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La memoria y el olvido

La tumba de Lorca sigue sin aparecer, lo cual tampoco es una excepción en los grandes nombres de la cultura española, que se mueren y en pocos años nadie sabe dónde están enterrados. Y es curioso que esto suceda en un país en el que la muerte forma parte hasta de la fiesta en los encierros y la lidia. Hay alguna excepción como la sepultura del torero Joselito «El Gallo» en el cementerio de Sevilla, con espléndida escultura de Benlliure, pero incluso aunque estén accesible, casi nadie sabe dónde están, al contrario que en toda Europa, donde es casi obligado que los turistas vayan a Stradford a la tumba de Shakespeare, o en París, en cuyos dos cementerios principales se pueden encontrar los grandes nombres de su historia y su cultura. Existe El Panteón, donde descansa la flor y nata de la cultura francesa, y en el cementerio de Viena, salvo Mozart, que fue enterrado en una fosa común, hay un lugar donde están juntos un ramillete de la más conocida música: Strauss, Litz, Schubert, Beethoven…
ztumba.JPGEn España la gente desconoce dónde están enterrados nuestro muertos ilustres, y lo que es peor, muchos yacen en paradero desconocido, no lo sabe nadie. Como ejemplos más sonoros, Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca y Velázquez. También es verdad que algunas de estas tumbas fueron saqueadas durante la invasión napoleónica, pero ni así. Se sabe que Cervantes fue enterrado en el convento madrileño de las Trinitarias, pero se ignora el lugar exacto, y de los otros se sabe dónde los enterraron, pero no el paradero actual de sus restos.

(La descuidada tumba de Galdós en Madrid)

La excepción a esa época es Quevedo, cuya tumba fue por fin documentada en una cripta de Villanueva de los Infantes. Pero en general, aunque existan, son ignorados, pues están bien localizadas las sepulturas de Bécquer, Espronceda o nuestro Galdós. La verdad es que el cuerpo al final es polvo, nada, pero me llama la atención este fenómeno olvidadizo.

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Cancaburradas mediáticas

De que Elton John es un gran artista no hay duda, lleva 40 años demostrándolo. Pero también quiere ser una estrella permanente, que tiene que brillar cada día, y para eso no es suficiente el gran talento musical que posee. Estar en el día a día requiere montar el número de vez en cuando, y ahora mismo ha vuelto a hacerlo, declarando que Jesucristo era gay, y más cosas, pero lo de gay va a generar ríos de tinta, y Elton John en la cresta de la ola, por aquello de que es bueno que hablen de uno aunque sea bien.
elton-john-on-piano[1].jpgAhora La Iglesia pondrá el grito en el cielo, y a vender discos. La verdad es que a un artista de su altura no le hacen falta estas salidas de pata de banco. Todavía suenan los ecos de cuando hace más de cuarenta años John Lennon dijo que Los Beatles eran más famosos que Jesucristo. Y la gracia es que La Iglesia entra a todos los trapos y lo que consigue es un efecto publicitario gigantesco, como ocurrió con El Código Da Vinci, pues creo que El Vaticano debiera exigir a Dan Brawn parte de los multimillonarios derechos generados por su libro, porque ayudó, y mucho, a venderlo.
Gente de medio pelo (por eso no entiendo a Elton John) trata siempre de abrirse camino en los medios diciendo cancaburradas. Sólo hace falta atacar algo establecido y ya se arma. De hecho, hay personas que buscan ser el centro de una reunión diciendo que Cien años de soledad es un culebrón, que Marlon Brando fue un actor de segunda fila sobredimensionado o que Mozart era un plagista, así sin anestesia. Cuanto mayor sea la cancaburrada mayor interés en la audiencia, y es que somos así.

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Alfonsina y Ariel

zariel].jpgPara varias generaciones Ariel Ramírez fue siempre una bandera, porque nos mostró la altura poética de la canción argentina que sabía volar muy lejos, porque a muchos descubrió quién fue y qué hizo la poeta Alfonsina Storni, y porque es autor de una de las canciones más bellas que se hayan escrito, Alfonsina y el mar.
Y se ha muerto, porque -como diría Rosa Montero- la gente está cogiendo últimamente la mala costumbre de morirse, y más en Latinoamérica, donde se nos han muerto casi seguidos Benedetti, Mercedes Sosa y ahora Ariel Ramírez, también autor de obras tan sublimes como la Misa criolla, La Cantata Sudamericana y magníficas piezas para piano. Y esa mala costumbre empieza a molestar, porque muchos de nuestros símbolos ya empiezan a ser pasto de historiadores. Qué lástima.