo patas arriba lo establecido se hace reír, y a la vez se critica. Pero la risa no es respetada, y por eso Paco Valladares, uno de los más grandes actores del teatro español durante décadas, se ha ido sin reconocimientos oficiales. Tiene el del público, que al fin y al cabo es el que más debe importar a un actor, y él se sentía reconocido con el aplauso, que es el premio máximo para quienes deciden se cómicos, palabra noble donde las haya.

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Día del padre

Son tantos los hombres y la mujeres que celebran hoy su onomástica,
con nombres simples o compuestos, que seguramente sea la fecha en
que haya más gente a la que felicitar. Pues eso, traten de ser felices
este 19 de marzo, porque los instantes de felicidad provienen casi
siempre de nosotros mismos.

zz300px-La_Tour[1].jpgSi bien el Día de la Madre es una fiesta tan antigua como nuestra cultura occidental, pues procede de la Grecia cásica, el Día del Padre es una celebración -otra más- que surgió en Estado Unidos a principios del siglo pasado. Contra lo que es común sospechar, no nació de una campaña comercial para inventar otra fecha en la que hubiera que comprar regalos, sino de una persona particular que quiso homenajear a su padre, que celebraba su cumpleaños en junio; la costumbre se extendió durante décadas y por eso en los años sesenta del siglo XX se estableció desde el Congreso que el tercer domingo de junio sería Día del Padre. El mundo latino se vio arrastrado y como casi siempre tiró del santoral católico y colocó la celebración en el día de San José, que es el padre oficial de Jesucristo en las Escrituras, si bien ya saben que es padre de aquella manera, por lo que en el Renacimiento se hablaba de San José P.P. (padre putativo) y es de ahí de donde proviene que a los Josés los llamen Pepe. Creo que al padre y a la madre hay que honrarlos siempre, pero tampoco está de más que un día al año se homenajee especialmente a aquellos padres que lo merezcan, que son la mayoría. Ser padre es un responsabilidad y un privilegio, y a los que lo somos nos basta con serlo, porque por mucho que busco en lo que soy y en lo que hecho no encuentro en mi vida nada más importante que ser padre. Seguramente se equipara a ser hijo porque estoy seguro de que mi padre siente lo mismo. Al final, es la familia, que cierra el circulo que se sostiene en la madre, porque la mujer es el centro de la vida, y si soy padre es gracias a una mujer.
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(El cuadro es Saint Joseph Charpentier, de Georges de La Tour. 1642. Museo del Louvre).

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Camus, Krahe y la libertad de expresión

El miércoles 28 juzgarán al cantautor Javier Krahe, denunciado por ser autor del corto Cómo cocinar un crucifijo, y desde la libertad de expresión hay que poner el grito en el cielo. He visto el corto y, además de que nada aporta, es muy grosero, pero de momento el mal gusto no es delito (me parece). Cierto es que puede ofender a los cristianos, e incluso a los no creyentes, pero verlo es optativo. De manera que, aunque siempre he admirado a Krahe y me gusta su ironía, creo que esta vez se ha metido en un charco. Es libre de hacerlo y decepcionar a mucha gente, pero no por ello debería estar sentado en un banquillo.
Sobre la libertad de expresión habla un artículo escrito por Albert Camus en 1939, encontrado en un viejo archivo, que no pudo ver la luz entonces porque lo impidió la censura que ejercían los políticos y la clase dirigente y mediática que esperaba la inminente invasión alemana y ya maquinaba la manera de echarse en brazos del III Reich, cosa que finalmente hizo el llamado Gobierno de Vichy. zzzcamuusss.JPGLo que entonces escribió Camus es un manifiesto por la libertad de expresión y una hoja de ruta para quienes escriben para informar y opinar libremente. Según el gran escritor argelino-francés, las condiciones para que un periodista independiente no pierda su libertad son cuatro: lucidez, rechazo, ironía y obstinación, y afirma que, si un periodista no puede decir todo lo que piensa, puede no decir lo que no piensa o lo que cree que es falso. Para él, esta libertad negativa es, de lejos, la más importante de todas, ya que permite servir a la verdad en la medida humana de sus fuerzas. No se dice lo que no se quiere decir, y de lo que quiere que se sepa dice hasta donde hacerlo no le lleve al silencio, pues eso privaría al público de información y opinión, que fue lo que le pasó a él mismo con este artículo. Sobre la ironía escribe: «No vemos a Hitler, por poner un ejemplo entre otros posibles, utilizar la ironía socrática. La ironía es un arma sin precedentes contra los demasiado poderosos. Completa a la rebeldía en el sentido de que permite no solo rechazar lo que es falso, sino decir a menudo lo que es cierto». Y decía también: «los artículos más valientes se publican en Le Canard enchaîné (*).</em
Como se ve, el gran filósofo y novelista, entonces con tan solo 26 años, anunciaba a ciegas el futuro de la libertad de expresión en sociedades supuestamente democráticas. Lo mismo que Orwell pocos años después, lo vio venir. Por desgracia, ese artículo, pasados 73 años, sigue teniendo rabiosa actualidad, y es que el poder, cualquier tipo de poder, detesta que le digan la verdad a la cara.
(*)Le Canard enchainé (El pato encadenado) es un semanario satírico francés, fundado en 1915 y que sigue publicándose hoy. Entonces se le consideraba una publicación de segunda, porque también contenía historietas, cómics y astracanadas, pero era el que siempre decía las verdades envueltas en ironía, humor y creatividad.