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P’al Pino (2)

Cada año, cuando llega el Día del Pino, me viene a la memoria la niñez soñolienta, levantado desde medianoche y surcando los caminos reales de la medianía, de mano con mi madre, que iba descalza y con tiento para no destrozarse los pies.
pino2.jpgMi padre alumbraba diligentemente con una luz de carburo para que se vieran bien las fallas de las veredas. Veíamos despuntar el sol cuando nos acercábamos a Teror cruzando el barranco de la fuente agria. Y recuerdo con pavor de niño asustado aquellas rodillas ensangrentadas de los peregrinos, que se anudaban pañuelos para no manchar el piso de la basílica.
Recuerdo a toda aquella gente que era un murmullo de rezos al amanecer, y ya pensaba entonces en lo extraña que era la relación con la Virgen, a la que se le ofrendaban aquellos sacrificios tan duros. Después de muchos años, El Pino me recuerda al sueño, al cansancio de peregrino, y la memoria de aquellos caminantes silenciosos que se cruzaban con los parraderos. Y por el pecho me sube un pálpito de respeto.

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P’al Pino (1)

El Pino es algo que escapa a cualquier etiqueta, porque va mucho más allá de la religiosidad o del folklore de la isla de Gran Canaria.
pino1.jpgLo que sigo sin entender es por qué en un estado constitucionalmente aconfesional las intituciones se personan en un hecho estrictamente religioso. A mí las Fiestas del Pino me parecen una hermosísima expresión íntima y popular de los canarios, colectivamente y desde las creencias personales. Las fiestas del Pino, como ocurre con las de las siete vírgenes morenas que patronean cada isla del archipiélago, son hechos sociológicos que abarcan desde el fervor mariano más profundo hasta la parranda más popular y ruidosa, sin olvidar la esencia de eso tan indefinible que llamamos canariedad o incluso ese elemento esotérico que contienen la promesas por favores pedidos o recibidos. La fe es algo muy personal y por lo tanto digno del mayor respeto, pero si la devoción a la Virgen del Pino fuera sólo eso no estaríamos ante el fenómeno de masas que se repite cada año en la villa de Teror.
Entiendo a los romeros de rodillas, a los parranderos y a los curiosos, pero desde niño me pregunto qué relación tiene la Virgen con las armas para que tenga rango de Capitana Generala. Seguramente es otra tradición que no me he ocupado en indagar.

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Jóvenes

Comienzan las clases y toca hablar de la juventud. En los últimos años se habla mucho de los jóvenes. manos.JPGNos quejamos, con razón, del disparate de los fines de semana, en que las ciudades de todo el país aparecen como si hubieran sido bombardeadas, después de unas noches de ruido, alcohol, velocidad y Dios sabe qué más. Vemos cómo los jóvenes que estudian se instalan en una cierta apatía, propiciada tal vez por la presión publicitaria que los rodea, y vienen flotando sobre imposibles. En los colegios se ve la violencia latente en la sociedad, y poco puede hacerse si no hay un pacto entre instituciones, medios de comunicación, padres y las propias asociaciones estudiantiles.
Algo estamos haciendo mal, y ese es el gran debate. La educación no es sólo labor de la escuela, y el profesorado solo no puede sacar adelante esta empresa. Las bandas juveniles, los chandaleros, la desidia y el sueño tribal de una moto sin carnet deben tener una respuesta de toda la sociedad. Los jóvenes de hoy merecen un mundo menos artificial que el que han encontrado. Y creo que desde las instituciones, los medios de comunicación y la sociedad en general no se están haciendo las cosas bien porque la escuela, por buena que sea, es sólo una parte de la educación.